Católicos en Corea del Sur elevan oraciones por Corea del Norte al iniciar el año

Seúl (Jueves, 02-01-2014, Gaudium Press) A través de un mensaje especialmente dirigido a los católicos con motivo del inciio del año 2014, el Arzobispo de Seúl, Corea del Sur, Mons. Andrew Yeom Soo-jung, invitó a los fieles a «orar especialmente por nuestros hermanos y hermanas en el Norte (bajo el régimen comunista), de forma que el Señor les regale abundantes bendiciones de amor, compasión y gracia». La Iglesia no puede operar en ese país, en el cual no hay sacerdotes ni Obispos residentes y cuyas diócesis, preservadas por la Santa Sede son presididas por prelados en Corea del Sur.

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Mons. Andrew Yeom Soo-jung, Arzobispo de Seúl, Corea del Sur. 

Mons. Yeom Soo-jung extendió su bendición sobre los fieles de Seúl y los motivó a buscar la auténtica felicidad que reside en el espíritu. «Si somos agradecidos por lo que tenemos, si lo compartimos con los demás, encontramos la alegría fácilmente a través de la vida de nuestros prójimos», enseñó.

«Muchas personas, sin embargo, encuentran difícil estar alegres porque son muy egoístas», alertó el prelado, quien recordó la disposición humilde pregonada por Jesucristo en las bienaventuranzas. La auténtica alegría proviene de «vivir una vida humilde y ponernos completamente en las manos de Dios. Esta es la verdad sobre la felicidad que no deberíamos olvidar».

El Arzobispo también motivó a los surcoreanos a reproducir en sus vidas el ejemplo ofrecido por el Niño Jesús, la Santísima Virgen y San José. «Oro para que todos podamos seguir el ejemplo de la Sagrada Familia», concluyó. «La Sagrada Familia fue pequeña y ordinaria, pero era fuerte en la fe; hizo que grandes milagros sucedieran a través del amor y el compartir. Para ser como ellos es importante que comencemos amando nuestras propias familias».

Con información de Asia News.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Ciudad del Vaticano (Jueves, 02-01-2013, Gaudium Press) Durante la homilía proferida ayer, en la celebración de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco comenzó haciendo el elogio de la Bendición especial que la Iglesia da a los fieles al inicio del Año, «palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: ‘Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26)».

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Foto: Radio Vaticano

La esperanza que porta tal bendición, no es una «esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente», afirmó el Papa.

Ésta bendición dio su fruto más elevado en la Virgen, destinada a ser la Madre de Dios, «el título principal y esencial de la Virgen María».

Tras recordar la fe que el pueblo fiel manifestó durante el Concilio de Éfeso, cuando se proclamó el dogma de la maternidad divina, el Pontífice afirmó que «nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: ‘He ahí a tu madre’ (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás».

«La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría».

Finalmente, a la Virgen el Papa encomendó «nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia, de paz y de Dios; y la invocamos todos juntos, imitando a nuestros hermanos de Éfeso. Digamos juntos por tres veces: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! Amén».

Con información de Radio Vaticano

Fuente:: Gaudium Press

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Roma (Jueves, 02-01-2014, Gaudium Press) Ayer, en la solemnidad de María Madre de Dios los feligreses que rendían tributo a la Virgen en la Basílica pontificia de Santa María la Mayor tuvieron una gran sorpresa: junto a ellos, y para el mismo oficio cultual, se encontraba el Papa Francisco.

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Foto: News.va

Esto ocurrió en la tarde de ayer, después de la homilía en el Vaticano en la que el Papa hizo mención también de la Virgen ‘Salus Populi Romani’, que se encuentra en esa, la Basílica Marial por excelencia.

La visita pontificia tenía un carácter privado. Esto fue rápidamente reconocido por los visitantes de la Basílica, que respetaron de forma delicada, el recogimiento del Papa en la oración. Entre quienes demostraban su entusiasmo por la llegada del Papa se destacaron particularmente los jóvenes.

