Sin fraternidad no hay paz
El Mensaje para la Jornada Mundial del 1 de enero de 2014, lleva por título: La fraternidad, fundamento y camino para la paz. El Papa Francisco recupera con él una noción básica, que estaba algo olvidada a la hora de abordar el tema de la paz entre los pueblos. Se trata de una proposición ineludible para vencer la pobreza, extinguir la guerra, oponerse al crimen organizado, y proteger y cultivar la naturaleza. Es necesario pues, que “la fraternidad sea descubierta, amada, experimentada, anunciada y testimoniada”.
El punto de partida del documento es el hombre como ser relacional, presentando a la familia como fuente de toda fraternidad. Las nuevas intercomunicaciones hacen más palpable la conciencia de que todas las naciones de la tierra tienen un destino común, que se ve amenazado por la “globalización de la indiferencia”. La indolencia conlleva la violación continua de los derechos fundamentales, sobre todo del derecho a la vida y a la libertad religiosa. De forma análoga, el crecimiento de la pobreza y de las injusticias sociales, revela una mentalidad del “descarte, que acarrea el desprecio y el abandono de los más débiles, de cuantos son considerados inútiles”. Sin embargo, el respeto absoluto a la dignidad de la persona se basa en la común paternidad y filiación que todos poseemos. El humanismo sin Dios llega a la negación teórica y práctica del hombre y de su capacidad para crear un mundo más fraternal.
El relato de Caín y Abel (cf. Gen 4-16) nos enseña que la humanidad lleva inscrita en sí una vocación a la fraternidad, pero también la dramática posibilidad de su traición. De ello da testimonio el egoísmo cotidiano, que está en el fondo de todas las guerras e injusticias. Con la venida de Jesús, la fraternidad recupera su fuerza original, debilitada por el pecado, porque Él ha creado en sí mismo un solo pueblo, un solo hombre nuevo, una sola humanidad (cf. Flp2,8-16). Desde entonces, la fraternidad es la afirmación y el compromiso decidido de hacer de la historia del hombre una historia de amor y de paz. Su deterioro trae como consecuencia la pobreza y el hambre en el mundo. En las actuales circunstancias de crisis económicas y financieras, deberíamos pensar en “las oportunas revisiones de los modelos económicos y a un cambio en los estilos de vida”.
Si hay algo que no hace falta demostrar es la perpetuación de la violencia y de las guerras entre las naciones, a pesar de que mantenemos las aspiraciones y sentimientos de paz. ¿Cómo pueden darse ambas a la vez? El origen está en la ambivalencia de la naturaleza humana, herida por el pecado, que “hace lo que no desea y deja de hacer aquello que desea” (Rom7, 14-25). Dice el Papa que, ante ello, “se necesita una conversión de los corazones que permita a cada uno reconocer en el otro un hermano del que preocuparse, con el que colaborar para construir una vida plena para todos”. Ello exigirá siempre: el diálogo, el perdón y la reconciliación como expresión de fraternidad. Este es el camino a transitar para superar los conflictos armados entre los hombres.
La tarea educativa es muy importante para progresar hacia la fraternidad. Es en la familia, escuela e instituciones sociales, donde la persona aprende a no considerar al prójimo como un enemigo o adversario al que eliminar o utilizar. Será mediante la intensificación de un auténtico espíritu de fraternidad, como se vencerá las lacras sociales tales como: el crimen organizado, la droga, la prostitución, el blanqueo de capitales, y otros tipos de corrupciones. El Papa recuerda la labor callada de la Iglesia, en estos ámbitos, para liberar al hombre de estas esclavitudes modernas que tanta violencia y dolor produce a la sociedad.
Por último, el Obispo de Roma termina su Mensaje haciéndonos ver cómo la fraternidad ayuda a proteger y cultivar la naturaleza, administrándola responsablemente. Recuerda “a todos el necesario destino universal de los bienes, que es uno de los principios clave de la doctrinas social de la Iglesia”. En efecto, si no se tiene acceso a los bienes básicos de la subsistencia, no habrá fraternidad. Las organizaciones sociales han de buscar los modos para que todos los hombres y mujeres puedan beneficiarse de los frutos de la tierra.
+ Juan del Río Martín
Arzobispo Castrense de España
Fuente:: Mons. Juan del Río
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