La fe no es un hecho privado, adorar a Dios hasta el final, a pesar de la apostasía y las persecuciones, pide el Papa en su homilía
(RV).- (Con audio) La fe no es un hecho privado, adorar a Dios hasta el final, a pesar de la apostasía y las persecuciones, pide el Papa en su homilíaHay “poderes mundanos” que querrían que la religión fuera “una cosa privada”. Pero a Dios, que ha vencido el mundo, se lo adora hasta el final “con confianza y fidelidad”. Es el pensamiento que el Papa Francisco ofreció esta mañana durante la homilía de la Misa celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Los cristianos que hoy son perseguidos – dijo – son el signo de la prueba que anuncia la victoria final de Jesús.
En la lucha final entre Dios y el Mal, que la liturgia propone al final del año, hay una gran insidia, que el Papa llama “la tentación universal”. La tentación de ceder a los halagos de quien quisiera salirse con la suya sobre Dios. Pero precisamente quien cree, tiene un punto de referencia límpido hacia el cual mirar. Es la historia de Jesús, con las pruebas que padeció en el desierto y después las “tantas” soportadas en su vida pública, sazonadas con “insultos” y “calumnias”, hasta la afrenta extrema, la Cruz, pero donde el príncipe del mundo pierde su batalla ante la Resurrección del Príncipe de la paz. El Papa Francisco indicó estos pasajes de la vida de Cristo porque en el trastorno final del mundo, descrito en el Evangelio, la puesta en juego es más alta que el drama representado por las calamidades naturales:
“Cuando Jesús habla de estas calamidades en otro pasaje nos dice que se producirá una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo: que se producirá la abominación, se producirá la desolación de la abominación. ¿Qué significa eso? Será como el triunfo del príncipe de este mundo: la derrota de Dios. Parece que él, en aquel momento final de calamidades, parece que se adueñará de este mundo, será el amo del mundo”.

He aquí el corazón de la “prueba final”: la profanación de la fe. Que, entre otras cosas, es muy evidente – observó Francisco – dado lo que padece el profeta Daniel, en el relato de la primera lectura: echado en la fosa de los leones por haber adorado a Dios en lugar de al rey. Por tanto, “la desolación de la abominación” – reafirmó el Papa – tiene un nombre preciso, “la prohibición de adoración”:
“No se puede hablar de religión, es una cosa privada, ¿no? De esto públicamente no se habla. Se quitan los signos religiosos. Se debe obedecer a las órdenes que vienen de los poderes mundanos. Se pueden hacer tantas cosas, cosas bellas, pero no adorar a Dios. Prohibición de adoración. Éste es el centro de este fin. Y cuando llegue a la plenitud – al ‘kairós’ de esta actitud pagana, cuando se cumpla este tiempo – entonces sí, vendrá Él: ‘Y verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y gloria’. Los cristianos que sufren tiempos de persecución, tiempos de prohibición de adoración son una profecía de lo que nos sucederá a todos”.

Y sin embargo, concluyó el Papa Francisco, en el momento en el que los “tiempos de los paganos se habrán cumplido” será el momento de levantar la cabeza, porque estrá “cerca” la “victoria de Jesucristo”:
“No tengamos miedo, sólo Él nos pide fidelidad y paciencia. Fidelidad como Daniel, que ha sido fiel a su Dios y ha adorado a Dios hasta el final. Y paciencia, porque los cabellos de nuestra cabeza no caerán. Así lo ha prometido el Señor. Esta semana nos hará bien pensar en esta apostasía general, que se llama prohibición de adoración y preguntarnos: ‘¿Yo adoro al Señor? ¿Yo adoro a Jesucristo, el Señor? ¿O un poco a medias, hago el juego del príncipe de este mundo?’. Adorar hasta el final, con confianza y fidelidad: ésta es la gracia que debemos pedir esta semana”.

(María Fernanda Bernasconi – RV).