El Papa había tomado posesión de la Basílica

En su visita a la Basílica, el 4 de mayo pasado, cuando tomó posesión de la misma, el Pontífice había destacado tres características del amor maternal de la Virgen María. «María es madre y una madre se preocupa sobre todo por la salud de sus hijos…. La Virgen custodia nuestra salud. ¿Qué quiere decir esto? Pienso sobre todo en tres aspectos: nos ayuda a crecer, a afrontar la vida, a ser libres», había explicado el Papa.

En esa ocasión, el Pontífice rezó el Santo Rosario, además de la mencionada catequesis marial.

Con información de Radio Vaticano

 

Fuente:: Gaudium Press

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Un niño refugiado vietnamita, atiende hoy espiritualmente a evacuados de Fukushima

Fukushima (Jueves, 02-01-2014, Gaudium Press) El desastre de Fukushima está aún presente en la memoria colectiva, entre otras razones porque es un capítulo no enteramente cerrado. En marzo de 2011, un terremoto asoló al Japón, ocasionando en la central nuclear de esa ciudad liberación de radiación al exterior, lo que motivó el desalojo de numerosas personas, que aún hoy se encuentran en viviendas temporarias.

La Iglesia, siempre muy presente con su ayuda en todo tipo de catástrofes, tampoco ha abandonado a estas personas, varias de ellas en estados depresivos y con tendencia al aislamiento. Entretanto, lo que no saben muchos beneficiarios de estas atenciones, es que uno de los sacerdotes que los cuida, es a su turno, también un refugiado.

El P. Nguyen Quang Thuan va continuamente hacia las personas ubicadas en alojamientos temporarios de Iwaki, en la jurisdicción de Fukushima. Para ellos fue creado un «outreach café», un café de sensibilización.

Todos los días el P. Thuan reza con los evacuados, los escucha, trata de ayudarlos a salir del aislamiento, busca que se relacionen con los demás. Su labor se desarrolla en 10 complejos habitacionales, y junto con voluntarios católicos del lugar trabaja fuertemente. «Los evacuados -explica- se preguntan con preocupación si podrán en el futuro volver a sus casas. Yo trato de ser positivo con ellos sobre su futuro, si bien es sólo un poco lo que hago».

Fue cuando tenía 5 años que el P. Thuan debió salir de Vietnam junto a su familila, temiendo persecuciones por parte de los comunistas. Fue uno de los casi un millón y medio de personas que escaparon de Vietnam, Laos y Camboya después de 1975, por la vía del mar, los «boat people».

Su barca fue asaltada por una embarcación sin bandera, que iba en busca de dinero, una experiencia traumática. «No logro ver películas de piratas», revela el sacerdote. Tras una semana de incierta travesía la barcaza llegó a Indonesia, a la isla de Galang. Después de dos años en campos de refugiados, en que la familia estuvo dispersa, finalmente se reencontraron juntos en Japón, recibidos por la Iglesia católica que hacía presencia en Miyazaki.

Tras no pocos esfuerzos, el P. Thuan se hizo admitir en la facultad de ciencias humanistas de la Universidad de Nanzan. «He querido dedicarme a los otros haciéndome cura como el sacerdote que recibió a mi familia», dice.

«Los evacuados llegan a los alojamientos temporáneos para escapar de las radiaciones. También yo me escapé de mi país y llegué aquí. Muchas personas me han ayudado a llegar adonde estoy ahora. Es natural para mí ayudar a los otros», declara el Padre.

Con información de Fides

Fuente:: Gaudium Press

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San Salvador (Jueves, 02-01-2013, Gaudium Press) Mons. José Luis Escobar, Arzobispo de San Salvador, ha manifestado abiertamente su apoyo a la marcha «Familia, santuario de la vida», realizada el 28 de diciembre pasado, día de los santos inocentes.

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La marcha, que trascurrió entre la plaza Salvador del Mundo y la plaza Gerardo Barrios, en San Salvador, fue organizada por la entidad Red Familia, y acogió a 10.000 personas aproximadamente. El ‘leit motiv’ del evento fue hacer una defensa de la vida humana y pedir que constitucionalmente se decrete el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.

«Ciertamente, la convocatoria era para todas aquellas personas de buena voluntad, la marcha tuvo un buen efecto y el interés es más allá que el interés político, que fue defender la vida, defender a la familia», dijo Mons. Escobar.

