AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés      La Segunda Carta a Timoteo pone en boca de San Pablo esta expresión, que suena a testamento, a palabras definitivas, esenciales, de esas que merecen figurar en un epitafio: “He mantenido la fe” (2Tm 4,7). No era para menos, pues, según su contexto, responden al momento en que el Apóstol se enfrenta a la muerte, considerándose a sí mismo como un “ser sacrificado”: por su mente pasarían momentos de lucha, de combate y de “carrera”, aunque ve ya próximo el triunfo final y la meta. Por tanto podemos entender que esta expresión es todo un programa de vida.

“He mantenido la fe” puede tener un doble significado: haber conservado íntegro el conjunto de verdades que creemos (el Credo) o, también, haber seguido creyendo en Cristo, a pesar de los momentos difíciles que ha vivido.

Respecto del primer significado, es decir, haberse mantenido en la ortodoxia, hay que precisar lo siguiente. La expresión “conservar el depósito de la fe” es engañosa, pues sugiere que lo que creemos es el resultado de una especie de almacenamiento de ideas preservadas de la vida, para evitar su contaminación. En realidad ocurre lo contrario. Ya en la Iglesia primitiva se difundían doctrinas que no coincidían con lo que Jesús había predicado. La voluntad de conservar íntegra la fe no respondía a una manía de inmovilismo, integrismo o cosa parecida, sino que San Pablo y los Apóstoles sabían que una modificación en el contenido de la fe, el mensaje transmitido, siempre suponía un cambio en la vida, en la idea de Dios o en el concepto de ser humano, de la vida, del mundo o de la salvación. De ahí las palabras tan fuertes que dirige San Pablo a quienes modificaban el evangelio que habían recibido (sea un apóstol, un ángel o incluso él mismo: Gal 1,8-9).

Según el segundo significado, la expresión

viene a decir: “a pesar de todas las crisis y sufrimientos de mi vida, o precisamente en ellos, he seguido creyendo”. Este mensaje hoy es urgente, toda vez que para muchos el sufrimiento es motivo de perder la fe. Con San Pablo diremos “nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (del amor que él nos tiene y del nuestro hacia él: Rm 8,39). Aplicamos a la fe lo que G. Thibon afirmaba del amor en su libro “Una mirada ciega hacia la luz”:

La fe, como el amor, crece y madura “ante los enemigos”, supera los límites del destino, su pureza se mide por la cantidad de crisis que ha podido superar sin morir.

Los momentos difíciles u oscuros de la fe se deben frecuentemente a nuestras negligencias, pero nunca a que la fe cristiana sea una especie de ocultismo o pensamiento enigmático: la causa principal es que la fe consiste en andar un camino de penetración vital en el misterio del amor de Dios. Así lo explicaba H.U. von Balthasar hablando de San Juan de la Cruz. A veces la fe cuesta porque la fe es apertura confiada, y abrirse así no nos nace espontáneamente:

– Abrir el oído a la Palabra que ilumina e interpela.

– Abrir el corazón a una presencia personal y viva que saca de la soledad y la impotencia.

– Abrir los brazos a una amistad, que vincula y compromete.

Abrir los brazos cuesta toda una vida. Alguien ha dicho que Cristo los abrió y los dejó clavados para mantenerlos así por toda la eternidad.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/17/palabras-de-fe-conservar-viva-la-fe/

La Iglesia DiocesanaMons. Carlos López      El Día de la Iglesia Diocesana, el domingo 17 de noviembre, nos recuerda con el lema de este año 2013 que La Iglesia está con todos, al servicio de todos.

Esta jornada nos ofrece cada año la ocasión de tomar conciencia de nuestra pertenencia a la diócesis, que es definida por el Concilio Vaticano II como “una porción del Pueblo de Dios que se confía al Obispo para ser apacentada con la colaboración de sus sacerdotes, de manera que, adherida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una iglesia particular, en la que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica”.

Así pues, en cada Iglesia diocesana está realizado el misterio de la Iglesia de Jesucristo, con la totalidad de sus medios de santificación. Y de la unión socialmente visible de todas las diócesis se constituye la única Iglesia universal, es decir, la “comunión de las iglesias particulares” presidida en la fe y en la caridad por el sucesor de Pedro, que es ahora el Papa Francisco.

En consecuencia, el bautismo recibido en una parroquia, es necesariamente incorporación a una diócesis y, a través de ella, a la Iglesia universal. La parroquia es la presencia más cercana de la Iglesia entre nuestras casas y en cada pueblo o ámbito social donde discurre nuestra vida. Pero la parroquia es por necesidad teológica y social parte integrante de una diócesis, pues el párroco es un colaborador del Obispo en el ejercicio de su ministerio apostólico y todos los párrocos de una diócesis constituyen una unidad de consagración y de misión con el Obispo.

La pertenencia a la Iglesia se concreta en la pertenencia a una diócesis. Y el ejercicio de la parte que a cada fiel corresponde en la única misión de la Iglesia ha de realizarse en una diócesis, es decir, en comunión con un obispo, aunque de forma inmediata se realice en una parroquia. La diócesis es necesaria por voluntad de Cristo, mientras la parroquia es el resultado de una división del territorio y de la porción de fieles de una diócesis, hecha por determinación de la propia Iglesia.

