Jóvenes de Panamá celebrarán 500 años de la primera diócesis en tierra firme de América

Ciudad de Panamá (Jueves, 10-10-2013, Gaudium Press) Los 500 años de la diócesis de Santa María la Antigua en Panamá, primera diócesis en tierra firme de América -evento que se conmemoró el pasado 9 de septiembre-, también será el epicentro del Jubileo Juvenil que tendrá lugar en Ciudad de Panamá el próximo 23 de noviembre, víspera de la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo.

Para la ocasión, miles de jóvenes celebrarán con gozo el 5º centenario de la diócesis y darán testimonio de la alegría de la fe, aquel testimonio vivido también durante la pasada Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) celebrada durante el mes de julio en Río de Janeiro, Brasil.

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Organizado por la Comisión de Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis de Panamá, el Jubileo busca ser también un espacio de encuentro de los jóvenes con Cristo, y una oportunidad para descubrir que se puede celebrar la fe con alegría y dinamismo, según ha noticiado la diócesis panameña en una nota de prensa.

Con ocasión del evento, y haciendo eco de algunas palabras pronunciadas por el Papa Francisco durante la JMJ de Río, Mons. José Domingo Ulloa Mendieta, Arzobispo de Panamá, ha animado a los jóvenes a salir al encuentro de quienes más necesitan: «No se queden encerrados en sus comunidades. ¡La Iglesia tiene que salir a la calle! ¡Si no sale, la Iglesia se convierte en una ONG y la Iglesia no es una ONG!».

La jornada, que tendrá lugar en el Gimnasio de la Universidad Santa María la Antigua (USMA), comenzará a las 7:00 horas con una caminata que tendrá como punto de encuentro la Parroquia Santa María la Antigua de Betania y será presidida por la imagen venerada de Nuestra Señora.

Una vez finalizada la caminata en el Gimnasio de la USMA, los jóvenes participarán allí de las catequesis que ofrecerán varios obispos, podrán apreciar la feria vocacional y serán parte de la solemne celebración Eucarística en homenaje a la Virgen Patrona. El Jubileo será clausurado con el Festival Juvenil, encuentro de música católica.

Según la Arquidiócesis de Panamá se espera la presencia de unos 5 mil jóvenes en este gran evento de fe.

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Con información de la Arquidiócesis de Panamá.

 

Fuente:: Gaudium Press

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Ciudad del Vaticano (Jueves, 10-10-2013, Gaudium Press) Son 30 años de experiencia a través de tres pontificados diferentes (Papa Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco). Creado en 1983, el Centro Televisivo Vaticano (CTV) promoverá el próximo día 18 de octubre, en Roma, un encuentro para conmemorar un año más de existencia.

Titulada «Treinta años del Centro Televisivo Vaticano. La TV que muestra el Papa al mundo», la iniciativa apropiada para la ocasión promoverá un balance y reflexión sobre los nuevos desafíos de la comunicación en un mundo donde los medios de comunicación están cada vez más interrelacionados.

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El Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, y el Papa Francisco, leerán dos mensajes durante el evento conmemorativo.

De acuerdo con el Arzobispo de Cracovia, Cardenal Stanislaw Dziwisz, ex-secretario del Beato Juan Pablo II, el Papa como un hombre abierto a los medios de comunicación y al mundo, pensó que no era suficiente apenas tener el portal de noticias Radio Vaticana para ofrecer conocimiento del Evangelio y difundir el ministerio pastoral del Sumo Pontífice.

El Presidente del Pontificio Consejo de Comunicaciones Sociales y del Consejo de Administración del CTV, Mons. Claudio Maria Celli, afirmó que «treinta años después, el CTV debe enfrentar nuevos desafíos».

