Nuestra Iglesia Diocesana está de fiesta

Mons. Juan José Omella

Mons. Juan José OmellaMons. Juan José Omella    El pasado 13 de octubre, la Iglesia en España veía incrementado el número de sus hijos mártires beatificados, de los que como madre se siente santamente orgullosa.

Nuestra diócesis quiere celebrar solemnemente el testimonio cristiano de sus mejores hijos. Para ello, hoy, 10 de noviembre, a las 8 de la tarde, en la Catedral de Santa María de la Redonda, de Logroño, tendrá lugar una misa de acción de gracias por todos los mártires riojanos del siglo XX en España que han sido beatificados.
Todos los diocesanos quedáis invitados a participar en la eucaristía, a seguir estrechando el abrazo de comunión entre todos, a retomar con alegría el relevo del testimonio evangélico, para que la presencia de Cristo Resucitado siga iluminando nuestra sociedad y nuestra tierra.

¿Cabe un gozo mayor para la Iglesia Diocesana que el de celebrar juntos el vigoroso testimonio de amor al Padre, de unión fraterna con el Hijo, de comunión en el Espíritu, de estos hermanos nuestros en la fe y en el amor cristiano?

¿Cabe un testimonio más pleno de humanidad, de hermandad sin condiciones ni fronteras, que el de estos testigos del Dios vivo, entrañable y familiar?

¿Qué forma de vivir hay más hermosa que la de dar la vida? ¿Qué forma de morir hay más fecunda que la de despedirse pidiendo a Dios perdón y perdonando de corazón al asesino propio?

El mártir transparenta al mismo Cristo. Deja que sea Él quien hable, actúe, ore, consuele. No tiene otra finalidad que la de Cristo ni otro porqué su obrar que el del Maestro. No tiene otra ambición que la de transformarse en Él, otro alimento que el de honrar al Padre, otra misión que la de proclamar la Buena Nueva e ir forjando en la tierra el Reino de los Cielos.

Su ser, como su obrar, es el de Cristo.

Vivían, trabajaban, en parroquias, colegios, residencias, centros de Acción Católica. Oraban, educaban, dedicaban su vida a la atención de los más pobres, a cuidar la salud de los enfermos.

Su norma era el Decálogo y su espíritu el de las Bienaventuranzas. Eran tan ejemplares ciudadanos como buenos cristianos, prestos siempre a dar al César lo del César y a Dios lo que es de Dios. No hubo en su comportamiento otro delito que el de ser sus testigos.

Su lista ha ido nutriéndose con el paso del tiempo, su luz sigue alumbrando nuestra época:
Beato Germán de Jesús y María, natural de Cornago, pasionista, beatificado el 1 de octubre de 1989; Beato Leoncio Pérez Ramos, natural de Muro de Aguas, claretiano, beatificado el 25 de octubre de 1992; Beato Jesús Hita Miranda, natural de Calahorra, marianista, beatificado el 1 de octubre de 1995; Beato Julián Moreno Moreno, natural de Alfaro, agustino recoleto, beatificado el 7 de marzo de 1999; Beato Tirso Manrique Melero, natural de Alfaro, dominico, beatificado el 11 de marzo de 2001;Beato Narciso Esténaga Echeverría, natural de Logroño, obispo de Ciudad Real, beatificado el 28 de octubre de 2007; Beato Francisco del Valle Villar, natural de Grañón, hermano de las Escuelas cristianas, beatificado el 28 de octubre de 2002; Beato José Grijalva Medel, natural de Calahorra, carmelita, beatificado el 28 de octubre de 2007; Beato Manuel Moreno Martínez, dominico, natural de Rincón de Soto, beatificado el 28 de octubre de 2007; Beato Pedro Jiménez Vallejo, carmelita descalzo, natural de Valdeprado (Soria), párroco de Pradejón, beatificado el 28 de octubre de 2007.

El pasado día13 de octubre eran beatificados los mártires Gonzalo Barrón Nanclares, (SS.CC.), natural de Ollauri; Felipe González de Heredia Barahona(C.M.F.), natural de San Asensio; Luis Gonzaga Alesanco Maestro,(O.S.B.), natural de san Millán de la Cogolla; Clemente Faustino Fernández Sáenz,(F.S.C.), natural de Logroño.

Laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, todos fueron sembrándose como el grano que cae en tierra y muere. Su copiosa cosecha, su sazonado fruto, siguen alimentándonos.

No vestían otro atuendo que su fe, no portaban más armas que el amor y la esperanza cristianas. La fuerza del Espíritu sostuvo su flaqueza. Murieron como habían vivido: bendiciendo. Ellos son el honor de nuestra Iglesia, la luz de nuestro Pueblo.

Nuestra acción de gracias por ellos se extiende también a sus familias y comunidades religiosas, donde convivieron y se formaron.

Nos encomendamos a María, Madre de Dios y Madre nuestra. A ella, que sabe cómo nadie acompañarnos y fortalecernos en la fe, la esperanza y el amor, a lo largo de toda nuestra vida.

Con mi afecto y bendición,
+Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

Fuente:: Mons. Juan José Omella

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