La diócesis representa la unidad básica necesaria de constitución, de organización y de misión de la Iglesia; es, por tanto, la unidad originaria para el anuncio, en todas sus formas, de la Palabra de Dios, así como para la celebración de los sacramentos y para el cuidado pastoral de los fieles en la caridad. Por ello, la diócesis es también la forma necesaria y fundamental de la comunión eclesial en la fe, en los sacramentos y en la guía apostólica; y es la forma básica necesaria de realización de la Iglesia como sacramento de salvación en medio del mundo, es decir, como signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios a través de Jesucristo y de los fieles entre sí, mediante la unión que en ellos realiza el Espíritu Santo con el don de la vida y del amor de Dios. La misión, el anuncio y testimonio del Evangelio a todas las gentes, es la vocación propia de la Iglesia diocesana y ha de ser su dicha más profunda.

La diócesis es igualmente el ámbito primero para el nacimiento y desarrollo de los diversos estados de vida cristiana, según la vocación de cada uno, y para el ejercicio de los carismas del Espíritu y su desarrollo institucional en las diversas formas de vida consagrada a la práctica de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en los institutos religiosos o seculares y en las sociedades de vida apostólica.

En este Año de la Fe es muy oportuno resaltar que la diócesis es el ámbito originario y fundamental para la comunión efectiva de los fieles en la fe, que tiene necesariamente una forma eclesial y se confiesa dentro del Cuerpo de Cristo. La fe es profundamente personal, pero no es algo privado; no es una concepción individual ni una opinión sujetiva. La fe no es una relación exclusiva entre el “yo” del fiel y el “Tú” divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Fuera de la comunión eclesial diocesana y universal la fe perdería su medida, no encontraría su equilibrio y no tendría el espacio necesario para sostenerse. El encuentro de amor con Jesús, del que nace la fe, nos llega a través de otros testigos en la historia viva de la Iglesia. La Iglesia diocesana es una madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe. Y en la Iglesia diocesana aprendemos también el lenguaje comunitario de la caridad.

Por ello, la diócesis es el ámbito fundamental para la Cáritas como institución para el ejercicio de la caridad de los cristianos respecto a todos los hombres a los que Dios ama como hijos suyos.

La diócesis es el ámbito propio para la formación de los sacerdotes en el Seminario y para la comunión entre los presbíteros, tanto en su sentido espiritual y apostólico, por participar en la misión del mismo Obispo, como en su sentido material de comunión fraterna en los bienes materiales. Y la diócesis es también el cauce propio y necesario para la comunión de las parroquias en su misión evangelizadora y en la comunicación de sus medios humanos y de sus bienes materiales, para que a ninguna le falten los recursos humanos y económicos para la acción pastoral y el mantenimiento de su templo e instalaciones necesarias.

Por todo ello, es preciso que los fieles vayamos tomando conciencia cada vez mayor de nuestra pertenencia a la Iglesia diocesana; y es necesario que vivamos más intensamente en ella la vocación a participar en la misión evangelizadora recibida del Señor. Ello implica la responsabilidad de contribuir con los propios bienes, cada uno según sus posibilidades, en el sostenimiento de la propia Iglesia diocesana, bien a través de la asignación tributaria, con la colaboración del Estado, o bien de forma directa mediante las aportaciones ordinarias a la propia parroquia y a la colecta a favor de la Iglesia diocesana, que se realiza anualmente en esta jornada. En correspondencia, la Iglesia reconoce a los fieles el derecho de ser informados sobre sus aportaciones y de tomar parte en la administración de los bienes a través de los consejos de economía, parroquiales y diocesano.

+ Carlos López,

Obispo de Salamanca

Fuente:: Mons. Carlos López Hernández

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/17/la-iglesia-diocesana/

Gil_HellinMons. Francisco Gil Hellín    Celebramos hoy en toda España el “Día de la Iglesia Diocesana”, bajo el lema “La Iglesia con todos, al servicio de todos”. Como es lógico, los cristianos de Burgos también nos unimos a esta efeméride con nuestra oración, con nuestra aportación para hacer frente a tantas necesidades que la crisis económica ha agrandado y agudizado y con nuestro compromiso de vivir y difundir el Evangelio de Jesucristo en nuestros ambientes familiares, profesionales y sociales. En última instancia, se trata de un “Día” especial para tomar conciencia de que nuestra fe no la vivimos de modo aislado e independiente sino en comunión con los demás hermanos y con los pastores legítimos.

Pero ese “Día” no agota nuestra toma de conciencia y nuestra vivencia de que somos Iglesia. Es, más bien, un momento fuerte para impulsarla y vivirla a lo largo de todo el año. Un modo concreto es conocer los acontecimientos que en ella van teniendo lugar, pues lo que no se conoce, no se ama. Por eso, me parece muy oportuno hablar hoy de algunos acontecimientos que tendrán lugar estos días en nuestra diócesis. Concretamente, el “Encuentro Diocesano de Catequistas”, la Clausura del Año de la Fe, el nuevo Plan Diocesano de Pastoral y la encuesta sobre la familia que nos ha enviado la Secretaría del Sínodo.

El Encuentro de Catequistas tendrá lugar el sábado próximo, 23, por la mañana, en el Seminario. Comienza a las 10,30 y concluye después de la comida. Los actos principales son: una conferencia de don Jesús Higueras, Párroco en Madrid, unos talleres de estudio-reflexión y una puesta en común. Es una buena oportunidad para iniciar a los nuevos catequistas y mejorar la formación de los ya veteranos en toda la diócesis. La catequesis, que fue siempre una tarea prioritaria de la Iglesia, hoy tiene una importancia excepcional, dada la ignorancia religiosa de amplios sectores y la necesidad de conocer nuestra fe para poder vivirla y comunicarla. Sería muy deseable que participaran no sólo los que ya son catequistas sino quienes desean serlo o, cuando menos, no descartan esta posibilidad.

