Todos estamos llamados a ser santos

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garcia_burilloMons. Jesús García Burillo   Queridos diocesanos:

Celebramos hoy la Solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que se celebra en la Iglesia desde el siglo VII, cuando el Panteón romano se dedicó a la Virgen y a todos los Santos. Con frecuencia confundimos su significado con la fiesta de los Fieles Difuntos, que conmemoramos justo un día después. Sin embargo, son celebraciones distintas. El 1 de noviembre volvemos nuestra mirada hacia el cielo, donde habitan los santos, canonizados o anónimos. El culto a los santos comenzó con el recuerdo de los mártires y luego la Iglesia veneró a santos
obispos, doctores, santas vírgenes, monjes… La Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a celebrar la gloria de todos los santos, a pedir su ayuda y su intercesión. Éste es su más alto servicio al plan de Dios: honrar a Dios Padre, el todo Santo. Nosotros podemos rogarles que intercedan
por nosotros y por el mundo entero. Ellos son nuestros modelos y nuestros intercesores.

Es un día también para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad, por medio del Bautismo: “sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios soy santo” (Lv19,2). Es frecuente encontrar quien piensa que la santidad es una meta solo alcanzable por algunos elegidos, por personas heroicas en el ejercicio de la virtud, entre las cuales no nos encontramos los cristianos de a pie. Nada más lejos de la realidad. Santos son todos aquellos que participan del ser de Dios, de la santidad de Dios. Y eso tiene lugar en la Iglesia mediante la
recepción del Bautismo y de los demás sacramentos. S. Pablo se dirige con frecuencia a los cristianos de sus comunidades llamándoles “santos”.

Mediante el compromiso consecuente con nuestra fe, materializándola en obras concretas, estamos en la senda de la santidad. Porque ser santo no consiste en hacer grandes penitencias o en hacer milagros, sino sencillamente, en hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Somos santos si nos dejamos amar por Dios. La santidad, en cierta forma, es también la consecución de la felicidad: una felicidad que obtenemos en la vida de pobreza, de sencillez, de sufrimiento, unidos a Dios de corazón. El
cristiano se santifica con el ejercicio de las virtudes cristianas: fe, esperanza y caridad.

Por tanto, seamos conscientes de que la santidad no es una utopía, un objetivo inalcanzable; por el contrario, está al alcance de todos los cristianos que aspiran a la perfección, tomándolo como objetivo de vida. La fiesta de Todos los Santos se convierte así en un día de júbilo, de dicha y esperanza, pero también un día de
estímulo: nosotros sabemos que podemos alcanzar la meta de la santidad, y los santos nos ayudan con su intercesión para conseguirlo. A lo largo de la historia son muchos los que lo han conseguido. El libro del Apocalipsis habla de 144.000, un número simbólico que indica la totalidad de todos los seres humanos salvados.

En este día conmemoramos la gloria de cuantos alcanzaron la santidad, aunque no hayan sido reconocidos oficialmente por la Iglesia, esto es, aunque no hayan sido canonizados.

Queridos diocesanos, en esta fiesta de Todos los Santos compartimos la felicidad de quienes han obtenido ya la gloria de Jesucristo. Especialmente, recordamos a los mártires beatificados recientemente, nuestros cinco sacerdotes mártires: José Máximo, Damián, Agustín, José y Juan, que interceden por todos nosotros, dejándonos su ejemplo de entrega y fe como estímulo para que sigamos su estela en el camino que nos lleve a alcanzar la promesa de santidad que hicimos mediante el Bautismo. También nosotros podemos vivir el
Evangelio de Cristo como ellos lo hicieron.

Con mi bendición para todos.

+ Jesús García Burillo
Obispo de Ávila

Fuente:: Mons. Jesús García Burillo

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