Variaciones sobre la alegría (3)

AGUSTINCORTÉS

AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés     La alegría es algo más serio de lo que parece. Sobre todo si es verdad lo que afirmamos, es decir, que la alegría es un grado, una forma, un reflejo de la felicidad. Y definir o vivir la felicidad es tarea ardua.

Pero nos planteábamos el problema de la alegría, no por curiosidad filosófica, sino porque nos preocupa mucho entender esa alegría, que estamos invitados a vivir unida a la fe. Nos preocupa la superficialidad, el cultivo fácil de la imagen, el “caer simpáticos” para ganar adeptos, el gesto artificioso y falso en el marco de un proselitismo fácil…

Pues bien, afirmemos claramente que es legítimo presentar la fe cristiana como si fuera prácticamente sinónimo de la más perfecta alegría. Bastaría con recordar los maravillosos oráculos de los profetas Isaías, Joel o el mismo Jeremías; o los salmos procesionales, empapados de música y gozo desbordante; o la Virgen María cantando el Magníficat, o las palabras de Jesús: “volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar” (Jn 16,22); y tantos santos, cuya alegría seducía tanto o más que sus palabras, como San Felipe Neri…

Pero me parece oportuno citar aquí al famoso escritor C. S. Lewis, conocido por ser el autor de Las crónicas de Narnia. Porque la primera noticia que tuve de él fue hace muchos años a través de un pequeño libro que escribió, plasmando algunos rasgos esenciales de su proceso mental y vital hasta descubrir la fe. El título castellano de este libro era precisamente Yo encontré la alegría, siendo su traducción más cercana al original Sorprendido por la alegría. Aseguro que esta obra, contra lo que en un principio me parecía, no tiene nada de melifluo o ñoño. Tras haber profesado en su juventud el ateísmo, rechazando la educación recibida en su familia (su abuelo materno era pastor anglicano), llegó a convertirse a la fe cristiana, gracias al contacto con el círculo de escritores de Chesterton, Mac Donald y Tolkien. El caso es que su encuentro con la fe cristiana, después de haber crecido en un medio cultural muy rico y haber desarrollado un profundo conocimiento de la vida, significó nada menos que el descubrimiento de la alegría, como si le hubiese sobrevenido a modo de un inmenso regalo. Así expresará su hallazgo:

“Creo en el cristianismo como creo que el sol amanece. No sólo porque lo veo, también porque por ello veo todo lo demás.”

Pero lo verdaderamente interesante es que ese sol iluminador llegó a penetrar la oscuridad más profunda del dolor humano. Una experiencia que explicó en su otra obra El problema del dolor. Que esta iluminación no era una mera compensación psicológica, ni un paliativo artificial, pudo demostrarlo con ocasión del profundo sufrimiento que tuvo que afrontar por la muerte de su esposa, Joy David Gesham, a causa de un cáncer de huesos. Esta tensión interior entre la fe luminosa y la realidad del dolor quedó bellamente plasmada en la película Tierras de penumbra. Aun en el silencio conservaba su fe:

“Un hombre no puede disminuir la gloria de Dios por no creer, al igual que un loco no puede apagar el sol, él solo, por escribir ‘oscuridad’ en la pared de su habitación”.

Se nos abre así algo del secreto de la alegría cristiana, la auténtica alegría que acompaña siempre a la fe, pase lo que pase.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Fuente:: Mons. Agustí Cortés Soriano

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