El arzobispo manifestó que toda acción encaminada a defender los valores de familia será apoyada por la Iglesia, que busca la unión de los hogares salvadoreños.

«Cualquier evento que se haga en defensa de los valores, la Iglesia lo va a apoyar», recalcó el arzobispo.

Según Mons. Escobar, la fecha de la marcha es escogida intencionalmente, pues el conmemorar a los infantes asesinados por el rey Herodes permite que los hombres tengan una mayor conciencia de lo importante que es la vida y por eso la Iglesia se une a «todas aquellas personas que defienden la vida».

Con información de Infocatolica

 

Fuente:: Gaudium Press

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A la hora del Ángelus el Papa invitó a poner nuestras esperanzas con confianza filial en las manos de María, Madre del Redentor
(RV).- Una vez concluida la Santa Misa de la Solemnidad de María Madre de Dios, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la ventana de su estudio frente a la Plaza de San Pedro. El Obispo de Roma dirigió sus más cordiales felicitaciones al inicio del nuevo año, son sus deseos de paz y de todo bien. Deseo, dijo, que es el de la Iglesia y de todo cristiano, y que no está ligado a ese sentido un poco mágico y fatalista de un nuevo ciclo que comienza, porque sabemos que la historia tiene un centro que es Jesucristo, encarnado, muerto y resucitado, y tiene un fin, el Reino de Dios, Reino de paz, de justicia, de libertad en el amor, con la fuerza del Espíritu Santo. (MFB – RV).

Fuente:: News.va

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Encomendamos a María nuestras necesidades y las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz, pide el Papa en la Solemnidad de la Madre de Dios
(RV).- El Pontífice presidió esta mañana la Eucaristía del primero del año en la Basílica de San Pedro en la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios y en la 47ª Jornada Mundial de la Paz. (MFB – RV).

Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco

La primera lectura que hemos escuchado nos propone una vez más las antiguas palabras de bendición que Dios sugirió a Moisés para que las enseñara a Aarón y a sus hijos: «Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz» (Nm 6,24-26). Es muy significativo escuchar de nuevo esta bendición precisamente al comienzo del nuevo año: ella acompañará nuestro camino durante el tiempo que ahora nos espera. Son palabras de fuerza, de valor, de esperanza. No de una esperanza ilusoria, basada en frágiles promesas humanas; ni tampoco de una esperanza ingenua, que imagina un futuro mejor sólo porque es futuro. Esta esperanza tiene su razón de ser precisamente en la bendición de Dios, una bendición que contiene el mejor de los deseos, el deseo de la Iglesia para todos nosotros, impregnado de la protección amorosa del Señor, de su ayuda providente.
El deseo contenido en esta bendición se ha realizado plenamente en una mujer, María, por haber sido destinada a ser la Madre de Dios, y se ha cumplido en ella antes que en ninguna otra criatura.
Madre de Dios. Este es el título principal y esencial de la Virgen María. Es una cualidad, un cometido, que la fe del pueblo cristiano siempre ha experimentado, en su tierna y genuina devoción por nuestra madre celestial.
Recordemos aquel gran momento de la historia de la Iglesia antigua, el Concilio de Éfeso, en el que fue definida con autoridad la divina maternidad de la Virgen. La verdad sobre la divina maternidad de María encontró eco en Roma, donde poco después se construyó la Basílica de Santa María «la Mayor», primer santuario mariano de Roma y de todo occidente, y en el cual se venera la imagen de la Madre de Dios —la Theotokos— con el título de Salus populi romani. Se dice que, durante el Concilio, los habitantes de Éfeso se congregaban a ambos lados de la puerta de la basílica donde se reunían los Obispos, gritando: «¡Madre de Dios!». Los fieles, al pedir que se definiera oficialmente este título mariano, demostraban reconocer ya la divina maternidad. Es la actitud espontánea y sincera de los hijos, que conocen bien a su madre, porque la aman con inmensa ternura.
María está desde siempre presente en el corazón, en la devoción y, sobre todo, en el camino de fe del pueblo cristiano. «La Iglesia… camina en el tiempo… Pero en este camino —deseo destacarlo enseguida— procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María» (JUAN PABLO II, Enc. Redentoris Mater, 2). Nuestro itinerario de fe es igual al de María, y por eso la sentimos particularmente cercana a nosotros. Por lo que respecta a la fe, que es el quicio de la vida cristiana, la Madre de Dios ha compartido nuestra condición, ha debido caminar por los mismos caminos que recorremos nosotros, a veces difíciles y oscuros, ha debido avanzar en «la peregrinación de la fe» (CONC. ECUM. VAT. II, Const. Lumen gentium, 58).
Nuestro camino de fe está unido de manera indisoluble a María desde el momento en que Jesús, muriendo en la cruz, nos la ha dado como Madre diciendo: «He ahí a tu madre» (Jn 19,27). Estas palabras tienen un valor de testamento y dan al mundo una Madre. Desde ese momento, la Madre de Dios se ha convertido también en nuestra Madre. En aquella hora en la que la fe de los discípulos se agrietaba por tantas dificultades e incertidumbres, Jesús les confió a aquella que fue la primera en creer, y cuya fe no decaería jamás. Y la «mujer» se convierte en nuestra Madre en el momento en el que pierde al Hijo divino. Y su corazón herido se ensancha para acoger a todos los hombres, buenos y malos, y los ama como los amaba Jesús. La mujer que en las bodas de Caná de Galilea había cooperado con su fe a la manifestación de las maravillas de Dios en el mundo, en el Calvario mantiene encendida la llama de la fe en la resurrección de su Hijo, y la comunica con afecto materno a los demás. María se convierte así en fuente de esperanza y de verdadera alegría.
La Madre del Redentor nos precede y continuamente nos confirma en la fe, en la vocación y en la misión. Con su ejemplo de humildad y de disponibilidad a la voluntad de Dios nos ayuda a traducir nuestra fe en un anuncio del Evangelio alegre y sin fronteras. De este modo nuestra misión será fecunda, porque está modelada sobre la maternidad de María. A ella confiamos nuestro itinerario de fe, los deseos de nuestro corazón, nuestras necesidades, las del mundo entero, especialmente el hambre y la sed de justicia y de paz; y la invocamos todos juntos: ¡Santa Madre de Dios!