Fuente:: News.va

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El próximo domingo, 1 de diciembre, se celebra el Primer Domingo de Adviento y el equipo de jóvenes que desde hace un año acompaña este tiempo litúrgico a través de las Redes Sociales, ha publicado ya el material para la oración y la reflexión de cada día.

A modo de Catálogo de la Agencia de Viajes HALCONtigo, proponen las lecturas de cada día, con algún texto, música o imagen que ayude a la oración. El objetivo es caminar juntos a través de Facebook y Twitter, por este tiempo de espera.

Se trata un proyecto intercongregacional promovido por jóvenes de distintos Institutos, que tuvo su origen hace 2 años con la propuesta De camino a la Pascua.

Los materiales están muy cuidados, y la propuesta es muy atractiva. Aunque se podrá ir siguiendo todo a través de la página de Facebook 

https://www.facebook.com/decaminoabelen

los materiales también están disponibles en el siguiente enlace

http://issuu.com/halcontigo/docs/halcontigo_es?e=10040400/5786201

(CONFER)

Fuente:: SIC

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1_0_750712A mediodía de este jueves 28 de noviembre el Santo Padre Francisco ha recibido en la Sala Clementina a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso, con el presidente del dicasterio, Cardenal Jean-Louis Tauran.

El Santo Padre hablando de la relación entre las distintas religiones y sacando a colación su reciente Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, ha dicho que “una actitud de apertura en la verdad y el amor debe prevalecer en el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los diversos obstáculos y dificultades, especialmente el fundamentalismo de ambas partes”. Sólo hay una manera de superar los obstáculos: el diálogo, marcado por la amistad y el respeto.

“Dialogar no significa renunciar a la propia identidad cuando se va al encuentro del otro, ni tampoco ceder a compromisos en la fe y la moral cristiana. Por el contrario, “la verdadera apertura implica permanecer firmes en las propias convicciones más profundas, con una identidad clara y alegre” y por lo tanto abierta a comprender las razones de los demás, capaz de las relaciones humanas respetuosas, convencidos de que el encuentro con los que son diferentes a nosotros puede ser una oportunidad para el crecimiento en la fraternidad, el enriquecimiento y el testimonio”.

Es por esta razón, dijo el Papa, que “el diálogo interreligioso y la evangelización no se excluyen, sino que se alimentan mutuamente”.

“No impongamos nada, no utilicemos ninguna estrategia solapada para atraer a los fieles, sino que demos testimonio con alegría y sencillez de lo que creemos y lo que somos. De hecho, un encuentro en el que cada uno dejara a un lado lo que cree, fingiendo renunciar a lo más preciado, ciertamente no sería una auténtica relación. En este caso se podría hablar de una fraternidad fingida. Como discípulos de Jesús, debemos esforzarnos en superar el miedo, siempre dispuestos a dar el primer paso, sin desanimarse ante las dificultades e incomprensiones”.

Tampoco es constructivo para el diálogo entre las diversas tradiciones religiosas, dijo Francisco, el difundido pensamiento según el cual la convivencia solo es posible ocultando la propia pertenencia religiosa, encontrándose en una especie de espacio neutral, carente de referencias a la trascendencia.

“También aquí: ¿cómo sería posible crear relaciones de confianza, construir una sociedad que sea una auténtica casa común, dejando a un lado lo que cada uno considera ser una parte íntima de su ser? No se puede pensar en una fraternidad de “laboratorio”. Por supuesto, es necesario que todo se realice en el respeto de las creencias de los demás, incluso de aquellos que no creen, pero hay que tener el coraje y la paciencia de acercarnos entre sí por lo que somos. El futuro está en la convivencia respetuosa de la diversidad, no en la homologación de un pensamiento único teóricamente neutral. Por lo tanto, es imprescindible el reconocimiento del derecho fundamental a la libertad religiosa, en todas sus dimensiones”.