La Clausura del Año de la fe tiene lugar a continuación, pero en la iglesia del Carmen. A las 4,30 nos concentraremos en el Paseo del Empecinado y seguidamente entraremos en la iglesia para celebrar una solemnísima Eucaristía en la que participarán sacerdotes y fieles de toda la diócesis. Los responsables la han preparado con mucho detalle y esperan que sea un acto profundamente religioso y apostólico.

El nuevo Plan Diocesano de Pastoral acaba de editarse y se irá presentando en arciprestazgos y parroquias. Se titula “Seréis mis testigos” y se llevará a cabo en el trienio 2013-2016. Su “Objetivo General” es “impulsar la nueva evangelización en nuestra diócesis”. Para realizarlo se contemplan diversas líneas de actuación en un doble proceso: desde la vida a la fe y desde la fe a la vida. Algunas líneas tienen especial importancia, como “anunciar la Buena Noticia en tiempos de crisis” (1ª), el primer anuncio (2ª), la pastoral de adolescentes y jóvenes (5ª) y parroquias evangelizadoras (6ª). Puede adquirirse en la Librería de la Casa de la Iglesia.

Por último, el Secretario General del Sínodo de Obispos ha remitido a todas las diócesis una encuesta sobre la familia, para que se estudie y se envíen propuestas de acción sobre los desafíos pastorales que tiene planteados la familia. Ya la han recibido los párrocos.

Mañana, lunes, comienza la Sesión Plenaria de la Conferencia Episcopal. Entre los asuntos del día figura la presentación y estudio de una Instrucción que acompañará al Catecismo “Testigos del Señor”, que aparecerá en breve. En el capítulo de elecciones, la más importante es la del Secretario General, que hasta ahora era monseñor Martínez Camino. Os agradezco que nos acompañéis con vuestra oración y con vuestro afecto.

+ Francisco Gil Hellín

Arzobispo de Burgos

Fuente:: Mons. Francisco Gil Hellín

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/17/importantes-acontecimientos-diocesanos/

Mons. Carlos OsoroMons. Carlos Osoro    Hemos celebrado los días 8 y 9 de noviembre el Congreso sobre “Parroquia y Nueva Evangelización”. Deseábamos que fuese punto de partida para iniciar un proceso en el que toda la Iglesia Diocesana tomase conciencia viva de que “la Iglesia ha nacido con la finalidad de propagar el Reino de Cristo por toda la tierra para gloria de Dios Padre y, de esa forma, hacer partícipes a todos los hombres de la redención salvadora, y, por medio de esos hombres ordenar realmente todo el mundo hacia Cristo” (AA 2). ¡Qué fuerza han tenido las ponencias y las comunicaciones! Había un fondo común en todas ellas, aparte de los contenidos y experiencias que todas nos daban: tenemos todos un tesoro tan grande y tan necesario para la vida de los hombres y para la vida del mundo, que la gran novedad que la Iglesia debe anunciar al mundo es Jesucristo. La Iglesia tiene que volver siempre a tomar conciencia clara de que anuncia a todo el mundo a Jesucristo, el Hijo de Dios hecho Hombre, la Palabra y la Vida, y que Él ha venido a este mundo y se hizo presente en esta historia para hacernos “partícipes de la naturaleza divina” (2 Pe 1, 4).

¡Qué alegría hemos vivido en este Congreso todos los que hemos participado, sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos! Llegados de todas las parroquias de nuestra Archidiócesis de Valencia, de todas las realidades eclesiales e instituciones de la Iglesia, una vez más el Señor nos hizo caer en la cuenta que la misión de la Iglesia y, por tanto, de todas nuestras comunidades parroquiales, es manifestar el inmenso amor del Padre, que quiere que todos seamos hijos suyos y vivamos como tales. Ello significa que tenemos que anunciar a Jesucristo, su muerte y resurrección, que hemos de decir a los hombres que Él es quien nos da la vida. Hemos visto que no hay una fórmula mágica para los grandes desafíos de estos momentos en los que vivimos, que no va a ser una fórmula la que salve, y sí una Persona, que es Jesucristo Señor Nuestro, muerto y resucitado. Por tanto, no busquemos programas, pues éste es el mismo Jesucristo al que hay que conocer, amar, imitar y anunciar, viviendo en Él. Las tres ponencias que hemos escuchado, “La parroquia, hogar de la comunión eclesial”, “La parroquia, Iglesia de Cristo en un lugar” y “La parroquia, plataforma misionera: el primer anuncio”, nos han confirmado que es el anuncio del kerigma el que invita a tomar conciencia de ese amor vivificador de Dios que se nos ofrece en Cristo muerto y resucitado. Y es esto lo que hay que anunciar y también escuchar, con la convicción de que hay que “respetar un principio esencial de la visión cristiana de la vida: la primacía de la gracia” (NMI 38).

Las catorce comunicaciones que se han realizado nos han manifestado de formas diferentes el hambre y la sed que todos los hombres tienen de vida y felicidad. Hoy hay manifestaciones evidentes de cómo se buscan fuentes de vida. Anhelan esa vida nueva que solamente puede dar Cristo. Los hombres y mujeres de todas las latitudes de la tierra no quieren andar en sombras de muerte, quieren la luz de la vida. Los discípulos de Jesucristo, la Iglesia, siente en estos momentos de la historia que se hace más urgente y más evidente su necesidad por la llamada y el mandato de Cristo de “id por el mundo y anunciad el Evangelio”. Una Iglesia misionera, unas comunidades que se hacen “hogar” en el que todos sienten el calor que necesitan para vivir, en los “lugares concretos donde están”, y escuchan con fuerza que “Cristo muerto y resucitado les da la vida”, es lo que desea el Señor de su Iglesia. Y nosotros, en este Congreso, lo hemos escuchado de una manera singular. Hay que anunciar a Jesucristo, pues Él nos ha dicho, “el que cree en mí tiene la vida eterna”.