«El Papa Francisco nos invita a promover una cultura del encuentro y con su persona, sus gestos elocuentes y sus palabras. Él nos invita a estar próximo a cada hombre y mujer que encontramos en nuestra vida. Creo que en esa perspectiva, el CTV, que ya ofreció momentos particularmente intensos de esta proximidad, puede y debe acoger ese desafío», enalteció Mons. Celli.
Sobre el mensaje del Santo Padre, Monseñor Dario E. Viganò, director del CTV, dijo que el pontificado del actual Papa «despertó un gran interés de las grandes redes nacionales e internacionales».

«Nosotros del CTV tenemos que mantener el ritmo, pues son muchos los pedidos que nos llegan también a través de internet. Por eso, comenzamos a trabajar sobre las grandes innovaciones, como la digitalización de nuestro archivo, un nuevo site y una plataforma innovadora para la gestión de los contenidos», completó. (LMI)

Con informaciones de la Radio Vaticana.

Fuente:: Gaudium Press

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La muerte de Santo Tomás de Aquino

 

 

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La muerte de Santo Tomás de Aquino

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La muerte de Santo Tomás de Aquino
 

 

Fuente:: Gaudium Press

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Redacción (Jueves, 10-10-2013, Gaudium Press) En cierta ocasión, hace algunos siglos atrás, un personaje renombrado, contrario a las prácticas de piedad propias de la Iglesia, conversando con el anciano párroco de su ciudad, se burlaba de la confesión diciendo: Padre, yo no me confieso por la simple razón que no cometo pecados. El sacerdote, acostumbrado a este argumento en los largos años que llevaba ejerciendo su ministerio le respondió: siento pena por usted señor, pues, es verdad que existen personas que no pecan, pero yo conozco sólo dos tipos: aquellos que todavía no llegaron al uso de la razón, y aquellos que la perdieron.

Frente a esta respuesta ingeniosa del anciano párroco, creemos no tener necesidad de tratar en este artículo de si es propio del ser humano pecar, pues es evidente que cada uno de nosotros ha experimentado en algún momento el remordimiento o peso de conciencia por no haber hecho lo que debía en alguna circunstancia de la vida. Equivocarse es algo propio a nuestra naturaleza caída. Al abrir los ojos a la luz de la razón, el hombre se enfrenta a la toma de decisiones, que al no ser siempre bien resueltas, hacen experimentar el peso del error, del pecado.

Ahora, cuando nuestro alto personaje decía al sacerdote que él no cometía pecados, pensamos que de alguna manera su objeción más profunda no era tanto acerca del pecado en sí, sino más bien a la necesidad de ser confesados a alguien para ser perdonados.

Lo que ahora queremos abordar es justamente este punto, muy cuestionado, no sólo en nuestra época, sino desde hace ya un par de siglos en que la sociedad ha exacerbado el individualismo y la libertad personal; ¿por qué debo contarle a un hombre tan pecador como yo las cosas de mi intimidad? ¿Acaso no puedo reconciliarme con Dios directamente, en lo íntimo de mi corazón?

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Un poco de historia

No siempre la confesión oral fue la parte central del sacramento de la Penitencia. La historia nos muestra ser este uno de los sacramentos que más ha variado en sus formas desde cuando fue instituido por Jesús en el Cenáculo, después de la resurrección (Jn 20, 21-23) hasta lo establecido hoy por los últimos documentos magisteriales.[1] Pero siempre este elemento ha estado presente – es lo que intentaremos demostrar aquí – por responder a una necesidad antropológica del hombre compuesto de cuerpo y alma.

