No es posible la vivencia de la fe fuera de la Iglesia : Vicario de Arquidiócesis Primada de España

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«No es posible la vivencia de la fe fuera de la Iglesia»: Vicario de Arquidiócesis Primada de España

Toledo (Jueves, 23-01-2014, Gaudium Press) El Vicario episcopal de Toledo, D. Emilio Palomo -esta semana y al día siguiente de que se entregase al Arzobispo D. Braulio Rodriguez Plaza las conclusiones de las II Jornadas de Pastoral de Toledo-, nos atiende para hacer un balance de lo que en su entender fue una gran experiencia y un gran impulso para la Nueva Evangelización en en la Archidiócesis Primada de España.

Gaudium Press – ¿Qué esperaban de las II Jornadas de Pastoral de Toledo?

D. Emilio Palomo – La intensa vivencia del pasado curso pastoral y la respuesta que hubo a las I Jornadas, nos hacía esperar un gran interés y fruto para las II Jornadas. El Plan Pastoral diocesano tiene como elementos claves para todos los años la iniciación cristiana, la familia y la nueva evangelización. El Plan ayuda enormemente a encomendar las intenciones y poder buscar con tiempo las ayudas que se consideran necesarias, como así ocurrió con don Guzmán Carriquiry. Ciertamente la elección del doctor D. Guzmán fue hecha por el Arzobispo D. Braulio Rodríguez Plaza prácticamente hace un año, poco después de concluir las anteriores, y para la elección fueron determinantes los aspectos que se quieren cuidar a lo largo de este curso en el que nos encontramos: la llamada a la santidad, la vocación laical, la conversión…

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D. Emilio Palomo junto al Prof. Guzmán Carriquiry,

Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina

Esas claves se entienden muy bien cuando se cae en la cuenta que acabamos de celebrar el XXV aniversario de la Exhortación apostólica Christifideles laici. Esperábamos a D. Guzmán, este laico tan importante y querido en la Iglesia por el servicio y entrega que viene realizando desde hace más de cuarenta años, para que nos hablase de todo ello y ciertamente no hemos quedado defraudados, todo lo contrario, hemos sido edificados en Cristo a través de las palabras y los testimonios de estos días.

Además de las tres conferencias estaban de nuevo previstas diversas Experiencias, en esta ocasión en torno al evangelio de la vida, oratorios con niños y la religiosidad popular fuente de caridad, y han supuesto que más de 200 personas eligiesen conocer y participar en cada una de ellas. Estas experiencias venidas de fuera de nuestra diócesis han sido coordinadas por las Delegaciones de Familia y Vida, Vicaría de Iniciación cristiana y Nueva evangelización y Delegación de Religiosidad popular respectivamente. Deseábamos realizar unos los Círculos de reflexión para compartir y poder sacar conclusiones de todo lo escuchado, y han cubierto las expectativas.

De estas II Jornadas también esperábamos que de nuevo el arte, la historia de la ciudad de Toledo, la cultura cristiana, fuese un medio de nueva evangelización, y de nuevo así ha sido, en esta ocasión «de la mano» de El Greco, justamente en el comienzo del IV centenario de su muerte. El itinerario catequético preparado por la Vicaría de la Cultura ha sido también muy valorado por los participantes.

GP – ¿Cómo ha sido la participación de la Iglesia que peregrina en Toledo en las II Jornadas de Pastoral de la Archidiócesis Primada?

D. Emilio  – La participación ha sido magnífica, con más de 700 personas presentes en el Salón de actos (completo totalmente en toda su capacidad), y además seguido en directo a través de la radio y televisión diocesanas por cientos de personas que desde sus casas también han podido participar. Ha sido genial. La Iglesia que peregrina en Toledo está viviendo un momento de gran impulso suscitado por nuestro Pastor y su obispo auxiliar. Todos sabemos que no es fácil lograr grandes participaciones para acciones de este tipo. Igualmente no es nada fácil suscitar el compromiso. Pues bien, las II Jornadas de Pastoral no sólo han convocado a ese gran número de personas, tal vez sea más significativo decir que estaban presentes más de 90 parroquias de la archidiócesis; que todos los movimientos apostólicos que están presentes en la diócesis estaban representados; un centenar de sacerdotes, además de los religiosos y religiosas; y numerosas cofradías y hermandades.