Las palabras del Papa Benedicto XVI cuando inauguraba su pontificado –“¡no tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada y lo da todo” (Homilía inauguración del Pontificado, 24-IV-2005)– tienen un significado muy profundo. Todos los cristianos sabemos que, por el Bautismo, hemos nacido a la vida nueva en Cristo y nos hemos incorporado a la comunidad de los discípulos y misioneros de Cristo, a la Iglesia. El Bautismo nos ha hecho hijos de Dios y nos permite reconocer a Jesucristo como Primogénito y Cabeza de toda la humanidad. Acerquemos a todos los hombres esta vida que se fortalece acogiendo su Palabra y alimentándonos en la Eucaristía. Anunciemos a Jesucristo con obras y palabras y quitemos las sombras de muerte. Él lo da todo, nos da una nueva manera de ser y vivir, de relacionarnos con los demás –todos son nuestros hermanos–, de manifestar la importancia que tiene el prójimo para mí, sea quien sea, pues me lleva hasta dar la vida. Hemos salido del Congreso sobre “Parroquia y Nueva Evangelización” con unos deseos enormes de ponernos al servicio de la vida de todos los hombres, siguiendo las huellas de Jesucristo, como nos lo muestra con el ciego de nacimiento, cuando pasa junto a él y oye su voz y su necesidad: “¿qué quieres que haga por ti?”; o en el encuentro con la samaritana a la que devuelve su dignidad y le hace vivir en la verdad; o cuando estando con los discípulos ve a un pueblo hambriento y les dice “dadles vosotros de comer”; o cuando come y bebe con los pecadores para hacerles llegar su misericordia y su perdón; o cuando libera a los enfermos y a los endemoniados; cuando deja que una mujer pecadora unja sus pies; o cuando Él mismo nos muestra cómo hay que amar a los enemigos y estar al lado de los más pobres. Él, además, para que hagamos todo esto los discípulos, no nos deja solos, se queda con nosotros y nos regala los sacramentos y su Espíritu Santo. ¡Qué fuerza tienen sus palabras!: “El que me coma vivirá por mí” (Jn 6, 57).

El primer ámbito de comunión y de misión es la Diócesis, presidida por el Obispo. El nombre de Iglesia solamente se puede aplicar a la Diócesis, pues todo lo demás son comunidades eclesiales. Hemos de hablar de Iglesia particular. Y todas las comunidades se tienen que sentir insertas activamente en este ámbito. Por eso mismo, todas las parroquias se han de convertir en células vivas de la Iglesia (cf. AA 10). Son lugares privilegiados para tener una experiencia concreta de Cristo, de comunión eclesial y de misión. Todos los miembros de las comunidades parroquiales tienen que sentirse discípulos y misioneros de Jesucristo en la comunión. Desde ella hay que anunciar a Jesucristo, lo que “hizo y enseñó” (Hch 1, 1) mientras estuvo con nosotros. Nos decía el Beato Juan Pablo II que “hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza si queremos ser fieles al designio de Dios y responder a las profundas esperanzas del mundo (…). Sin este camino, los instrumentos externos de comunión (…) se convertirán en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento” (NMI 43). Localizar la Iglesia en un territorio, eso es la parroquia que tiene que acoger, tiene que celebrar y tiene que evangelizar y realizar el imperativo de Cristo a los discípulos: la misión. Todo se concentra en la celebración de la Eucaristía que es culmen de la vida cristiana, renueva la vida en Cristo, fortalece a los discípulos de Cristo, es signo de unidad con todos y es escuela de vida en la que se aprende a construir la “nueva ciudad”, porque hace posible la “conversión personal y pastoral”.

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos Osoro,

Arzobispo de Valencia

Fuente:: Mons. Carlos Osoro

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/17/y-ahora-que-vivir-y-comunicar-la-vida-de-cristo/