En sus inicios la confesión era más bien una condición necesaria para la imposición de la penitencia, ya que de acuerdo a las faltas del pecador, era aplicada la penitencia previamente establecida en diversos ‘penitenciarios’.[2] Pero es a partir del siglo XIII, cuando la confesión sustituye propiamente las ‘obras de penitencia’, donde esta expresión oral de los pecados pasa a ser el elemento esencial dentro del sacramento. Esto en el siglo XVI se confirma y potencia con el Concilio de Trento, cuando la confesión pasa a tener una mayor importancia dentro de la espiritualidad cristiana.[3]

La confesión oral como condición relativa

Podría cuestionarse como las personas, que por diversas razones no pueden expresarse oralmente ante un confesor pueden beneficiarse del sacramento. Debemos decir que esto ya ha sido respondido por diversos teólogos, quienes apoyándose en el magisterio, concluyen ser esta una concesión de la Iglesia «que no debe entenderse de modo absoluto y material, sino relativo y formal (modo humano), según las condiciones físicas y morales del sujeto.»[4] Entretanto, no se trata de que cada individuo determine si está en condiciones o no de confesarse oralmente, sino que existen una serie de concesiones a quienes particularmente están impedidos (como es el caso de los sordomudos por citar uno de tantos otros ejemplos).[5]

En condiciones normales, la Iglesia es bien clara cuando afirma: «la confesión individual e integra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el que un fiel consciente de que está en pecado grave se reconcilia con Dios y con la Iglesia.»[6]

Esta obligación no la pone la Iglesia porque quiere entrometerse y dirigir la vida de sus seguidores, sino que como madre quiere responder a una necesidad vital del hombre.[7] ¿Cuál es esa necesidad? Es la que veremos a continuación.

La confesión oral y su implicancia antropológica

Como ya habíamos dicho anteriormente, la conciencia de pecado es propio a la naturaleza caída del hombre, pero de esa misma manera es propio también a él la necesidad del perdón. Así, «desde el punto de vista antropológico, la oferta del sacramento viene a satisfacer acabadamente esta íntima precariedad del hombre caído, frente a la potencia destructiva del pecado. Gracias a la Penitencia, el cristiano cuenta con un instrumento de perdón.»[8]

El hombre, constituido de cuerpo y alma, necesita por su naturaleza liberarse de alguna manera material de aquello que lo atormenta en su interioridad. Esto es algo que se puede ver como una expresión en las más variadas costumbres culturales. Veamos por ejemplo como se daban estos ‘ritos de expiación’ en los pueblos antiguos cuando se había generado un estado de enemistad entre la comunidad y la divinidad. Arocena nos comenta:

«A menudo, esa ruptura se percibía por la aparición de una calamidad o una catástrofe natural, como síntoma indicador de que la armonía entre los hombres y la divinidad se había trastocado. La presencia de esa adversidad significaba que se había incurrido en algún «pecado», es decir: que se había violado algún «tabú», a consecuencia de lo cual se habían desencadenado las fuerzas maléficas, de las que aquél protegía; o bien que se había violado alguna de las leyes o ceremonias a las que estaba ligada la vida de la tribu. En el primer caso, el mal, que era manifestación de la fuerza funesta ya no retenida por el tabú, debía ser purgado en el cuerpo del pecador. Los tres grandes elementos purificadores eran el agua, el fuego y la sangre. Los modos de conseguir esta purgación eran muy diversos: sangrías, abluciones, vómitos… En el segundo caso, el dios del clan era aplacado por la confesión del propio pecado, seguida de una ofrenda a los difuntos, que expiaba la ofensa. De ahí que, desde la perspectiva de la antropología cultural, la confesión era, ante todo, una actitud humana liberadora. Confesar el pecado quería decir separarse, sacar fuera de uno mismo aquello que causaba el mal que se padecía.»[9]

En la Iglesia, esta actitud liberadora se completa agregando el bálsamo regenerador de los efectos de la preciosa sangre derramada por Jesús en el Calvario, que con la absolución proferida por los labios del sacerdote borra la culpa de la ofensa. Pero para esto, repetimos, en los casos normales es necesaria esa declaración oral e individual.

Tribunal de misericordia: carácter medicinal de la confesión

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«La confesión es un acto por el que se descubre la enfermedad oculta con la esperanza del perdón.»[10] El Aquinate aquí nos muestra un aspecto de la confesión oral que junto con el aspecto judicial, pastoral y paternal del sacramento de la penitencia completa esta necesidad de confesarse: el carácter medicinal del sacramento.