(ER RV)

Fuente:: SIC

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Mondoñedo-Ferrol pastoral juvenilLa  Jornada Interdiocesana de Pastoral Juvenil, organizada por la Delegación de Pastoral Juvenil y de la Infancia de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol,  se celebrará este sábado día  30 de noviembre bajo el lema “Salir a las periferias existenciales de los jóvenes”, un lema que los organizadores han escogido en consonancia con el espíritu de la Nueva Evangelización.

Más de 450 jóvenes llegados de todos los rincones de las diócesis gallegas se darán cita en el nuevo templo parroquial de Sta. Mª de Caranza-Ferrol el próximo sábado, desde las diez de la mañana, para participar en la Jornada juvenil más esperada del año, que contará con cine, talleres, el Camino de Santiago, la experiencia de las Cenas Alpha, renovación carismática..

Durante la jornada, destinada a jóvenes, agentes de pastoral, catequistas, sacerdotes, consagrados, y todos los que participan de esta pastoral,  habrá talleres relacionados con experiencias de anuncio y evangelización. El Arzobispo de Santiago, Mons. Julián Barrio, acercará a los asistentes la necesidad de salir a las periferias urbanas. Otros temas que se expondrán y debatirán  a lo largo de la jornada se refieren a la acogida cristiana en el Camino de Santiago, iniciativas de primer anuncio en parroquias urbanas, las experiencias de Cenas Alpha y un acercamiento a la naturaleza y manifestaciones de la New Age y nuevas espiritualidades presentes en la sociedad.

Asimismo se proyectará la película “Un Dios prohibido”, a la que seguirá un taller sobre Cine y la Nueva Evangelización con la presencia de los productores de la película.

Los actos darán comienzo el sábado día 30 de noviembre a partir de las 10:00 horas, en los locales de la Iglesia de Santa María de Caranza (Avda. Castelao, esquina Juan de Austria, en Ferrol).

Fuente:: SIC

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El futuro está en la convivencia respetuosa de la diversidad entre las religiones
(RV).- A mediodía el Santo Padre Francisco ha recibido en la Sala Clementina a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso, con el presidente del dicasterio, Cardenal Jean-Louis Tauran.
El Santo Padre hablando de la relación entre las distintas religiones y sacando a colación su reciente Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, ha dicho que «una actitud de apertura en la verdad y el amor debe prevalecer en el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los diversos obstáculos y dificultades, especialmente el fundamentalismo de ambas partes». Sólo hay una manera de superar los obstáculos: el diálogo, marcado por la amistad y el respeto.
“Dialogar no significa renunciar a la propia identidad cuando se va al encuentro del otro, ni tampoco ceder a compromisos en la fe y la moral cristiana. Por el contrario, «la verdadera apertura implica permanecer firmes en las propias convicciones más profundas, con una identidad clara y alegre» y por lo tanto abierta a comprender las razones de los demás, capaz de las relaciones humanas respetuosas, convencidos de que el encuentro con los que son diferentes a nosotros puede ser una oportunidad para el crecimiento en la fraternidad, el enriquecimiento y el testimonio”.
Es por esta razón, dijo el Papa, que “el diálogo interreligioso y la evangelización no se excluyen, sino que se alimentan mutuamente”.
“No impongamos nada, no utilicemos ninguna estrategia solapada para atraer a los fieles, sino que demos testimonio con alegría y sencillez de lo que creemos y lo que somos. De hecho, un encuentro en el que cada uno dejara a un lado lo que cree, fingiendo renunciar a lo más preciado, ciertamente no sería una auténtica relación. En este caso se podría hablar de una fraternidad fingida. Como discípulos de Jesús, debemos esforzarnos en superar el miedo, siempre dispuestos a dar el primer paso, sin desanimarse ante las dificultades e incomprensiones”.
Tampoco es constructivo para el diálogo entre las diversas tradiciones religiosas, dijo Francisco, el difundido pensamiento según el cual la convivencia solo es posible ocultando la propia pertenencia religiosa, encontrándose en una especie de espacio neutral, carente de referencias a la trascendencia.
“También aquí: ¿cómo sería posible crear relaciones de confianza, construir una sociedad que sea una auténtica casa común, dejando a un lado lo que cada uno considera ser una parte íntima de su ser? No se puede pensar en una fraternidad de «laboratorio». Por supuesto, es necesario que todo se realice en el respeto de las creencias de los demás, incluso de aquellos que no creen, pero hay que tener el coraje y la paciencia de acercarnos entre sí por lo que somos. El futuro está en la convivencia respetuosa de la diversidad, no en la homologación de un pensamiento único teóricamente neutral. Por lo tanto, es imprescindible el reconocimiento del derecho fundamental a la libertad religiosa, en todas sus dimensiones”.
ER RV

