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garcia_burilloMons.  Jesús García Burillo    Queridos diocesanos:

La lectura del informe de Cáritas sobre el ejercicio de 2012 golpea nuestras atribuladas conciencias respecto a la situación social que vivimos en España en el momento presente. El año pasado, Cáritas ha atendido a ¡1.300.914 personas!

Cada una de estas personas tiene un mundo roto interiormente: parados desde hace tiempo, familias en situación agónica, inmigrantes en precariedad, personas sin hogar, ancianos en necesidad extrema, discapacitados de diverso grado, enfermos de sida, reclusos y ex reclusos… Son personas desprotegidas, muchas de las cuales piden ayuda como consecuencia de la situación económica y social que vivimos. Desde que empezó la crisis, la pobreza severa se ha duplicado en España, alcanzando en estos momentos a 3 millones de personas que no superan los 307 euros de ingresos mensuales. En los últimos años se está produciendo un
descenso de la renta media que provoca el empobrecimiento de nuestra sociedad, lo que afecta especialmente a las personas y familias más vulnerables: desempleados, personas sin hogar, familias monoparentales…

El drama de los parados se está haciendo crónico en nuestra sociedad: más de la mitad (entre 3 y 4 millones de personas) lleva ya un año o dos años en paro.

¿Nos imaginamos lo que esto supone para un hogar? El agotamiento emocional, las crisis depresivas y afectivas, la pérdida de la vivienda, el riesgo de la desintegración del hogar, son las consecuencias inmediatas. Bien es cierto que este momento crítico está favoreciendo en muchos casos el sentimiento de familia, que acoge a los miembros necesitados compartiendo con ellos sus bienes, y otras entidades sociales que se ven desbordadas por el número ingente de necesitados y de casos concretos.

Un factor que golpea particularmente nuestra sensibilidad es el incremento de la desigualdad en España, con el valor más elevado de toda Europa: el 20 % de la población más rica concentra 7,5 veces más ingresos que el 20 % más pobre, cuando antes de la crisis era de 5,5 veces. Quiere decir que la situación de crisis no afecta a todos de la misma manera: mientras unas familias se hacen más ricas, otras se empobrecen más todavía. Crece la desigualdad entre pobres y ricos. O, de otro modo, estamos perdiendo la oportunidad de producir una
efectiva solidaridad entre todos nosotros, una sociedad más justa y solidaria, que impida las dramáticas situaciones que ahora vivimos. Tampoco los cambios habidos en las políticas sociales ayudan a resolver las situaciones de pobreza y precariedad, pues, aunque las prestaciones sociales por desempleo palían el
apoyo a las personas y familias durante un tiempo, estas vías se agotan mientras aumentan los gastos en los campos sanitario y educativo principalmente.

Y ¿quiénes y de qué modo respondemos a esta situación? Desde hace muchos años, Cáritas aúna el esfuerzo de la acción caritativa y social de la Iglesia católica en España con todas nuestras aportaciones. Y, dentro de ella, su tesoro más preciado son las personas que la sostienen con su dedicación y esfuerzo gratuito y desinteresado. En las 70 Cáritas Diocesanas que existen en nuestro país, más de 70.000 voluntarios trabajan para defender la dignidad humana de aquellos que se encuentran en una situación social más precaria, por medio de su
solidaridad. Un trabajo que a veces consiste en escuchar y acompañar al que sufre, y otras participando activamente en el desarrollo de proyectos concretos.

El voluntariado, entendido como una de las principales señas de identidad de Cáritas, es una llamada a vivir la solidaridad como estilo de vida diferente, ofreciendo alternativas para que todas las personas tengan acceso a una vida digna y puedan desarrollarse plenamente. Por todo ello, es de justicia agradecer la labor de estas personas que colaboran en construir una sociedad más justa y solidaria. También debemos poner en valor el importante ejemplo que esta opción por el voluntariado nos plantea a la sociedad: vivir desde la gratuidad,
esto es, dar gratis lo que gratis hemos recibido. La gratuidad nos lleva a recuperar los lazos afectivos y humanos, nos sitúa en el camino de la solidaridad, haciendo el bien por el bien.

Queridos diocesanos, ante la situación alarmante que nos muestra Cáritas en su informe, es urgente tomar conciencia de la necesidad de un cambio social más humano y más justo, que parta de nuestro compromiso personal. Nuestra ayuda a Cáritas es un medio muy eficaz. Así seremos como el Buen samaritano
del Evangelio, siguiendo con gozo y generosidad el consejo de Jesús: “Ve y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37).

+ Jesús García Burillo

Obispo

Fuente:: Mons. Jesús García Burillo

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