El pecador cuando peca se asemeja al enfermo con su enfermedad. Para el sacerdote, ministro del perdón, al igual que el médico, le es imposible recetar la medicina adecuada si el paciente no revela los síntomas de su enfermedad. San Jerónimo decía que si el enfermo se avergüenza de descubrir la llaga al médico, difícilmente este lo podrá curar, pues ‘la medicina no cura lo que ignora’.

Así también se refiere el magisterio de la Iglesia a este aspecto del sacramento: «Tribunal de misericordia o lugar de curación espiritual; bajo ambos aspectos el Sacramento exige un conocimiento de lo íntimo del pecador para poder juzgarlo y absolver, para asistirlo y curarlo. Y precisamente por esto el Sacramento implica, por parte del penitente, la acusación sincera y completa de los pecados, que tiene por tanto una razón de ser inspirada no sólo por objetivos ascéticos (como el ejercicio de la humildad y de la mortificación), sino inherente a la naturaleza misma del Sacramento.»[11]

Analizando esta realidad desde la perspectiva actual y corroborando la triste situación de la disminución de la frecuencia por parte de los cristianos al sacramento de la penitencia, es paradójico ver por otro lado, como las consultas de los sicólogos están llenas de pacientes a la búsqueda de ser escuchados… Lejos estamos de querer acabar con estas prácticas que en muchas ocasiones acompañan con el rigor profesional a problemas complejos y difíciles de resolver, pero debemos reconocer que ningún sicólogo, por capaz que sea, puede dar lo que el sacerdote da en la confesión. En la confesión «algunos casos pueden requerir psicólogo, pero ningún psicólogo podrá sustituir al confesor en el acto y el significado de la confesión sacramental. Ninguna terapia de gabinete (consulta) podrá suplantar a la terapia del sacramento, cuando se celebra con todas sus condiciones y verdad.»[12]

Debemos, entretanto, evitar considerar la confesión como un mero acto terapéutico. A veces el confesor debe hacer de psicólogo, sin embargo el carácter medicinal del sacramento está configurado principalmente con la alta medicina que otorga la cura inmediata y total de la enfermedad a través de la absolución sacramental de los pecados.

Ahora, «si la necesidad de discernir y de aplicar la medicina adecuada, exige la confesión, esto no supone que se ha de atormentar a los fieles con un interrogatorio que les lleve, más que al aprecio, al desprecio de la penitencia.»[13] El sacerdote hará bien en asumir este papel de ‘cura de almas’ a la hora de tratar con el penitente que frecuentemente con no poco esfuerzo está intentando descubrir su enfermedad.

La confesión regular, para el progreso espiritual

Ya que estamos analizando la confesión oral en su carácter medicinal, no podemos dejar de mencionar algo sobre el beneficio que esta nos trae cuando es regular.

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De la misma manera que catalogaríamos de negligente aquel que sólo acude al médico cuando está en un estado avanzado de enfermedad, al borde de la muerte, así también podríamos pensar de aquellos que pretenden acercarse a la confesionario sólo cuando estén en una situación de pecado mortal, ya habiendo perdido la amistad con Dios.

«La cualidad terapéutica de la Penitencia recomienda también el recurso al sacramento para los pecados veniales, justificado por la experiencia multisecular de la Iglesia como cauce idóneo para intensificar la conversión permanente del cristiano (CCE 1458). El bautizado que confiesa sus faltas y pecados veniales de forma asidua recibe de modo personal y, desde el discernimiento del ministro, el aliento oportuno que purifica y enciende una vida cristiana que no ha conocido quiebra»[14]

El propio Voltaire reconoció el beneficio que traía a los cristianos la confesión auricular de manera regular, diciendo que el sólo hecho de saber la persona que tendrá que presentarse delante de otro para recibir el perdón de su pecado, se tornaba la propia idea de la confesión en un freno para los vicios, especialmente de los ocultos.[15]

Así, sabiendo que no es una obligación confesarse a no ser una vez al año, la Iglesia anima a los fieles a acercarse con solicitud al tribunal del perdón: «Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia (Cf. Cc. de Trento: DS 1680; ?CIC 988,2). En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu.»[16]

Situarse frente a la verdad

Para concluir, gustaríamos de recordar una frase de San Alberto Magno en su comentario a las epístolas del Pseudo Dionisio: «la verdad es la medicina para el alma».

