Nadie sin salud. Nadie sin hogar

Mons. Manuel Sánchez Monge

Mons. Manuel Sánchez MongeMons. Manuel Sánchez Monge    El derecho a la salud es uno de los derechos humanos básicos para poder llevar la vida humana con dignidad. Ahora bien, la salud no es simplemente la carencia de enfermedades. La Organización Mundial de la Salud ha definido ésta como “un estado completo de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de dolencia o enfermedad”. Por tanto, abarca el bienestar físico que implica hábitos correctos de alimentación, higiene, prevención de enfermedades… También el bienestar mental, es decir un estado emocional y psicológico en virtud del cual un individuo pueda utilizar sus capacidades cognitivas y emocionales, funcionar en sociedad, y resolver las demandas ordinarias de la vida diaria. Por último, el bienestar social comprende los derechos ciudadanos, la participación en la vida social, etc…

Las personas sin hogar no disfrutan de salud en el sentido que acabamos de describir. Casi todas padecen alguna enfermedad crónica, algunas tienen una discapacidad reconocida, casi la mitad han sido víctimas de algún delito o agresión…, según los últimos datos estadísticos. Carecer de salud es un factor más de su exclusión por la sociedad y la estigmatización que como personas viven cada día. Y otro dato más: la esperanza de vida de las personas sin hogar es 25 años inferior al resto de la población. Los que carecen de hogar no han elegido vivir en la calle ni las enfermedades que padecen… La reforma sanitaria actual supone un cambio de modelo que afecta fundamentalmente a las personas más desprotegidas. ¿Por qué las miramos con miedo, o lo que es peor, por evitar complicaciones, ni las miramos siquiera?

Aprovecho esta comunicación para resaltar que la crisis sigue afectando muy duramente entre nosotros. Tres millones de personas se encuentran en lo que se llama ‘pobreza severa’, es decir, disponen de menos de 307 euros al mes para cubrir todas sus necesidades. El poder adquisitivo ha bajado un 4% y los precios han crecido en torno al 10%. Estamos viviendo una segunda oleada de empobrecimiento y exclusión social con los efectos más perniciosos. Hay muchas personas que siguen en el medio del túnel de la crisis y no logran vislumbrar ese atisbo de luz del que hablan los economistas de altos niveles.

Desde Cáritas Diocesana insistimos en que ni la Iglesia ni la sociedad como tal pueden permanecer ajenas a una situación en la que todos podemos formar parte de la solución. No debemos, a pesar de las dificultades, relajar nuestra caridad y nuestra solidaridad.

  † Manuel Sánchez Monge,

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Fuente:: Mons. Manuel Sánchez Monge

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