Fuente:: News.va

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Antonio Mª Rouco VarelaMons. Antonio Mª Rouco Varela      El camino de la fe lleva al hombre que cree en la Palabra de Dios a una conclusión final: Jesucristo es el Rey del Universo. El verdadero creyente profesa y proclama que Jesucristo es el Rey del Universo como la suprema verdad que ilumina toda la existencia del hombre sobre la tierra: su origen, su fundamento, su destino, su fin último. Todos los grandes enigmas que envuelven la existencia humana y que el hombre con su sola razón no sabe ni puede resolver, quedan aclarados por Jesucristo “imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura” (Col 1,15). Hoy nuestro Santo Padre Francisco clausura el Año de la Fe, iniciado por su predecesor el Papa Benedicto XVI, el 11 de octubre del pasado año, en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Un Año de la Fe que en Madrid hemos querido vivir con ánimo e impulso “misionero”, alentados por la experiencia espiritual y apostólica de la Jornada  Mundial de la Juventud Madrid 2011: “una verdadera cascada de luz”, “una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo”, “una nueva evangelización vivida” (Benedicto XVI, Audiencia General, 24 de agosto de 2011; Discurso a la Curia Romana con motivo de las felicitaciones de Navidad, 22 de diciembre de 2011).

Con “Misión-Madrid” tratamos de responder a la llamada del Papa en el año 2012/2013 y nos proponemos seguir haciéndolo en el presente curso 2013/2014. Hemos hecho balance de los frutos de evangelización cosechados hasta ahora en nuestra Carta sobre “Un nuevo Curso Pastoral de la Misión-Madrid” del pasado 15 de junio. Ya inmersos en él con la intensa preparación de la misión en los Colegios y con las iniciativas emprendidas para dinamizar con un nuevo y fresco espíritu misionero, sobre todo a nuestras comunidades parroquiales, es bueno volver a plantearse la pregunta de si Jesucristo, el Redentor del hombre, el Rey del Universo, ha constituido el centro de nuestra vida espiritual, de nuestra acción pastoral y de nuestro testimonio cristiano en la sociedad y ante el mundo. Porque no podemos olvidar lo que Benedicto XVI advertía al convocar el Año de la Fe: “Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso cristiano, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como presupuesto obvio de la vida común. De hecho este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado” (Porta Fidei, 1). Y es negado en su núcleo y objeto central: Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros, muerto y resucitado por nuestra salvación. El ateísmo y el agnosticismo contemporáneos incluyen en sus negaciones e “ignorancias” a Dios y a Aquél a quien ha enviado, a Nuestro Señor Jesucristo. Lo niegan e ignoran en la teoría y en la práctica. En el fondo intelectual y existencial de sus teorías y actitudes se esconde la afirmación del poder absoluto del hombre sobre sí mismo y sobre toda la realidad que le circunda sin límite de espacio y de tiempo, es decir, se encuentra la concepción y el ideal del “super hombre”, a quien estorba Dios y a quien estorba, muy especialmente, el “Dios con nosotros”, clavado y muerto en una cruz, resucitado y Señor de cielo y tierra. El fruto pastoral de toda evangelización y de cualquier empeño misionero de la Iglesia ?con especial urgencia y gravedad en nuestro tiempo? tiene una medida y un punto de partida decisivo para que pueda lograrse, expresado lapidariamente por Pablo VI: “No hay evangelización verdadera mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el misterio de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios” (Evangelii Nuntiandi, 4). Anuncio de palabra y testimonio de vida que transparente la palabra de la vida. Anuncio, que le trasluzca a Él, el Redentor del hombre: a Él, ¡Jesucristo Rey del Universo!