Es fundamental considerar, más aún en los tiempos actuales, la importancia de situarnos frente a lo que realmente somos y reconocer nuestras miserias. Hoy en día es tan incentivado el vivir de apariencias, que las personas no tardan en caer en grandes depresiones cuando se dan cuenta que todo ese mundo de fantasías que deseaban sostener en torno de sí, cae como un castillo de naipes al experimentar su propia fragilidad y contingencia.

Si tuviésemos la costumbre de enfrentar con humildad (no olvidemos lo dicho por la Santa de Ávila que homologaba la humildad con la verdad) y verdadero arrepentimiento nuestras flaquezas, para luego confesarlas al sacerdote que en nombre de Dios nos perdona, ciertamente tendríamos otra estatura moral para enfrentar los momentos difíciles que a todos los católicos nos toca y nos seguirá tocando vivir.

Por Cristián Núñez Durán

____

[1] En los últimos cincuenta años han sido cinco los documentos más importantes en donde la Iglesia se ha pronunciado sobre el sacramento de la Penitencia: el Ordo Poenitnetiae (1974), el Código de Derecho Canónica (1983), Reconciliatio et Poenitentiae (1984), el Catecismo de la Iglesia Católica (1992) y Misericordia Dei (2002).

[2] Como ejemplo veamos las penitencias que se encontraban en libro penitencias de Finiano citado en (Philippe Rouillar. Historia de la penitencia, desde los orígenes a nuestros días. Ed. Mensajero, Bilbao, 1992): «1. Si alguien peca de pensamiento y se arrepiente enseguida, se golpeará el pecho, pedirá perdón a Dios, hará una penitencia apropiada, y estará curado.2. si alguien discute con los clérigos y los ministros de Dios, ayunará durante una semana a pan y agua; pedirá perdón a Dios y a su prójimo, humilde y sinceramente, y así se reconciliará con Dios y con el otro. (…) 8. Si un clérigo pega a su hermano o al prójimo y ha derramado su sangre, el crimen es el mismo que si lo hubiera matado pero la penitencia es diferente: ayunará un año a pan y agua y no ejercerá su ministerio»

[3] Cfr. Dionisio Borobio. El sacramento de la Reconciliación Penitencial. Ed. Sígueme, Salamanca, 2006. 301-303

[4] Ibíd., 307

[5]Para ver otros ejemplos referidos a estas excepciones podemos ver las citas a Domingo Soto en: Dionisio Borobio. El sacramento de la Reconciliación Penitencial. 312,ss

[6]Juan Pablo II. Carta apostólica Misericordia Dei, 1.a.Disponible en http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/motu_proprio/documents/hf_jp-ii_motu-proprio_20020502_misericordia-dei_sp.html [fecha de consulta: 27 de octubre de 2011]

[7] Claro que ha habido casos aislados de clérigos que aprovechándose de esta forma del sacramento han querido manipular las conciencias, pero no podemos generalizar esta situación y elevarla por encima de miles de personas que a lo largo de la historia multisecular de la Iglesia se han visto beneficiados por este medio de obtener el perdón de Dios.

[8] Félix M. Arocena, Scripta Theologica sep-dic2009, Vol. 41 Issue 3, p745-783. Disponible en http://web.ebscohost.com.ezproxy.puc.cl/ehost/detail?vid=4&hid=119&sid=51c795e6-b830-41b7-8477-27da4a279505%40sessionmgr111&bdata=JnNpdGU9ZWhvc3QtbGl2ZQ%3d%3d#db=a9h&AN=47684854° [fecha de consulta: 29 de octubre de 2011]

[9] Ibíd.

