Próxima visita Ad Limina Apostolorum de los Obispos Españoles

Mons. Manuel Ureña

Mons. Manuel UreñaMons. Manuel Ureña      Cumplidos ya ocho años desde la última visita ad limina vivida por el episcopado español, el señor nuncio apostólico, S.E.Rvdma., Mons. Renzo Fratini, dirigió una carta, a principios del pasado mes de agosto, al señor Cardenal Presidente de nuestra Conferencia Episcopal, S.Em.Rvdma., Antonio-María Rouco Varela, Arzobispo Metropolitano de Madrid, en donde le manifestaba que el Prefecto de la Casa Pontificia, S.E.Rvdma., Mons. Georg Gänswein, había comunicado se iban a reanudar prontamente las visitas ad limina Apostolorum, interrumpidas con motivo del Año de la Fe. Al mismo tiempo, el Nuncio del Papa le daba a conocer que la visita ad limina para los obispos españoles quedaba fijada para los días 24 de febrero al 8 de marzo de 2014. Y, finalmente, el Nuncio de Su Santidad y Delegado apostólico permanente ante nuestras Iglesias particulares informaba al Presidente acerca de la introducción de una novedad, a saber, que el Santo Padre recibirá a los señores obispos en esta visita no individualmente, como acostumbraba hacer hasta ahora, sino en grupos de 7 u 8; se evitarán, además, los discursos; y cada obispo se limitará a presentar brevemente el estado de su diócesis y a responder lo más concisamente posible a las eventuales preguntas del Romano Pontífice.

1. Descripción de la visita ad limina y noticias acerca de sus orígenes.

Los cánones 399 y 400 del CIC en vigor describen el proceder de la visita ad limina con los siguientes términos: “Cada cinco años – dice el primero de estos cánones – el obispo diocesano debe presentar al Romano Pontífice una relación sobre la situación de su diócesis, según el modelo determinado por la Sede Apostólica y en el tiempo establecido por ésta”. Y “el obispo diocesano,- añade el c. 400 – llegado el tiempo en que debe presentar la relación al Sumo Pontífice, vaya a Roma, de no haber establecido otra cosa la Sede Apostólica, para venerar los sepulcros de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y preséntese al Romano Pontífice”.

Tres son, pues, los actos fundamentales de la visita ad limina: la peregrinación a las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles, Pedro y Pablo; la presentación al Santo Padre de la “relación quinquenal” y el encuentro con él; y la toma de contacto con los colaboradores directos del Santo Padre, a quienes éste habrá entregado con antelación para su estudio la relación quinquenal.

En lo que se refiere al origen histórico, aunque no consta una fecha concreta, ni siquiera aproximada, sobre la institución de la visita ad limina, son, sin embargo, numerosos los testimonios que, a partir del siglo IV, hablan de su vigencia en la Iglesia. Así, por ejemplo, el año 347, el Sínodo Sardicense dirigió al Papa Julio (341-352) una carta en la que le manifestaba la conveniencia de informarle sobre la situación religiosa en que se encontraban las diversas partes o provincias del Imperio Romano.

Y, si nos remontamos a los tiempos apostólicos, vestigios de lo que iba a ser más tarde la visita ad limina los encontramos ya en Gál 1 y 2, en donde Pablo refiere sus dos subidas a Jerusalén, la primera, para conocer a Pedro e intimar con él, y la segunda, para someter a los Apóstoles, presididos por Pedro, el Evangelio que él anunciaba, “no fuera que estuviera caminando o hubiera caminado en vano” (Gál 2, 1).

2. Teología de la visita ad limina.

Las visitas ad limina son a la vez una manifestación de la comunión entre los Obispos y el Obispo de Roma, y un medio para reafirmar dicha comunión. No hace falta decir que esta comunión tiene como eje la confesión de la misma fe, la celebración de los mismos sacramentos, la práctica de la misma ley, que es la ley del amor, y la experiencia de la misma oración pública de la Iglesia.

Pues bien, al servicio de la comunión de la Iglesia, nuestro Señor Jesucristo instituyó a los Apóstoles a modo de colegio, poniendo al frente de éste al bienaventurado Pedro. De este modo, Pedro, el Obispo de Roma, es un Apóstol como los demás, pero recibe el carisma de ser garante de la fe y principio visible de la comunión eclesial, lo que le distingue esencialmente de sus hermanos.

Por eso, como afirma Pastores Gregis 57, la posición eminente de Pedro en el Colegio Apostólico y la de sus sucesores en el Colegio Episcopal hacen que cada una de las Iglesias particulares “concuerde con la Iglesia de Roma, pues ésta y no otra es la garantía última de la integridad de la tradición transmitida por los Apóstoles. De esta forma, la Iglesia de Roma preside la comunión universal en la caridad, tutela las legitimas diversidades y, al mismo tiempo, vigila para que la particularidad no sólo no dañe a la unidad, sino que la sirva. Todo ello comporta la necesidad de la comunión de las diversas Iglesias con la Iglesia de Roma, para que todas puedan encontrarse en la integridad de la Tradición Apostólica y en la unidad de la disciplina canónica para la salvaguarda de la fe, de los sacramentos y del camino concreto hacia la santidad. Dicha comunión de las Iglesias se expresa por la comunión jerárquica entre cada obispo y el Romano Pontífice. De la comunión con todos los obispos cum Petro et sub Petro, realizada en la caridad, surge el deber de que todos ellos colaboren con el Sucesor de Pedro para el bien de la Iglesia entera y, por tanto, de cada Iglesia particular. La visita ad limina tiene precisamente esta finalidad”.

Pidamos ya desde ahora a Dios nuestro Señor por la próxima visita ad limina de los Obispos españoles. Pidamos que, por la acción del Espíritu, se afiance la unidad en la diversidad y se produzca esa suerte de “perichóresis”, de interpenetración y de compenetración plenas, entre la Iglesia Universal y las Iglesias particulares, sin duda comparable al flujo de la sangre, que parte del corazón hacia las extremidades del cuerpo y desde éstas vuelve al corazón.

† Manuel Ureña,

Arzobispo de Zaragoza

Fuente:: Mons. Manuel Ureña

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