La pregunta planteada, cuando estamos poniendo en marcha nuestro segundo año de “Misión-Madrid”, y en este Domingo, último del Año Litúrgico, en el que la Iglesia celebra la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, se nos llena de la plenitud del significado del Reinado de Cristo para nuestras vidas y las de todos nuestros contemporáneos: ¿es en Cristo, en quien enraizamos nuestro pensamiento, nuestra memoria, nuestra voluntad, por la fe profesada, confesada y vivida en la Comunión de la Iglesia? ¿Podemos afirmar sinceramente, sin reserva alguna, que es la Iglesia “el aire en el que mi fe respira y el suelo sobre el que se yergue”, que “Ella es propiamente la que cree”, que “la Iglesia cree en mí”? (Romano Guardini, Vom Leben des Glaubens, 133). Puesto que “lo que se comunica en la Iglesia, lo que se trasmite en su Tradición viva, es la luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca a la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su voluntad y su afectividad, abriéndola a relaciones vivas en la comunión con Dios y con los otros” (Papa Francisco, Lumen Fidei, 40).

 

He aquí, nuestro principal reto para la “Misión-Madrid” en el curso pastoral 2013/2014 en la perspectiva abierta por el Año de la fe, que hoy concluye, y actualizada por el Magisterio del Papa Francisco: ¡anunciar a Jesucristo y darlo a conocer con obras y palabras a los niños y a los jóvenes de Madrid!; ¡ofrecerlo de nuevo a las familias madrileñas como el infinita y tiernamente cercano en todas sus situaciones personales y sociales, dolorosas y problemáticas ?aunque también en las gozosas y esperanzadoras? en las que se encuentran! “«¡Qué bien se está aquí!», poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida”. Así glosaba el Papa Francisco para los jóvenes de la JMJ Río de Janeiro 2014, el Evangelio de la Transfiguración (Papa Francisco, Homilía en el acto de acogida de la Jornada Mundial de la Juventud, 25 de julio de 2013). Sí, una excelente exhortación para la “Misión-Madrid 2013-2014”, que cobra un relieve espiritual y apostólico y una amplitud y profundidad evangelizadora singulares contemplando a Jesucristo Rey del Universo y uniéndose a la plegaria de la Iglesia, dirigida al Padre en la Liturgia de su Solemnidad: “haz que toda la creación, liberada de la esclavitud del pecado, sirva a tu majestad  y te glorifique sin fin”.

Con María Reina, junto a su Divino Hijo, Madre y Señora nuestra, al pie de la Cruz, nos será fácil edificar y enraizar nuestras vidas y nuestro apostolado en Él, “firmes en la fe”. ¡Pidámoselo de corazón a esa Divina Madre, María, a quien invocamos en Madrid tiernamente como Nuestra Señora de La Almudena!

Con todo afecto y con mi bendición,

+ Antonio Mª Rouco Varela

Cardenal Arzobispo de Madrid

Fuente:: Mons. Antonio Mª Rouco Varela

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Mons. Joan PirisMons. Joan Piris      En todas partes se habla hoy de formación y de la necesidad de la formación permanente, de actualizarse, de ponerse al día… Ciertamente, la formación es una necesidad pero también es una tarea delicada, como podrán acreditar tantos formadores.

En la Iglesia, la formación concierne a todos los bautizados porque todos estamos llamados a ejercer un ministerio y, para hacerlo bien, necesitamos unir la reflexión y la acción: “¿Quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos y a ver si tiene para acabarla?” (Lc 14, 28).