[10] Tomás de Aquino,SummaTheológicaSuppl., q. VII, a. 1 co

[11]Juan Pablo II. Exhortación apostólica Reconciliatio et Poenitentiae. 31, II. Disponible en

http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_exhortations/documents/hf_jp-ii_exh_02121984_reconciliatio-et-paenitentia_sp.html[fecha de consulta: 27 de octubre de 2011]

[12]Dionisio Borobio. El sacramento de la Reconciliación Penitencial. 317

[13]Ibíd. 309

[14]Félix M. Arocena, ScriptaTheologica sep-dic2009, Vol. 41 Issue 3, p745-783. (en línea)

[15] Citado en Antonio Royo Marín.Teología Moral para seglares, V. II, BAC, Madrid (1994), 334

[16]Catecismo de la Iglesia Católica, 1458. Ed. San Pablo, Bogotá (2000), 500

 

Fuente:: Gaudium Press

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Contemplando las ardillas

 

 

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Fuente:: Gaudium Press

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«En el humilde signo del Pan y del Vino el Señor Jesús se entrega a nosotros para siempre y nos da la fuerza para vencer la indiferencia: unamos nuestros esfuerzos comenzando por la verdad profunda de esta oración para ser decididos en la ayuda y estar preparados en la medida de lo posible para prevenir las tragedias, para evitar que la noche caiga con demasiada frecuencia en los inocentes y los indefensos».

La fuerza para vencer la indiferencia
Así ha querido dirigir su pensamiento el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, a las víctimas de la enésima terrible tragedia perpetrada los días pasados en Lampedusa. El cardenal presentó su oración a los pies del altar del sepulcro del bienaventurado apóstol Pedro, en la cripta de la basílica vaticana, durante la misa que celebró el miércoles 9 de octubre, por la mañana, junto con los obispos de rito alejandrino ge’ez provenientes de Etiopía y Eritrea, arzobispos y obispos de la región de Las Marcas, quienes, encontrándose en Roma, pidieron concelebrar la misa. Estaban también presentes el embajador de Francia ante la Santa Sede y el de Etiopía ante el Estado italiano, los superiores y los oficiales de la Congregación y la comunidad del Pontificio Colegio Etiópico que acoge en el Vaticano a los sacerdotes de Etiopía y Eritrea que  realizan sus estudios en Roma.

El cardenal Sandri, en la homilía, tras haber recordado que Dios «a los hijos dona el silencio de su Cristo recogido en la inmolación de la cruz», ese silencio «eternamente convincente porque es la prueba absoluta de su fidelidad», volvió con el pensamiento a uno de los numerosos llamamientos a la oración lanzados por el Papa Francisco en sufragio por las víctimas de la tragedia, en particular el del Ángelus del domingo pasado, cuando pidió rezar «todos en silencio por estos hermanos y hermanas nuestros… Dejando llorar a nuestro corazón».

 

Fuente:: News.va

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Ciudad del Vaticano, 9 octubre 2013 (VIS).- La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha hecho público un comunicado acerca de la la nueva Ley Nº XVIII del Estado de la Ciudad del Vaticano (8 de octubre 2013), sobre transparencia, supervisión e información financiera que ofrecemos a continuación.
 
1. Con fecha de hoy , la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano ha adoptado la Ley Nº XVIII, que contiene normas de transparencia, supervisión e información financiera, con la que se confirman en la legislación las disposiciones del Decreto N. XI del Presidente de la Gobernación, del 8 de agosto de 2013.

