Palabras de fe: ver y creer

AGUSTINCORTÉS

AGUSTINCORTÉSMons. Agustí Cortés       La relación de contraste entre los ojos físicos del cuerpo y los ojos creyentes del corazón da lugar a muchos juegos de palabras y a muchas paradojas. El Evangelio de San Juan es en esto un paradigma. Jesús dijo a Santo Tomás, que se resistía a creer: “¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto” (Jn 20,29).

Estos, llamados “dichosos” por Jesús, somos nosotros, que caminamos “como si viéramos lo invisible” (así dice la Carta a los Hebreos que caminaba Moisés por el desierto: Hb 11,27). No es una artimaña, ni una autosugestión. Tampoco caminamos en la oscuridad absoluta, pues nuestra vida está llena de signos, como regalos de la presencia de Dios, como resquicios o reflejos de su luz. Estos signos no son evidencias, pero remiten a una luz más intensa. Decía el beato cardenal Newman que los discípulos de Emaús pasaron del “ver sin creer al creer sin ver” en el momento de la fracción del pan en la cena con Jesús. El signo que les permitió pasar a la fe (creer sin ver) consistió en la fracción del pan. A través de él, es decir, la Eucaristía, se percataron de la presencia de Jesucristo, pues ésta era la forma totalmente peculiar que El tenia de ofrecer su amor.

Dos buenos amigos, J. M. Salaverri y J. S. Vila, con una larga y fecunda vida de sacerdotes a sus espaldas, convenían en la belleza de este poema, que compuso en sus últimos años la escritora Ernestina de Champourcín (1905-1999). Me lo envió uno de ellos, glosado sencillamente con estas palabras: “A nosotros, los que creemos sin ver, esta confianza nos tiene que estimular a aprovechar este tiempo de ‘creer sin ver’, pero iluminado por la fe, llenándolo de amor al Señor y al prójimo”.

“Me queda poco tiempo

con los ojos cerrados

para creer sin ver

para ir caminando,

a ciegas, deslumbrada

-en este mundo opaco-,

por tu Verbo encendido.

Amar, creer en anchos

horizontes sin fin.

¡Qué divino regalo

el de esta vida a oscuras

para vivirla amando!

No me abras los ojos,

hay un cielo más claro

para los que tantean

con su fe entre las manos.”

Es un eco de aquellas palabras de San Pablo, que, convencido de “caminar en la fe, no en la visión” (2Co 5,7), en el contexto de su célebre himno sobre la caridad, afirmaba: “ahora vemos como en un espejo, en enigma, entonces le veremos cara a cara. Ahora conozco de forma parcial, pero entonces conoceré como soy conocido” (1Co 13,12). Poco antes de estas palabras San Pablo había cantado las excelencias del amor sobre las otras virtudes de la fe y de la esperanza. Éstas son para el peregrino, que camina todavía en este mundo. Aquélla, la caridad, es la única que quedará en la vida eterna, porque el amor no acaba nunca. Es, por tanto la virtud que corresponde a la visión cara a cara…

Entonces, si ya aquí, en este mundo, podemos vislumbrar algo de la luz mediante la fe y afrontamos sin desfallecer la vida por la esperanza, es porque la caridad, con su luz, está ya sosteniendo y alimentando nuestro creer y nuestro esperar.

Agustí Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

Authors: Mons. Agustí Cortés Soriano

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