En la Iglesia de Lleida, como en todas partes, nos esforzamos en preparar a los que llamamos agentes de pastoral y animadores de comunidad. Se trata de una formación para la Misión pero, aunque les dedicamos una atención particular durante al menos dos cursos, no intentamos formar especialistas sino acompañar a unos cristianos/as a conseguir una madurez particular consistente en armonizar mentalidad (actitudes) y acción (unidad de vida) en función de la Misión que deben desarrollar.

“La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad cada vez mayor para vivirla, en el cumplimiento de la propia misión. Esta vocación y misión personal definen la dignidad y la responsabilidad de cada fiel laico y constituyen el punto de apoyo de toda la obra formativa, ordenada al reconocimiento gozoso y agradecido de tal dignidad y al desempeño fiel y generoso de tal responsabilidad” (Christifideles Laici 58).

Todos los dones que hemos recibido deben vivirse orientados al bien común, conociendo el mundo en que vivimos, meditando y buscando, a la luz del Evangelio, las actitudes que debemos tener y procurando responder con creatividad a las diversas situaciones para contribuir al crecimiento del Reino. Por ello, la columna vertebral de la formación cristiana es la Lectura creyente de los Signos de los Tiempos: o sea, aprender a discernir en cada situación qué respuesta debemos dar a las llamadas del Señor que sigue presente y actuante en la historia humana. Y un aprendizaje que debe hacerse en diálogo, en relación con los demás, en un espacio comunitario, procurando la unidad de vida en torno al Evangelio, creciendo en fraternidad y en un estilo de relaciones que ayude a crecer en comunión y en tendencia hacia la unidad. Esta manera de hacer es en sí misma ya un testimonio lleno de significado.

Estamos preparando un grupo de dieciséis personas y, el próximo mes de enero, queremos empezar una segunda promoción. Ciertamente, pedimos que los candidatos/as sean presentados por su comunidad cristiana. Esto puede parecer una cierta selección, pero no se trata de favorecer que algunos tengan mayor poder en la Iglesia porque saben más. Se trata de acompañar a personas con una cierta vocación y vinculación eclesial, ayudando a crecer en la vitalidad de su fe, a descubrir los talentos que han recibido de Dios, y encontrar ocasiones de ponerlos al servicio de los hermanos en una Iglesia cada vez más ministerial y corresponsable.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola,

Obispo de Lleida

Fuente:: Mons. Joan Piris

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Mons. Juan del RíoMons. Juan del Río     El ser humano tiene un derecho inalienable a su propia intimidad. No hay nada más incómodo que cuando nos sentimos observados con maledicencia por los otros. Llevar el control de la vida de los demás es un “deporte” muy común. Los sofisticados medios de investigación y vigilancia entre los Estados están muy de actualidad, y en ocasiones producen escándalos, con la consecuente alarma social. Así, ponemos vigilantes por todos los sitios, pero el hombre se ha olvidado de vigilarse a sí mismo.

Sin embargo, cuando la fe cristiana afirma que Dios es omnipresente, que vivimos y existimos en su divina presencia, nada tiene que ver con sentirnos vigilados por un Ser supremo que aguarda nuestras caídas, sino que es todo lo contrario: Él nos protege con su amor, ilumina nuestra mente, cuida de nuestros pasos, y respeta la libertad humana de tal modo, que dirá san Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Ahora comenzamos el Año litúrgico con el tiempo de Adviento que corresponde a las cuatros semanas que anteceden al Nacimiento del Hijo de Dios. Ya las iglesias de Hispania y Galia conocieron durante el siglo IV un periodo de preparación espiritual para las fiestas de la Navidad y Epifanía, será en el pontificado de Gregorio Magno (590-604) cuando se consagra como la llamada anual a la espera vigilante de la venida de Cristo, que vino en carne mortal en Belén, que vendrá al final de los tiempos y que viene constantemente en los sacramentos de la Iglesia. Los modelos de esta expectación de gozo y conversión, nos la ofrecerá la Palabra de Dios de estos días: el profeta Isaías, Juan el Bautista, María y José.