2. En aplicación del Motu Proprio del Papa Francisco del 8 de agosto y en continuidad con las normas ya vigentes e introducidas progresivamente a partir del Motu Proprio del Papa Benedicto XVI del 30 de diciembre de 2010, para la prevención y la lucha contra las actividades ilegales en el sector financiero y monetario, la Ley Nº XVIII refuerza el actual sistema interno de prevención y lucha contra el blanqueo de dinero y el financiamiento del terrorismo en consonancia con las normas internacionales y, en particular, con las recomendaciones del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) y las fuentes pertinentes de la Unión Europea.

3. En particular, la Ley Nº XVIII consolida las normas existentes relativas a:
 
-Medidas de prevención y lucha contra el blanqueo de dinero y el financiamiento del terrorismo.
 
-Supervisión y regulación de las entidades que realizan actividades profesionales de carácter financiero.
 
-Cooperación e intercambio de información por parte de la Autoridad de Información Financiera, tanto a nivel nacional como internacional.
 
-Medidas contra los sujetos que ponen en peligro la paz y la seguridad internacional.
 
-Declaración de la circulación transfronteriza de dinero en efectivo.
 
4. La Ley Nº XVIII aclara y consolida las funciones, poderes y responsabilidades de la Autoridad de Información Financiera en el ejercicio de sus facultades de supervisión y regulación con el fin de prevenir y combatir el blanqueo de dinero y financiamiento del terrorismo, la función de información financiera, así como, según lo establecido por el Papa Francisco con el Motu Proprio del 8 de agosto, la función de supervisión prudencial.

5. La nueva normativa -que debe acompañar a las ya recientes en el campo del derecho penal sustancial y procesal y en materia de sanciones administrativas, así como al Motu Proprio del Papa Francisco sobre la jurisdicción penal, del 11 de julio de 2013- constituye un paso importante hacia la transparencia y la supervisión de las actividades de carácter financiero y una contribución a la estabilidad y la integridad del sector a nivel mundial.

Fuente:: News.va

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Ciudad del Vaticano, 9 octubre 2013 (VIS).-El arzobispo Dominique Mamberti, Secretario para las Relaciones con los Estados, profundizando en el contenido de la nueva ley sobre las normas en materia de transparencia, supervisión e información financiera, recuerda en primer lugar que una parte consistente de la misma está dedicada a las medidas contra el reciclaje y la financiación del terrorismo y detalla “los sujetos, la actividad de evaluación de los riesgos, las prescripciones concernientes a la verificación adecuada de la contraparte.. y la disciplina de la transferencia internacional de los fondos” reforzándolas en el caso de sospecha de ambos delitos.
 
Una atención particular -prosigue- se dedica a la comunicación de las actividades sospechosas que los sujetos obligados deben efectuar ante la Autoridad de Información Financiera.(AIF).. Si hay un motivo fundado para sospechar que se trate de una actividad de reciclaje o financiación del terrorismo la AIF transmite un informe detallado al promotor de justicia y puede, además, suspender la ejecución de las transacciones u operaciones sospechosas durante cinco días laborables”.
 
El sistema de prescripción en materia de medidas contra el reciclaje y la financiación del terrorismo se completa con la atribución a la AIF de la competencia de vigilancia sobre las medidas que establece la ley para los sujetos obligados y de un articulado sistema de sanciones administrativas que puede aplicar ella misma o, en los casos más graves, el Presidente de la Gobernación, por recomendación de la Autoridad Financiera”.
 
Un ámbito relevante de la disciplina que introduce la Ley N. XVIII se encuentra en el apartado ‘Vigilancia prudencial de los entes que desempeñan profesionalmente una actividad financiera’, es decir… que llevan a cabo, habitualmente, a nombre y por cuenta de terceras personas una actividad financiera de forma económica organizada, encaminada a la producción o intercambio de bienes y servicios. La introducción de esta función… responde a una recomendación específica de la División MONEYVAL del Consejo de Europa y la Ley N. XVIII establece la disciplina concediendo un amplio poder de regulación de la materia por parte de la AIF”.
 