No obstante los desórdenes y desgracias que turban al mundo, el proyecto de bondad y misericordia de Dios se cumplirá, afirmó el Papa
(RV).- No hay que dejarse engañar, ni paralizarse por el miedo, exhortó Francisco, en la reflexión previa a la oración del Ángelus que rezó con la multitud de peregrinos, que verdaderamente acampan desde más de dos horas antes para escuchar y rezar con él.
El Papa reflexionó a partir del Evangelio en el que Jesús responde a las preguntas de cuando será el fin del mundo y cuáles serán los signos. Jesús cambia la atención a la cuestión de no dejarse engañar por los falsos salvadores, a no tener miedo y a vivir el tiempo de espera como tiempo de testimonio y perseverancia. “Es una invitación al discernimiento –afirmó el Vicario de Cristo-. También hoy, en efecto, hay falsos “salvadores”, que tratan de sustituir a Jesús: líderes de este mundo, santones, personajes que quieren atraer a sí las mentes y los corazones, especialmente de los jóvenes. Jesús nos pone en guardia: ¡No los sigan!. Y el Señor también nos ayuda a no tener miedo: frente a las guerras, a las revoluciones, pero también a las calamidades naturales, a las epidemias, Jesús nos libera del fatalismo y de las falsas visiones apocalípticas.”
El Sucesor de Pedro explicó que Jesús nos preanuncia que habrá pruebas dolorosas y persecuciones pero que a su vez nos recuerda que estamos totalmente en las manos de Dios. “Las adversidades que encontramos por nuestra fe y nuestra adhesión al Evangelio –dijo- son ocasiones de testimonio; no deben alejarnos del Señor, sino impulsarnos a abandonarnos aún más en Él, en la fuerza de su Espíritu y de su gracia.”
Al final, Jesús hace una promesa que es garantía de victoria –dijo-: “Con su perseverancia salvarán sus almas” (v. 19). ¡Cuánta esperanza en estas palabras! Son un llamamiento a la esperanza y a la paciencia –afirmó Francisco- porque “¡A pesar de los desórdenes y de los desastres que turban al mundo, el designio de bondad y de misericordia de Dios se cumplirá! Este mensaje de Jesús nos hace reflexionar sobre nuestro presente y nos da la fuerza para afrontarlo con coraje y esperanza, en compañía de la Virgen, que camina siempre con nosotros”. Jesuita Guillermo Ortiz -RV

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/no-obstante-los-desordenes-y-desgracias-que-turban

La oración del hombre es la debilidad de Dios, dice el Papa en su homilía
(RV).- (Con audio) La oración del hombre es la debilidad de Dios, dice el Papa en su homilía La oración del hombre es la debilidad de Dios. Lo afirmó el Papa durante la Misa matutina presidida en la capilla de la Casa de Santa Marta el sábado 16 de noviembre. En esta ocasión participaron los canónigos del Capítulo de la Basílica de San Pedro y entre los concelebrantes se encontraba el Cardenal Arcipreste Angelo Comastri.
El Papa centró su homilía en el Evangelio en el que Jesús invita a rezar sin cesar, relatando la parábola de la viuda que pide con insistencia a un juez inicuo que se le haga justicia. De este modo, dijo Francisco, “Dios hace y hará justicia a sus elegidos, que gritan día y noche hacia Él”, como sucedió con Israel guiado por Moisés fuera de Egipto:
“Cuando Moisés clama le dice: ‘He sentido el llanto, el lamento de mi pueblo’. El Señor escucha. Y en la primera Lectura hemos escuchado lo que hizo el Señor, esa Palabra omnipotente: ‘Del Cielo viene como un guerrero implacable’. Cuando el Señor toma la defensa de su pueblo es así: es un guerrero implacable y salva a su pueblo. Salva, renueva todo: ‘Toda la creación fue modelada de nuevo en la propia naturaleza como antes. ‘El Mar Rojo se convierte en un camino sin obstáculos… y aquellos a los que tu mano protegía, pasaron con todo el pueblo’”.
El Señor – prosiguió diciendo el Papa – “ha escuchado la oración de su pueblo, porque ha sentido en su corazón que sus elegidos sufrían” y los salva de modo poderoso:
“Ésta es la fuerza de Dios. ¿Y cuál es la fuerza de los hombres? ¿Cuál es la fuerza del hombre? Esta de la viuda: llamar al corazón de Dios, llamar, pedir, lamentarse de tantos problemas, tantos dolores y pedir al Señor la liberación de estos dolores, de estos pecados, de estos problemas. La fuerza del hombre es la oración y también la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios. El Señor es débil sólo en esto: es débil con respecto a la oración de su pueblo”.
“El culmen de la fuerza de Dios, de la salvación de Dios – explicó el Papa – está “en la Encarnación del Verbo”. Y dirigiéndose a los canónigos de San Pedro les recordó que su “trabajo es precisamente llamar al corazón de Dios”, “rezar, rezar al Señor por el pueblo de Dios”. Y los canónigos de San Petro, “precisamente en la Basílica más cercana al Papa” a donde llegan todas las oraciones del mundo, recogen estas oraciones y las presentan al Señor: este “es un servicio universal, un servicio de la Iglesia”:
“Ustedes son como la viuda: rezar, pedir, llamar al corazón de Dios, cada día. Y la viuda no se adormecía jamás cuando hacía esto, era valerosa. Y el Señor escucha la oración de su pueblo. Ustedes son representantes privilegiados del pueblo de Dios en esta tarea de rezar al Señor, por tantas necesidades de las Iglesia, de la humanidad, de todos. Les agradezco este trabajo. Recordemos siempre que Dios tiene fuerza, cuando él quiere que cambie todo. ‘Todo fue modelado de nuevo’, dice. Él es capaz de modelar todo de nuevo, pero también tiene una debilidad: nuestra oración; su oración universal cercana al Papa en San Pedro. Gracias por este servicio y vayan adelante así por el bien de la Iglesia”.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/la-oracion-del-hombre-es-la-debilidad-de-dios-dice

Video Mensaje del Papa por la peregrinación y encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano”
(RV).- (Con audio) Video Mensaje del Papa por la peregrinación y encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano” Su Santidad Francisco envió un video Mensaje con motivo de la peregrinación y encuentro “Nuestra Señora de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización en el Continente Americano”, organizado por el Año de la fe y convocado por la Comisión Pontificia para América Latina, la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, los Caballeros de Colón y el Instituto Superior de Estudios Guadalupanos en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, México, del 16 al 19 de noviembre.
Este video Mensaje se transmitió a las 17.00, hora de Roma.
Texto del video Mensaje del Santo Padre:

Queridos hermanos y hermanas, los saludo muy cordialmente, a ustedes que participan en esta peregrinación encuentro, organizada por la Pontificia Comisión para América Latina, al amparo de Nuestra Señora de Guadalupe. Además de transmitirles mi afecto, mi cercanía y las ganas que tengo de estar con ustedes, quiero compartir brevemente algunas reflexiones, como ayuda a estos días de encuentro.
Aparecida propone poner a la Iglesia en estado permanente de misión, realizar actos de índole misionera sí, pero en el contexto más amplio de una misionariedad generalizada: que toda la actividad habitual de las iglesias particulares tengan un carácter misionero y esto en la certeza de que la salida misionera, más que una actividad entre otras es paradigma, es decir, es el paradigma de toda la acción pastoral. La intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, supone un salir de sí, un caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá. Vayamos a otra parte a predicar a las aldeas vecinas porque para eso he venido, decía el Señor. Es vital para la Iglesia no encerrarse, no sentirse ya satisfecha y segura con lo que ha logrado. Si sucediera esto, la Iglesia se enferma, se enferma de abundancia imaginaria, de abundancia superflua, se empacha y se debilita.
Hay que salir de la propia comunidad y atreverse a llegar a las periferias existenciales que necesitan sentir la cercanía de Dios. Él no abandona a nadie y siempre muestra su ternura y su misericordia inagotables, pues esto es lo que hay que llevar a toda la gente.
Un segundo punto: el objetivo de toda actividad pastoral siempre está orientado por el impulso misionero de llegar a todos, sin excluir a nadie y teniendo muy en cuenta la circunstancias de cada uno. Se ha de llegar a todos y compartir la alegría de haberse encontrado con Cristo. No se trata de ir como quién impone una nueva obligación, como quién se queda en el reproche o la queja ante lo que se considera imperfecto o insuficiente. La tarea evangelizadora supone mucha paciencia, mucha paciencia, cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. Y también sabe presentar el mensaje cristiano de manera serena y gradual, con olor a Evangelio como lo hacía el Señor. Sabe privilegiar en primer lugar lo más esencial y más necesario, es decir, la belleza del amor de Dios que nos habla en Cristo muerto y resucitado. Por otra parte, debe esforzarse por ser creativa en sus métodos, no podemos quedarnos encerrados en los tópicos del “siempre se hizo así”.
Tercero: quién conduce la pastoral en la Iglesia particular es el Obispo y lo hace como el pastor que conoce por nombre a sus ovejas, las guía con cercanía, con ternura, con paciencia, manifestando efectivamente la maternidad de la Iglesia y la misericordia de Dios. La actitud del verdadero pastor no es la del príncipe o la del mero funcionario atento principalmente a lo disciplinar, a lo reglamentario, a los mecanismos organizativos. Esto lleva siempre a una pastoral distante de la gente, incapaz de favorecer y lograr el encuentro con Jesucristo y el encuentro con los hermanos. El pueblo de Dios que se le confía necesita que el Obispo vele por Él cuidando sobre todo aquello que lo mantiene unido y promueve la esperanza en los corazones. Necesita que el Obispo sepa discernir, sin acallarlo, el soplo del Espíritu Santo que viene por donde quiere, para el bien de la Iglesia y su misión en el mundo.
Cuarto: estas actitudes del Obispo, han de calar muy hondo también en los demás agentes de pastoral, muy especialmente en los presbíteros. La tentación del clericalismo, que tanto daño hace a la Iglesia en América Latina, es un obstáculo para que se desarrolle la madurez y la responsabilidad cristiana de buena parte del laicado. El clericalismo entraña una postura auto-referencial, una postura de grupo, que empobrece la proyección hacia el encuentro del Señor, que nos hace discípulos y hacia el encuentro con los hombres que esperan el anuncio. Por ello creo que es importante, urge, formar ministros capaces de projimidad, de encuentro, que sepan enardecer el corazón de la gente, caminar con ellos, entrar en diálogo con sus ilusiones y sus temores. Este trabajo, los Obispos no lo pueden delegar. Han de asumirlo como algo fundamental para la vida de la Iglesia sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento. Además, una formación de calidad requiere estructuras sólidas y duraderas, que preparen para afrontar los retos de nuestros días y poder llevar la luz del Evangelio, a las diversas situaciones que encontrarán los presbíteros, los consagrados, las consagradas y los laicos en su acción pastoral.
La cultura de hoy exige una formación seria, bien organizada, y yo me pregunto si tenemos la autocrítica suficiente como para evaluar los resultados de muy pequeños seminarios que carecen del personal formativo suficiente.
Quiero dedicar unas palabras a la vida consagrada. La vida consagrada en la Iglesia es un fermento. Un fermento de lo que quiere el Señor, un fermento que hace crecer la Iglesia hacia la última manifestación de Jesucristo. Les pido a los consagrados y consagradas, que sean fieles al carisma recibido, que en su servicio a la Santa Madre Iglesia jerárquica no desdibujen esa gracia que el Espíritu Santo dio a sus fundadores y que la deben transmitir en toda su integridad. Y esa es la gran profecía de los consagrados, ese carisma dado para el bien de la Iglesia.
Sigan adelante en esta fidelidad creativa al carisma recibido para servir a la Iglesia.
Queridos hermanos y hermanas, muchas gracias por lo que hacen por esta misión continental. Recuerden que han recibido el Bautismo y que los ha convertido en discípulos del Señor. Pero todo discípulo a la vez es misionero. Benedicto XVI decía que son las dos caras de una misma medalla. Les ruego, como padre y hermano en Jesucristo, que se hagan cargo de la fe que recibieron en el Bautismo. Y como lo hicieron la mamá y la abuela de Timoteo, transmitan la fe a sus hijos y nietos, y no sólo a ellos. Este tesoro de la fe no es para uso personal. Es para darlo, para transmitirlo, y así va a crecer. Hagan conocer el nombre de Jesús. Y si hacen esto, no se extrañen de que en pleno invierno florezcan rosas de Castilla. Porque saben, tanto Jesús como nosotros, tenemos la misma Madre.
(Transcripción jesuita Guillermo Ortiz – Radio Vaticana).

