Un diálogo de Jesús
Mons. Jaume Pujol Son muchos los diálogos de Jesús referidos por el Evangelio. Albino Luciani, luego Juan Pablo I, hizo la cuenta y le salían 86: de ellos, 37 con los discípulos, 22 con gentes del pueblo y 27 con sus adversarios.
Puede llamar la atención que el Señor empleara tanto esfuerzo en hablar con quienes los tenía en contra. La explicación es que él no despreciaba a nadie. Uno de estos últimos diálogos –a él quiero referirme hoy- lo tuvo con Pilato. En realidad el procurador romano no tenía nada contra aquel detenido, y así lo dice claramente, aunque por una cuestión de debilidad personal y egoísmo práctico acabe cediendo a las presiones y mande azotarle primero y luego crucificarle. El diálogo con Pilato se centra en la acusación con la que le llevaron a su presencia: arrogarse la condición de rey de los judíos. Por ello le pregunta: “Conque ¿tú eres rey?”. Él responde: “Tú lo dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad”. Ya antes había dicho: “Mi reino no es de este mundo. Si fuera así mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí”.
Esta escena, relatada por san Juan, nos indica muy bien el sentido de la fiesta de Cristo Rey que celebramos este domingo. Es un título que algunos creen hoy que es poco adecuado; no les gusta que se hable de la realeza de Cristo, quizá porque les ocurre como a Pilato, no la distinguen de otras realezas humanas apegadas al poder, a las posesiones, a mandar sobre los demás.
Jesús lo dejó muy claro y así lo entiende la Iglesia. Es un rey que se hace el último de todos por amor; un rey que se ciñe una toalla y lava los pies de sus acompañantes; un rey que no envía a sus súbditos a la guerra y a la muerte, sino que es capaz de morir él para salvar a otros.
Benedicto XVI, en su biografía “Jesús de Nazaret”, repara en una frase de este diálogo del Señor con aquel jefe político, aquella en la que le dice que ha venido a dar testimonio de la verdad, ante la cual Pilato reacciona preguntando como con despecho: “¿Qué es la verdad?”. Es la misma pregunta que ahora se hacen muchos escépticos. Creen que la verdad no existe, lo que existe son opiniones. Si acaso la admiten en el campo de las ciencias, pero no en el de la trascendencia.
Pilato no comprendió que la Verdad, con mayúsculas, la tenía delante. Es lo que nos pasa a nosotros también en muchas ocasiones. No nos damos cuenta de la presencia de Dios, un Dios amoroso, un rey-servidor, en nuestras vidas. Sin embargo, es el que da sentido a nuestra existencia y la respuesta a las grandes preguntas sobre el porqué de la vida que se hace cada generación. Fuera de él, ¿dónde encontraremos palabras de vida eterna?
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona y primado
Fuente:: Mons. Jaume Pujol
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