Refiriéndose a las medidas contra los sujetos que amenazan la paz y la seguridad internacional el arzobispo explica que “con los sujetos registrados en esa lista entran en vigor, automáticamente, la prohibición de erogación de bienes, recursos económicos y servicios financieros y la AIF dispone inmediatamente el bloqueo preventivo de sus bienes y recursos, informando a los sujetos que desempeñan actividades financieras. Asimismo, se pueden adoptar medidas cautelares con los sujetos que todavía no están registrados en la lista, siempre que haya motivos fundados para pensar que amenacen la paz y la seguridad internacional y siempre que, el sujeto en cuestión, sea incorporado a la lista en el plazo de quince días”.
 
Respecto a las disposiciones de la ley en materia de circulación transfronteriza de dinero en efectivo, que entre o salga del Estado por importe igual o superior a 10.000 euros y a las normas relativas a información y cooperación, el prelado subraya “el papel central atribuido a la AIF que colabora e intercambia información sea con otras autoridades de la Santa Sede y del Estado de la Ciudad del Vaticano, sea con las autoridades análogas de otros Estados, en condiciones de reciprocidad y sobre la base de protocolos de entendimiento”.

Fuente:: News.va

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Recemos para que la luz y paz de Cristo llegue a Oriente Medio y todos los confines de la Tierra, pide Papa Francisco
(RV).- En su infatigable exhortación a rezar por la paz, el Obispo de Roma recordó que hace un año su amado predecesor, introdujo la lengua árabe en las audiencias generales, como signo de cercanía a todos los cristianos de Oriente Medio. Y también hoy, el Papa Bergoglio renovó su incesante llamamiento a orar, rogando por la paz en toda la región medioriental y en todo el mundo, evocando a Benedicto XVI:
«Queridos fieles de lengua árabe: hace un año, el 10 de octubre de 2012, el Papa Benedicto XVI, después de su viaje al Líbano y la entrega de la Exhortación Apostólica: «La Iglesia en Oriente Medio: comunión y testimonio», añadió la lengua árabe en la Audiencia general, como había sido solicitado también por los Padres sinodales, para expresar a todos los cristianos de Oriente Medio, la cercanía de la Iglesia católica a sus hijos orientales. Y hoy hablando de la expresión «creo en la Iglesia Católica» les pido que oren por la paz en Oriente Medio: en Siria, en Irak, en Egipto, en El Líbano y en Tierra Santa, donde nació el Príncipe de la Paz, Jesucristo. Recen para que la luz de Cristo llegue a todos los corazones y a todo lugar, hasta los confines de la Tierra. ¡La bendición del Señor sea siempre con ustedes!»
Luego, el Santo Padre se dirigió también con afecto a los Obispos de la Iglesia de tradición alejandrina de Etiopía y Eritrea, asegurando su especial cercanía en la oración y en el dolor por tantos hijos de su tierra que perdieron la vida en la tragedia del naufragio de Lampedusa
(CdM – RV)

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¿Qué significa que la Iglesia es católica? El Papa en la audiencia
(RV).- ¿Qué significa que la Iglesia es católica? es la pregunta que centra la catequesis del Papa Francisco este miércoles, día de audiencia general. Ante cientos de miles de fieles y peregrinos – muchos venidos de España y Latinoamérica- en una lluviosa mañana de otoño, el Obispo de Roma nos recuerda que así como en la familia cada uno recibe lo que necesita para crecer y madurar, en la Iglesia se nos da todo lo necesario para creer y vivir como cristianos. “la Iglesia es católica porque es la casa de la armonía. Es como una gran orquesta que sabe integrar la diversidad de cada elemento en la armonía de una sinfonía”. Por esto, enfatiza el Papa, todos en la Iglesia nos debemos sentir llamados a anunciar y dar testimonio de la fe. “Que todos nos dejemos guiar por el Espíritu Santo para que vivamos con verdadero espíritu católico nuestra pertenencia gozosa a la Iglesia”. (RC-RV)

Fuente:: News.va

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