Fuente:: News.va

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JornadaPaz

  • Organiza: Santa Sede
  • Lugar de celebración: Jornada Mundial y Pontificia
  • Fecha: (Solemnidad de Santa María Madre de Dios) 1 de enero de 2014

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JornadaPaz

  • Organiza: Santa Sede
  • Lugar de celebración: Jornada Mundial y Pontificia
  • Fecha: (Solemnidad de Santa María Madre de Dios) 1 de enero de 2014

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Concluimos el año del Señor 2013 agradeciendo y pidiendo perdón, dice el Papa al celebrar las primeras vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios
(RV).- A las cinco de la tarde el Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro las primeras vísperas de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, con la adoración y bendición Eucarística. Se trató de la última celebración del año 2013, en acción de gracias a Dios y para invocar a María Santísima a fin de que el nuevo año civil 2014 lo comencemos en el Nombre del Señor.
Al término de la celebración el Obispo de Roma fue a la Plaza de San Pedro para detenerse en oración ante el Pesebre y saludar a los numerosos fieles y peregrinos allí reunidos.
En su homilía, el Papa comenzó recordando que el apóstol Juan define el tiempo presente de modo preciso: “Ha llegado la última hora”. Y explicó que esta afirmación – que se lee en la Misa del 31 de diciembre – significa que con la llegada de Dios en la historia estamos ya en los tiempos “últimos”, después de los cuales, el paso final, será la segunda y definitiva venida de Cristo.
Esta tarde, dijo el Papa al final de su homilía, concluimos el año del Señor 2013 agradeciendo y pidiendo perdón. Agradecemos por todos los beneficios que el Señor nos ha dispensado y, sobre todo, por su paciencia y fidelidad, que se manifiestan en la sucesión de los tiempos, pero de modo particular en la plenitud del tiempo, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”. Que la Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos un nuevo tramo de nuestro peregrinaje terrenal, nos enseñe a acoger al Dios hecho hombre, para que cada año, cada mes, cada día esté colmado de su eterno Amor.
(María Fernanda Bernasconi – RV).