GP – El ponente, D. Guzmán Carriquiry lanzó varios retos al auditorio para no hacer más de lo mismo. ¿Cree Ud. que a partir de ahora nuestro laicado tomará más consciencia de que urge un testimonio que llegue a los más alejados?

D. Emilio – La presencia de D. Guzmán Carriquiry entre nosotros ha supuesto escuchar con enorme pasión continuas alusiones y anécdotas de los pontífices con los que él ha trabajado y sigue haciéndolo: palabras de Pablo VI en el Concilio Vaticano II o en Evangelii nuntiandi; de Juan Pablo II en multitud de textos y sobre todo de Benedicto XVI y el Papa Francisco. Han sido continuas las alusiones a Evangelii gaudiumy los retos de los que él se hacía eco los encontramos en la exhortación.

Una vez concluidas las Jornadas los testimonios han sido muy elocuentes al mostrar gran ilusión y ánimo para examinar nuestros modos de hacer apostolado, revisar acciones, etc. y sobre todo salir de nosotros mismos. Comparto un whatsapp de los muchos recibidos y que me envió un sacerdote: «Enhorabuena por las jornadas, felicidades a la organización. De aquí, muy contentos. Esta semana revisamos y tomamos ideas para evangelizar. Ha servido muy bien para hacer parroquia». Un dato de esa parroquia, han acudido 18 personas, el año pasado eran menos de la mitad.

GP – El Arzobispo D. Braulio recordó que más que una reconquista de lo que se trata es de descubrir nuevos horizontes de evangelización, pero siempre con consciencia de pertenencia a la Iglesia. ¿Comparte esta visualización?

D. Emilio  – Ciertamente lo comparto, al igual que los participantes en las Jornadas; de hecho fueron muy aplaudidas por los participantes esas palabras del Arzobispo D. Braulio: «La nueva evangelización no es una»reconquista», un intento de recobrar territorios perdidos. Se trata de horizontes nuevos, abiertos por una mayor conciencia de la radicalidad de la vida bautismal, sea uno obispo o fontanero, monja o madre de familia, cardenal o camionero. Todos discípulos de Cristo, cada uno según su estado de vida. Llamados todos a la fecundidad del testimonio y a sus aprietos, constatando siempre que existe una dinámica en la historia que nos pone de manifiesto Jesucristo en la parábola del trigo y la cizaña». «Pero la Iglesia siempre afirmará la omnipotencia divina que salvará a la humanidad, como garantía de la libertad del hombre, porque nuestro Dios siempre está y estará con nosotros y hace de nosotros el templo de su gloria, nos ofrecerá el Padre a Cristo salvador, que nos pide entrar en nuestra casa y cenar con nosotros».

GP – ¿Cuáles son algunas de las conclusiones de estos días?

Permítame decir en primer lugar que se han cumplido las palabras del Papa Francisco cuando dice en Evangelii gaudium nº77, que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores, espacios para que los agentes de pastoral compartan retos, preguntas, experiencias, etc., ciertamente así ha ocurrido con estas Jornadas. Y para que eso sea así insiste el Papa que se necesita espacio también para la oración y la celebración de la fe: por eso un momento muy importante fue la celebración de la Misa en rito hispano-mozárabe en la Catedral Primada el domingo por la mañana, y los diversos momentos de oración que a lo largo de las Jornadas ha habido preparados por la Delegación de Liturgia y la de Juventud.

Me pegunta por conclusiones, pues bien, como le decía antes, hemos tenido tiempo para unos Círculos de reflexión. Se hicieron cinco Círculos que tenían como guía las conferencias de D. Guzmán Carriquiry. A la luz de lo expuesto por él se trataba de reflexionar y ver las aplicaciones que podemos sacar para nuestras realidades. Así ha sido, y con todo lo expuesto se han elaborado diez conclusiones:

1. Todos los bautizados estamos llamados a la santidad. Ésta no ha de ser vista como una meta reservada a élites cualificadas, sino como una exigencia para cada uno de los hombres y mujeres que formamos la Iglesia, que se deriva de un encuentro personal: «no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (Deus Caritas Est, 1). Cada bautizado ha de vivir plenamente la vocación a la que el Señor le ha llamado como concreción de la vocación universal a la santidad.