La vida se va en “un suspiro”. No sabemos el momento de nuestra partida, cuando demos cuenta a Dios de nuestras acciones. Nadie tiene seguro que el pecado o equivocación que ha cometido tal persona, no se pueda dar en mí. Toda la predicación evangélica que es una continua llamada a estar en actitud vigilante contra los enemigos de la fe, pero también contra la complicidad que ofrecen nuestra malas inclinaciones: “vigilad y orad para no caer en la tentación, porque si bien el espíritu está bien dispuesto, la carne es débil” (Mt 26,41). San Pablo compara esta vigilancia a la de un soldado que ha de estar bien armado para que no se deje sorprender (cf. 1Tes 5,4—11).

Somos un misterio para cada unos de nosotros. La virtud de la vigilancia tiene su raíz en el conocimiento de uno mismo. Es necesario no asustarse de entrar “en la bodega interior”. A tener muy presente nuestra débil naturaleza humana. Debemos ser conocedores de la gran tendencia a adormecernos con las cosas materiales y los afectos desordenados. Cuando no vigilamos nuestro mundo interior, fácilmente sucede que nos quedamos ciegos para las cosas de Dios,  olvidamos los grandes valores humanos y caemos en la soberbia de la vida.

El tiempo de Adviento “espolea”  nuestro sentimiento y voluntad para que estemos atentos a las insidias del diablo, a huir de la mundanización,  a no infravalorar que el vértigo de la pasión ciega la mente y a no dejarse dominar por el miedo. Para ello es necesario, intensificar la oración, haced un buen examen de conciencia y confesión, perseverar en el bien obrar, estar atentos a las pequeñas cosas de cada día, y crecer en generosidad con todos, principalmente con los más pobres. En fin, como dice san Bernardo: “Me pondré de centinela de mi mismo, me plantaré en la atalaya, vigilaré, porque la vida presente es tiempo de lucha”.

+ Juan del Río Martín

Arzobispo Castrense de España

Fuente:: Mons. Juan del Río

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Mons. Atilano RodríguezMons. Atilano Rodríguez     Los profetas anunciaron a un Dios atento a las necesidades y vicisitudes del Pueblo elegido. El Dios de Israel no permanece alejado del mundo ni se olvida de la suerte de los hombres, sino que viene para quedarse con ellos y para acompañar su camino. Dios respeta la libertad humana hasta el extremo, pero no deja de buscar a sus hijos porque desea encontrarse con ellos para ofrecerles la liberación del pecado, de la muerte y de todo lo que impide su verdadera felicidad.

Este Dios, anunciado por los profetas, para mostrar su cercanía y amor a los hombres, en el momento culminante de la historia asume la condición humana en todo menos en el pecado. En Jesús de Nazaret, Dios hizo su entrada en el mundo hace veinte siglos en pobreza y humildad. Al final de los tiempos volverá con poder y majestad para juzgar a vivos y muertos.

Pero, entre la primera y la última venida, tienen lugar otras muchas venidas del Señor al corazón de los hombres y a la comunidad cristiana. Él no cesa de venir constantemente a nosotros por medio de su Palabra, de los Sacramentos, de los hermanos más necesitados y de tantos buenos samaritanos que no dudan en dejarlo todo para compartir su tiempo, su vida y sus bienes con quienes experimentan la soledad y la pobreza.

El tiempo litúrgico del Adviento nos recuerda que es urgente ponerse en camino hacia el Dios que viene a nosotros para mostrarnos su amor, perdonar nuestros pecados y ofrecernos su salvación. No podemos dejarnos atrapar por la indiferencia y el desinterés que, en ocasiones, percibimos en algunos hermanos ante las constantes venidas de Dios a nuestro mundo.

Ante el olvido de Dios y la indiferencia religiosa de muchos bautizados, los cristianos tendríamos que preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Él? ¿Qué pasos vamos a dar para que este encuentro se haga real y concreto? Podemos tener deseos de que Dios entre en nuestra vida y nos muestre su rostro, pero la preocupación por tantas cosas secundarias y pasajeras puede llevarnos a permanecer distraídos ante la venida del único Rey y Señor que puede ofrecernos sentido, esperanza, perdón y salvación.

