Venid, esta es vuestra casa

Mons. Antonio Algora

Mons. Antonio AlgoraMons. Antonio Algora     Si hay algo que ciertamente podamos calificar de novedoso en esta feria de las sorpresas que es el momento actual, es la figura del papa Francisco y sus palabras y gestos. Propios y extraños lo califican de fenómeno mediático, de gran comunicador. Los más entusiastas, dentro y fuera de la comunidad cristiana, de testigo de una fe evangélica atractiva y seductora.

Sin ánimo de restar nada de la importancia que tiene para nuestro mundo y para esta coyuntura histórica la persona del Papa, en el comienzo de esta andadura hacia la Navidad que hoy comenzamos los católicos en este primer domingo del tiempo de Adviento, veo la mano de Dios que prepara el camino de la venida de su Hijo a este mundo tan arisco a todo lo que supone espiritualidad y fe. A juzgar por lo bien que cae el papa Francisco a la gente más aparentemente alejada no ya de la Iglesia sino de lo religioso, creo descubrir que hay algo en el corazón del hombre de hoy que se despierta si alguien sabe llamar a la puerta: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob», es la invitación del profeta Isaías en la primera lectura de la misa.

Se está dando un despertar y un interés sorprendentes en personas que habitualmente pasan de largo de nuestros templos y desconfían de todo lo que no sea técnica, ciencia y facilidades para vivir desahogadamente. Por todo ello os digo, al estilo de san Pablo, cuando les decía a su discípulo Timoteo: «He luchado en el noble combate, he alcanzado la meta, he guardado la fe; por lo demás, me está reservada la merecida corona que el Señor, el Justo Juez, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que desean con amor su venida».

Soy testigo de cómo nuestras comunidades parroquiales están formadas por gentes que creéis, que tenéis amor a su venida y que vivís en tensión porque familiares, vecinos y amigos aparentemente no tienen a Dios como referencia última en sus vidas. En este tiempo en el que la Iglesia vive en su Liturgia la preparación a la venida del Señor en la cueva de Belén y conscientes de que la Navidad puede volver a ser otro festejo social al estilo de los carnavales que nos venimos montando y si es con futbol diario mejor… que estos árboles no nos oculten el bosque inmenso de la necesidad del Dios–Hombre que es Jesucristo verdaderamente humano, cercano, amigo que tienen, que tenemos todos.

Frescura y cariño a todos y con todos parecen ser las claves del Papa. ¿No podemos hacer nosotros lo mismo? Desear con amor su venida, mirar dentro de nosotros mismos para descubrir la necesidad que tenemos de ver al Señor con los ojos de la fe, son primeros pasos que todos venimos dando dentro de la Iglesia. Ahora se trata de quitarnos de encima tanta modorra con que nos anestesian y tanto complejo que nos causa la arrogancia de la ciencia, de la economía, de la técnica aplicada al progreso de tantas cosas. La audacia de la denuncia no condenatoria, pero sí denuncia, de aquello que está pasando en los más débiles del concierto social nacional e internacional, deberá ser habitual en los católicos llamados a arriesgar posiciones e incomprensiones también.

Amor, sí, amor a la venida del Señor. No necesitamos alforja ni sandalias, ni seguridad ninguna, puesto que nada podemos perder si tenemos lo único importante que es Jesucristo. De la mano del papa Francisco, con toda la Iglesia indicamos el camino a Belén. Es el Niño Dios el que nos falta.

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Fuente:: Mons. Antonio Algora

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