2. La Iglesia, pues, necesita que sus miembros -sacerdotes, seglares y religiosos-seamos santos. No podemos vivir de la herencia del pasado. Desde el encuentro personal con Jesucristo, en constante proceso de conversión, hemos de ser signo de contradicción para el mundo. Lo católico no puede ser nunca el adjetivo en los bautizados. Lo católico debe ser nuestro sustantivo, pues es lo que nos define.

3. En este sentido, la vocación laicalha de ser vista por todos y vivida por los fieles como una auténtica vocación, propiamente tal y plenamente digna, que tiene en el mundo el lugar teológico para su realización. No se trata con ello de reivindicar el papel de los laicos en el interior de la Iglesia, sino de promover activamente la vocación laical para que los seglares adquiramos conciencia de su significado y alcance. En este sentido, resulta fundamental proponerla en positivo: el título que tenemos los seglares es el de Christifideles Laici, es decir, laicos fieles en Cristo.

4. Es por ello que debemos entender nuestro papel en la Iglesia y en el mundo desde la corresponsabilidad. En esta tarea resulta fundamental la labor de acompañamiento del Sacerdote. Sacerdote y seglar se enriquecen mutuamente: el sacerdote, como pastor, ayuda a los fieles laicos en el descubrimiento y vivencia de su vocación; y los fieles laicos animan al Sacerdote a crecer en su identificación con Jesucristo, el Buen Pastor.

5. La formación es el principal instrumento de promoción de la vocación laical y de transformación interior de los fieles laicos. La formación jamás ha de ser entendida como información, sino como conformación de nuestra vida con Jesucristo. Precisamente por ello, la formación ha de ser siempre integral y permanente, vivida como un proceso, un itinerario personal y comunitario de progresiva identificación con Jesucristo, que integra como elementos imprescindibles la Palabra, los Sacramentos, la Oración y el Estudio. Un proceso que ha de tener como columna vertebral la iniciación cristiana. A ello ayuda eficazmente la incorporación a un grupo de formación, sea en la Parroquia o en una Asociación o Movimiento. En el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos de la Conferencia Episcopal Española tenemos un instrumento muy completo para asumir este reto.

6. Nos encontramos en un momento de emergencia educativa. Debemos ser capaces de comunicar las razones de la fe que profesamos, pero ello exige conocer y hacer vida esa fe. No basta con defenderse, con realizar discursos piadosos, ni con reproducir literalmente el mensaje cristiano. Hemos de ser capaces de superar la separación entre la fe y la vida y, desde la progresiva identificación con Jesucristo, transmitir la experiencia de la novedad de vida a quienes están a nuestro lado. El camino no ha de ser el proselitismo, sino la atracción por la novedad del mensaje cristiano, la fascinación del encuentro con Cristo y el calor de la comunidad eclesial.

7. Puede decirse por ello que la formación conduce, con naturalidad, al apostolado. La vocación cristiana es vocación a la misión, lo cual se traduce en el compromiso personal y comunitario con la evangelización, que debe ser entendida como servicio a las personas y ayuda para la construcción del bien común de la sociedad.

8. Estamos asistiendo al inicio de nueva fase misionera de la Iglesia, que debe estar caracterizada por la presencia evangelizadora de sus miembros en la sociedad, con cinco ámbitosprioritarios: matrimonio y familia, educación, trabajo, cultura y política. Y, junto con ello, por la presencia consoladora en las fronteras existenciales de la pobreza, el sufrimiento, la pérdida del sentido de la vida. No en vano, «la vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas»(CfL, 17).

9. No es posible la vivencia de la fe fuera de la Iglesia. Todos somos contemporáneos en Cristo gracias a ella. Todos somos uno por medio de ella. Debemos incorporarnos a la Iglesia, en el sentido de hacernos cuerpo con ella, ser piedras vivas que la sostengan y ayuden en la realización de su misión. La pertenencia a un Movimiento o Asociación ayuda a vivir la comunión eclesial y la unidad en Cristo y otorga eficacia al apostolado.
10. Éste es nuestro reto: vivir la llamada a la santidad, desde nuestra pertenencia en la Iglesia, como un proceso de progresiva configuración con Jesucristo para ser discípulos misioneros en medio del mundo. Todo ello, siendo conscientes de que «la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús». (EG 1).

Gaudium Press / José Alberto Rugeles

Fuente:: Gaudium Press

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