Para salir a su encuentro es preciso que busquemos tiempos de silencio y soledad. Sólo, si huimos de los ruidos exteriores y hacemos silencio interior, podremos escuchar la llamada de Dios a permanecer en su amistad y a participar de su misma vida. Por eso, durante el tiempo litúrgico del Adviento, la Iglesia nos invita a todos los cristianos a intensificar la vida de oración y a practicar las buenas obras para permanecer despiertos, atentos y vigilantes al paso del Señor por nuestras vidas. Así podremos ofrecerle la humilde posada de nuestro corazón para que nazca y permanezca en él.

Vivamos este tiempo de Adviento como un regalo de Dios, examinemos nuestra conciencia y salgamos de las tinieblas del pecado para que las obras de la luz brillen en nuestros comportamientos. Acompañados por la Santísima Virgen, que llevó en su seno al Redentor del mundo, esperémoslo y acojámoslo también nosotros en lo más profundo de nuestro corazón con fe y amor renovados.

Con mi saludo cordial, feliz tiempo de Adviento

+ Atilano Rodríguez

Obispo de Sigüenza-Guadalajara

Fuente:: Mons. Atilano Rodríguez

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El gozo del EvangelioMons. Jesús Sanz     Que la ciudad se pueda llenar de alegría, era lo que asomados a esa escena de primitivo cristianismo que describen los Hechos de los Apóstoles nos proponíamos los cristianos de Asturias. Lo que fue el título de mi larga carta pastoral como exhortación postsinodal, marcó también el rumbo del vigente Plan Pastoral diocesano. La alegría, sí, la alegría. Porque de lo contrario la tristeza tiene una pesada insistencia en la vida de tantas personas, de enteras familias sumidas en el cansancio y la desesperanza al no ver salida a sus túneles oscuros en donde hay demasiado llanto y pocas sonrisas.

El Papa Francisco nos acaba de regalar una importante exhortación apostólica al hilo de la nueva evangelización del sínodo que se celebró en Roma hace un año. Es su primera carta de esta índole, y la clave escogida ha sido precisamente unir gozo y evangelización, es decir, cómo anunciar el Evangelio tiene que despertar precisamente la alegría. Así comienza este largo documento llamado Evangelii Gaudium: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son li­berados del pecado, de la tristeza, del vacío inte­rior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».

Y esto es lo que sucedió en los albores cristianos cuando, como siempre, la tristeza tiene nombre reconocible, tiene calle por la que transita y tiene calendario que la hace contemporánea de cada cual. Si la ciudad se llenó de alegría es que algo sucedió en esas vidas, Alguien aconteció en medio de ellas. Porque es una expresión que relata un acontecimiento en un tramo concreto de la historia cristiana. No se trata de una quimera, ni siquiera de un legítimo deseo, sino de algo que ha cambiado la vida de personas y ha transformado el claroscuro de una comunidad. La tradición de la Iglesia no ha dejado de volver a verificarlo con sorpresa y gratitud: ver que una circunstancia puede ser renovada por la gracia de un don que inmerecidamente se regala a quien lo pide, a quien lo espera, a quien lo reconoce. Hay un cambio profundo que no es fruto del cálculo ni de una estrategia, sino de algo más grande y más gratuito que proviene de la providente misericordia de Dios.

El Papa Francisco hace un certero diagnóstico: «el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y per­manente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado».

Estamos de enhorabuena, porque es todo un programa que nos devuelve la indómita tensión de la alegría para la que hemos nacido: «al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descu­bre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos… ¡Nos hace tan­to bien volver a Él cuando nos hemos perdido! Insisto una vez más: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia». Esta es la razón de nuestra alegría.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

@jesussanzmontes

Fuente:: Mons. Jesús Sanz

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