Fuente:: News.va

Leer mas http://www.news.va/es/news/video-mensaje-del-papa-por-la-peregrinacion-y-encu

Mons. Salvador Gimenez VallsMons. Salvador Giménez    Hace prácticamente un mes el tema central de nuestro comentario tenía que ver con las misiones. La Iglesia nos recordaba la importancia del primer anuncio de Jesucristo en países lejanos. Era la jornada del Domund en la que también nos quería comprometer a todos los católicos en la oración y en la colaboración económica.
Hoy deseo concretar el compromiso misionero universal en personas de nuestra diócesis agradeciendo el servicio de sus vidas por hacer de su fe y de su caridad el elemento fundamental de su misión. Desde hace muchos años algunos miembros de nuestras comunidades partieron a predicar el Evangelio a tierras lejanas. Muchos conocéis sus biografías o habéis escuchado de vuestros familiares o amistades el relato de sus hazañas. Todos hemos sentido respeto y admiración. También gratitud.

Hemos tenido sacerdotes, religiosos y laicos en este servicio en los distintos continentes y todos ellos han recibido nuestra ayuda y nuestra oración. Eran y son la larga mano de la caridad de nuestras respectivas comunidades puesto que han hecho llegar a los más desfavorecidos las aportaciones de nuestra isla. También han recibido la visita de amigos y benefactores para conocer la situación de su vida y de su tarea. Me consta que todos ellos han agradecido estas muestras de apoyo y cercanía.

Es habitual la visita del obispo a los misioneros de Menorca para trasladarles, en nombre de toda la comunidad diocesana, un emocionado reconocimiento. Así lo hicieron los Pastores anteriores. Así lo va a hacer este obispo en las últimas semanas de este año. En efecto, acompañado del director del Secretariado de Misiones, girará una visita a los países americanos donde residen en la actualidad tres laicos de nuestra diócesis: Ecuador, Honduras y República Dominicana. También conocerá el monasterio de las RR. Concepcionistas que, hace unos años con gran coraje evangélico, inició su andadura como parte de la casa de Maó. Durante tres semanas, desde el lunes, 25 de noviembre, hasta el sábado, 14 de diciembre, seremos acogidos por los tres laicos en
sus respectivos domicilios; por Toni en Quito, por Oscar en San Pedro Sula, y por Tomé en San Juan de la Managua.

En el número 64 de la encíclica del Beato Juan Pablo II “Redemptoris missio” se afirma:

“Amplio es también el deber misionero de cada obispo, como pastor de una Iglesia particular. Compete a él, ‘como rector y centro de unidad en el apostolado diocesano, promover, dirigir y coordinar la actividad misionera… Procure, además, que la actividad apostólica no se limite a los convertidos, sino que se destine una parte conveniente de operarios y de recursos a la evangelización de los no cristianos’ (Ad gentes 30)”.

Es una gran responsabilidad de mi función episcopal y deseo que todos los diocesanos oren de modo especial por los misioneros y por quienes les visitan sabiendo que “La llamada a la misión deriva de por sí de la llamada a la santidad. Cada misionero lo es auténticamente si se esfuerza en el camino de la santidad” (RM 90).
Que la Virgen María, Madre de los misioneros, nos acompañe en estos deseos.

† Salvador Giménez Valls

Obispo de Menorca

Fuente:: Mons. Salvador Giménez Valls

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/16/visita-a-los-misioneros-menorquines/

La financiación de la IglesiaMons. Lluís Martínez Sistach      El 17 de noviembre celebramos la Jornada de “Germanor” y Día de la Iglesia Diocesana. Es el único día al año en que se hace en los templos una colecta destinada a cada una de las Iglesia locales o diocesanas. Este año se ha escogido para esta jornada un lema muy sugerente, “La Iglesia con todos, al servicio de todos”, para mostrar dos ideas importantes.

Por un lado, que la Iglesia se relaciona con todas las personas y todas las instituciones. La Iglesia está en medio del mundo y, por lo tanto, es aquí donde está llamada a realizar su misión evangelizadora. Por otra parte, se quiere expresar que la manera como la Iglesia está presente en la sociedad es sirviendo.

El mensaje de Jesús en este aspecto es muy claro. Él es el Siervo que da la vida por toda la humanidad y en la última Cena que celebró con sus discípulos nos dio el ejemplo de ponerse a servir lavando los pies y diciendo: “Quien quiera llegar a ser grande entre vosotros será vuestro servidor, así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos”.

Realmente, se puede decir que una Iglesia que no sirve, no sirve para nada. El papa Francisco no se cansa de decir que la Iglesia católica debe estar entregada al servicio de la sociedad, especialmente de los más pobres. En la misa final de la reciente Jornada Mundial de la Juventud, que presidió él mismo en Río de Janeiro, resumió su mensaje a los jóvenes con estas tres palabras: “Id, sin miedo, para servir”. La vida de Jesús –nos dijo– es una vida para los demás, es una vida de servicio. Y nos recordó que, siguiendo estas tres palabras, aquel que evangeliza es también evangelizado, la persona que transmite la alegría de la fe, recibe aún más alegría.

