La Medalla Milagrosa
Lleve al cuello – con fe – la medalla milagrosa. ¡Recibirá gracias abundantes!
Su historia comenzó en 1830, cuando la Santísima Virgen se apareció, en tres ocasiones, en París a Catalina Labouré, por entonces novicia de las Hijas de la Caridad, instituto religioso constituido con fines religiosos y de asistencia a los más necesitados, fundado por San Vicente de Paúl.
En estas apariciones, la Virgen María pidió expresamente que acuñara una medalla con la frase:
«¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!», prometiendo abundantes gracias a toda persona que la use con fe y devoción.
La medalla de este envío es una fiel réplica, tal como la Virgen pidió, acompañada de su novena.
El uso de medallas, ha sido siempre una expresión de nuestra devoción. Para favorecer esta piadosa práctica, la Iglesia instituyó bendiciones propias y privilegios especiales, para varias de ellas.
Esta del envío de este mes se distingue de todas, de una manera muy especial y puede con propiedad ser llamada la medalla entre las medallas.
El Papa Pío XII explicó en su momento, cómo «desde el primer momento había sido instrumento de tan numerosos favores, tanto espirituales como temporales, instrumento de tantas curaciones, protecciones y sobre todo conversiones, que la voz unánime del pueblo enseguida la denominó como «Medalla Milagrosa»».
Desde entonces, su divulgación no ha dejado de multiplicarse por el mundo, invitando a los devotos de Nuestra Señora a recurrir a la Madre de Dios en los momentos de mayor necesidad.
En el libro Tesoros de la Historia encontramos una serie de milagros auténticos obrados por medio de la Medalla Milagrosa. Son milagros tan impresionantes que nos sentimos en la obligación de colocar aquí algunos, muy brevemente:
- Una madre, tuvo el presentimiento de que algo malo iba a pasarle a su hijo, y le puso al cuello una medalla milagrosa. Esa misma noche, el muchacho fue asaltado en una calle oscura y al resistirse lo apuñalaron, pero la medalla le sirvió de escudo, al partirse en dos, lo que amortiguó la fuerza del golpe. La herida sufrida fue tan sólo superficial.
- Otro hecho conmovedor le sucedió a una niña de 20 meses. Mientras jugaba muy cerca de un pequeño puente, resbaló y cayó al fondo de un riachuelo. Un hombre se echó al agua y encontró a la niña enganchada a unas ramas y sin signos vitales aparentes. Llamó a su esposa, la cual bajó e inmediatamente le colgó la medalla al cuello. Nada más empezar los dos a rezar, comenzó la niña a toser. La Santísima Virgen la había salvado.
- Más recientemente, en el mayor accidente aéreo del Brasil, ocurrido en la ciudad de São Paulo, la Medalla Milagrosa salvó a un joven llamado Carlos. En una entrevista por televisión, el 19/7/2007, enseñó la medalla que llevaba al cuello y explicó que gracias a la protección de Nuestra Señora pudo escapar del hangar donde trabajaba, en el momento en que el avión chocó contra el edificio, sin un rasguño.
Pero, los milagros de más relevancia de la medalla milagrosa, son los radicales cambios de vida.
El más famoso de todos fue el de Alfonso de Ratisbona, acaudalado banquero judío.
Cuatro días antes de su expectacular conversión, el joven había aceptado, por jactancia, un desafío que le hiciera un amigo suyo, el Barón Teodoro de Bussieres: rezar un Acordaos durante el día -la conocida oración compuesta por San Bernardo- y llevar al cuello la Medalla Milagrosa.
El jueves 20 de enero de 1842, debiendo el Barón Teodoro encargar una misa, pidió a Ratisbona que lo acompañase a la Basílica de Santa Andrea delle Frate, en Roma. Allí se le apareció la Santísima Virgen. «La Virgen no me habló pero lo he comprendido todo«, afirmó quien fue convertido fulminantemente por la Madre de Dios. En 1847 ingresó en la Compañía de Jesús, donde rindió excelentes servicios a la Iglesia con el nombre de Padre Alfonso María Ratisbona.
También en nuestros días, la Santísima Virgen quiere, a través de esta medalla, conceder gracias y favores especiales a las personas, a las familias y al mundo.
Desde los inicios de nuestra Asociación, de manera simultánea a la divulgación del mensaje de Fátima, nos hemos empeñado siempre en dar a conocer esta devoción. Pero aún queda mucho por hacer.
En estos terribles tiempos de crisis en los que vivimos, hemos recibido muchos testimonios de personas que nos han narrado la protección palpable de la Virgen María contra enfermedades, accidentes de carretera, problemas laborales, tentaciones del demonio, etcétera.
Los alborotados días actuales, nos hacen pensar, que es una imperiosa obligación de conciencia multiplicar el envío de esa medalla a millares de hogares más.
¿Podemos contar con Vd.? ¿Puede ayudarnos a divulgarla?
No piense que para eso tendrá que salir de casa o realizar un trabajo extra. Nada de eso.
Lo que le pedimos es muy sencillo. Ayúdenos con una aportación en la medida de sus posibilidades, y haga propaganda de la medalla entre sus familiares y amigos.
Pensamos que si Dios puso en nuestras manos un medio tan sencillo para recibir tanto por medio de su Madre, una manera de serle agradecido, es dar a conocer esta medalla en la medida de nuestras posibilidades a todo el mundo.
Su ayuda será un precioso impulso para la expansión de la medalla milagrosa y la evangelización que llevamos a cabo.
Piense que participando en esta iniciativa, contribuirá a que María Santísima derrame gracias incontables en los corazones abriéndose a la esperanza del triunfo de su Inmaculado Corazón -prometido en Fátima- sobre el mal, en estos tristes días en que vivimos.