La Iglesia Diocesana

La Iglesia Diocesana

La Iglesia DiocesanaMons. Carlos López      El Día de la Iglesia Diocesana, el domingo 17 de noviembre, nos recuerda con el lema de este año 2013 que La Iglesia está con todos, al servicio de todos.

Esta jornada nos ofrece cada año la ocasión de tomar conciencia de nuestra pertenencia a la diócesis, que es definida por el Concilio Vaticano II como “una porción del Pueblo de Dios que se confía al Obispo para ser apacentada con la colaboración de sus sacerdotes, de manera que, adherida a su Pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por medio del Evangelio y la Eucaristía, constituya una iglesia particular, en la que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo, que es una, santa, católica y apostólica”.

Así pues, en cada Iglesia diocesana está realizado el misterio de la Iglesia de Jesucristo, con la totalidad de sus medios de santificación. Y de la unión socialmente visible de todas las diócesis se constituye la única Iglesia universal, es decir, la “comunión de las iglesias particulares” presidida en la fe y en la caridad por el sucesor de Pedro, que es ahora el Papa Francisco.

En consecuencia, el bautismo recibido en una parroquia, es necesariamente incorporación a una diócesis y, a través de ella, a la Iglesia universal. La parroquia es la presencia más cercana de la Iglesia entre nuestras casas y en cada pueblo o ámbito social donde discurre nuestra vida. Pero la parroquia es por necesidad teológica y social parte integrante de una diócesis, pues el párroco es un colaborador del Obispo en el ejercicio de su ministerio apostólico y todos los párrocos de una diócesis constituyen una unidad de consagración y de misión con el Obispo.

La pertenencia a la Iglesia se concreta en la pertenencia a una diócesis. Y el ejercicio de la parte que a cada fiel corresponde en la única misión de la Iglesia ha de realizarse en una diócesis, es decir, en comunión con un obispo, aunque de forma inmediata se realice en una parroquia. La diócesis es necesaria por voluntad de Cristo, mientras la parroquia es el resultado de una división del territorio y de la porción de fieles de una diócesis, hecha por determinación de la propia Iglesia.

La diócesis representa la unidad básica necesaria de constitución, de organización y de misión de la Iglesia; es, por tanto, la unidad originaria para el anuncio, en todas sus formas, de la Palabra de Dios, así como para la celebración de los sacramentos y para el cuidado pastoral de los fieles en la caridad. Por ello, la diócesis es también la forma necesaria y fundamental de la comunión eclesial en la fe, en los sacramentos y en la guía apostólica; y es la forma básica necesaria de realización de la Iglesia como sacramento de salvación en medio del mundo, es decir, como signo e instrumento de la unión de los hombres con Dios a través de Jesucristo y de los fieles entre sí, mediante la unión que en ellos realiza el Espíritu Santo con el don de la vida y del amor de Dios. La misión, el anuncio y testimonio del Evangelio a todas las gentes, es la vocación propia de la Iglesia diocesana y ha de ser su dicha más profunda.

La diócesis es igualmente el ámbito primero para el nacimiento y desarrollo de los diversos estados de vida cristiana, según la vocación de cada uno, y para el ejercicio de los carismas del Espíritu y su desarrollo institucional en las diversas formas de vida consagrada a la práctica de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia en los institutos religiosos o seculares y en las sociedades de vida apostólica.

En este Año de la Fe es muy oportuno resaltar que la diócesis es el ámbito originario y fundamental para la comunión efectiva de los fieles en la fe, que tiene necesariamente una forma eclesial y se confiesa dentro del Cuerpo de Cristo. La fe es profundamente personal, pero no es algo privado; no es una concepción individual ni una opinión sujetiva. La fe no es una relación exclusiva entre el “yo” del fiel y el “Tú” divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Fuera de la comunión eclesial diocesana y universal la fe perdería su medida, no encontraría su equilibrio y no tendría el espacio necesario para sostenerse. El encuentro de amor con Jesús, del que nace la fe, nos llega a través de otros testigos en la historia viva de la Iglesia. La Iglesia diocesana es una madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe. Y en la Iglesia diocesana aprendemos también el lenguaje comunitario de la caridad.

Por ello, la diócesis es el ámbito fundamental para la Cáritas como institución para el ejercicio de la caridad de los cristianos respecto a todos los hombres a los que Dios ama como hijos suyos.

La diócesis es el ámbito propio para la formación de los sacerdotes en el Seminario y para la comunión entre los presbíteros, tanto en su sentido espiritual y apostólico, por participar en la misión del mismo Obispo, como en su sentido material de comunión fraterna en los bienes materiales. Y la diócesis es también el cauce propio y necesario para la comunión de las parroquias en su misión evangelizadora y en la comunicación de sus medios humanos y de sus bienes materiales, para que a ninguna le falten los recursos humanos y económicos para la acción pastoral y el mantenimiento de su templo e instalaciones necesarias.

Por todo ello, es preciso que los fieles vayamos tomando conciencia cada vez mayor de nuestra pertenencia a la Iglesia diocesana; y es necesario que vivamos más intensamente en ella la vocación a participar en la misión evangelizadora recibida del Señor. Ello implica la responsabilidad de contribuir con los propios bienes, cada uno según sus posibilidades, en el sostenimiento de la propia Iglesia diocesana, bien a través de la asignación tributaria, con la colaboración del Estado, o bien de forma directa mediante las aportaciones ordinarias a la propia parroquia y a la colecta a favor de la Iglesia diocesana, que se realiza anualmente en esta jornada. En correspondencia, la Iglesia reconoce a los fieles el derecho de ser informados sobre sus aportaciones y de tomar parte en la administración de los bienes a través de los consejos de economía, parroquiales y diocesano.

+ Carlos López,

Obispo de Salamanca

Fuente:: Mons. Carlos López Hernández

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