Con nuestras limitaciones, deseamos ser fieles a esta vocación de servicio. La archidiócesis de Barcelona se esfuerza por ponerse al servicio de la sociedad en los ámbitos religioso, pastoral, educativo, cultural y de ayuda material. En estos momentos de una dura y prolongada crisis económica, aumenta el número de personas que se ven abocadas a una situación de pobreza. Es cierto que en nuestra sociedad constatamos un despertar de la solidaridad por parte de muchas instituciones, civiles y religiosas, que constituyen el tercer sector social. Este hecho es un gran motivo de esperanza y hace que toda la sociedad sienta la responsabilidad de ayudar a las personas que más sufren las consecuencias de la crisis.

Nuestra diócesis tiene también necesidades económicas para hacer que los nuevos barrios dispongan de Iglesia y de locales para las actividades pastorales, como la catequesis. Recientemente, hemos podido hacerlo en Torre Baró y Ciutat Meridiana. Por eso os pido vuestra aportación económica, ya sea en la colecta que se hace en esta jornada de “Germanor”, ya sea mediante las suscripciones periódicas en favor de la Iglesia. Con esta generosidad, los miembros de la comunidad diocesana están contribuyendo a hacer una labor importante, especialmente necesaria en las circunstancias presentes. Aprovecho la celebración de esta jornada para agradeceros de todo corazón vuestra colaboración humana constante, sobre todo en la forma del trabajo voluntario, y también la económica, en las muchas necesidades de la Iglesia diocesana de Barcelona.

 

+ Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

?@sistachcardenal

Fuente:: Mons. Lluís Martínez Sistach

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/16/la-financiacion-de-la-iglesia/

Mons. Alfonso MilianMons. Alfonso Milián    Cada vez que me encuentro con vosotros siento una especial alegría; y son muchas las veces que nos encontramos: en la preparación para la Confirmación, el día de la Confirmación, ¡un día extraordinario!, y el día del Encuentro de los jóvenes con el Obispo. Espero esta jornada con ilusión por lo que significa, porque acudís un buen grupo de vosotros, y porque participáis activamente y os comportáis muy bien, cosa que yo valoro mucho. Gracias por estas alegrías que me dais.

¡Qué acierto han tenido los organizadores con el lema del Encuentro!: «¡Hola! ¿Cómo estás? Te presento a un amigo». Me ha gustado porque refleja vuestro lenguaje, muestra interés por cada uno de vosotros y, sobre todo, os quiere presentar a un amigo.

De este amigo quiero hablaros. No es un amigo cualquiera; es un amigo de lo mejor, de lo mejor que uno puede pensar; un amigo que no falla, que siempre está con nosotros: en los momentos buenos y en los malos, cuando nos encontramos geniales y cuando nos encontramos hundidos. ¡Da gusto tener un amigo así!

Seguro que ya habéis adivinado que este amigo es Jesús, ¡Jesús de Nazaret, Hijo de Dios y hermano nuestro! He podido comprobar muchas veces que Jesús es vuestro amigo. Hace pocos días celebré la Confirmación en Binéfar. ¡Qué celebración más bonita, bien preparada y participada! Una gozada. Nos ayudaron mucho los niños de Primera Comunión que estuvieron geniales y muy acertados en sus intervenciones.

Pero el amigo Jesús me hizo un regalo: en el ofertorio los confirmados hicieron las ofrendas y ¡sorpresa! Cada uno había escrito una carta personal, muy personal, a Jesús. No estaba previsto que la leyera nadie. Era sólo para el amigo Jesús. Pero él me quiso dar una gran alegría. Al tener las cartas en mis manos, pensé: estas cartas deben ser preciosas; seguro que contienen unas oraciones que estos chicos han escrito al amigo
Jesús desde sus mejores sentimientos. Y les pedí permiso para leerlas. ¡Cómo he gozado leyéndolas! ¡Qué confianza tienen en Jesús! ¡Cuánto lo quieren! ¡Y cómo se sienten queridos por Él!

Os doy las gracias por permitirme leer vuestras cartas, tan sinceras, que habéis escrito a Jesús. No se imaginan, ni siquiera vuestros padres, lo que significa Jesús para vosotros. ¡Enhorabuena! También habláis de participar, de ahora en adelante, más en la Misa y en los grupos de la Parroquia. Os felicito.

Os confieso, queridos jóvenes, que para mí Jesús es el tesoro más grande de mi vida. Por él, por su llamada, he dejado muchas cosas, pero le estoy muy agradecido por haber querido contar conmigo, sin méritos por mi parte, para darlo a conocer, para ofrecerlo al mundo como el mayor bien que se puede ofrecer.

La gente hoy necesita sentirse querida con un amor gratuito, como el de Jesús.

Su vida y su doctrina, narradas en el Evangelio, hablan de servicio a los demás, especialmente a los pobres, enfermos, marginados. Nunca buscó nada para sí; solo buscó el bien de los demás. Nos dejó un mandamiento: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado».

En el Encuentro hablaremos de este Amigo y hablaremos con él. Os invito y espero a todos.

Vuestro amigo el Obispo.
+ Alfonso Milián Sorribas
Obispo de Barbastro-Monzón

Fuente:: Mons. Alfonso Milián Sorribas

Leer mas http://www.agenciasic.com/2013/11/16/a-mis-amigos-los-jovenes/