Texto completo de la homilía del Santo Padre Francisco:

El apóstol Juan define el tiempo presente en modo preciso: “ha llegado la última hora”, 1 Jn 2, 18. Esta afirmación – que se lee en la Misa del 31 de diciembre – significa que con la llegada de Dios en la historia estamos ya en los tiempos “últimos”, luego de los cuales, el paso final será la segunda y definitiva venida de Cristo. Naturalmente aquí se habla de la calidad del tiempo, no de su cantidad. Con Jesús ha llegado la “plenitud” del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, sino la manifestación plena de aquello que Jesús ha ya revelado. En este sentido estamos en la “última hora”, cada momento de nuestra vida es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad; de hecho, la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro.
La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es cíclica, sino lineal: es un camino que va hacia un cumplimiento. Un año que ha pasado, por lo tanto, no nos lleva a una realidad que termina sino a una realidad que se cumple, es un ulterior paso hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y una meta de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría.

Mientras el año 2013 llega a su final, recogemos, como en un cesto, los días, las semanas, los meses que hemos vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntémonos, con coraje: ¿cómo hemos vivido el tiempo que Él nos ha donado? ¿Lo hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido gastarlo también en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para “estar con Dios”, en la oración, en el silencio, en la adoración?

Y pensemos también en nosotros, ciudadanos romanos, pensemos en esta ciudad de Roma. ¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo, y qué cosa sucederá? ¿Cómo es la calidad de la vida en esta Ciudad? ¡Depende de todos nosotros! ¿Cómo es la calidad de nuestra “ciudadanía”? ¿Hemos contribuido este año, en nuestra medida, a hacerla habitable, ordenada, acogedora? En efecto, el rostro de una ciudad es como un mosaico cuyas piezas son todos los que la habitan. Cierto, quien inviste una autoridad tiene mayor responsabilidad, pero cada uno es corresponsable, en el bien y en el mal.
Roma es una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. Sin embargo, también en Roma hay tantas personas marcadas por miserias materiales y morales, personas pobres, infelices, sufrientes, que interpelan la conciencia no sólo de los responsables públicos, sino de cada ciudadano. En Roma tal vez sintamos más fuerte este contraste entre el entorno majestuoso y lleno de belleza artística, y el malestar social de aquellos a los que les cuesta más.
Roma es una ciudad llena de turistas, pero también colmada de refugiados. Roma está llena de gente que trabaja, pero también de personas que no encuentran trabajo o que desarrollan trabajos mal pagados y a veces indignos; y todos tienen el derecho de ser tratados con la misma actitud de acogida y equidad, porque cada uno es portador de dignidad humana.

Es el último día del año. ¿Qué haremos, como nos comportaremos en el próximo año, para hacer un poco mejor nuestra Ciudad? La Roma del nuevo año tendrá un rostro aún más bello si será más rica de humanidad, hospitalidad, acogida; si todos nosotros somos más atentos y generosos con quien está en dificultad; si sabemos colaborar con espíritu constructivo y solidario, para el bien de todos. La Roma del nuevo año será mejor si no habrá personas que la miran “desde lejos”, “en postales”, que miran su vida solamente desde el balcón, sin involucrarse en tantos problemas humanos, problemas de hombres y mujeres que al final… y desde el principio, lo queramos o no, son nuestros hermanos. En esta perspectiva, la Iglesia de Roma se siente comprometida a dar su propia contribución a la vida y al futuro de la Ciudad, ¡pero es su deber! Se siente comprometida a animarla con la levadura del Evangelio, a ser signo e instrumento de la misericordia de Dios.

Esta tarde concluimos el año del Señor 2013 agradeciendo y pidiendo perdón. Dos cosas juntas: agradecer y pedir perdón. Agradecemos por todos los beneficios que el Señor nos ha dispensado, y sobre todo por su paciencia y fidelidad, que se manifiestan en la sucesión de los tiempos, pero de modo particular en la plenitud del tiempo, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”, Gal 4, 4. Que la Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos un nuevo tramo de nuestro peregrinaje terrenal, nos enseñe a acoger al Dios hecho hombre, para que cada año, cada mes, cada día esté colmado de su eterno Amor. Así sea.
(Traducción de Griselda Mutual y Mariana Puebla – RV).

Fuente:: News.va

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