La alegría de la fe: LA IGLESIA (II)

Mons. Braulio Rodríguez Plaza

Mons. Braulio Rodríguez PlazaMons. Braulio Rodríguez    En el símbolo de la fe, el Credo, contiene esa verdad que, por tenerla en el corazón, la profesamos con los labios: “Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica”. Creemos en la Iglesia, no de la misma forma que creemos en Dios Padre, Hijo V Espíritu Santo; creemos porque es la Iglesia de Jesucristo, reunida por el Espíritu para la glorificación del Padre; porque es el seno donde hemos nacido a la vida de Dios que Jesucristo nos donó V porque es signo visible del Reino de Dios que llegará a su plenitud cuando Cristo se lo devuelva al Padre V Dios sea todo en todos. En el símbolo de la fe, en el Credo, confesamos: Creo en la Iglesia una, santa, católica y apostólica. La finalidad de la misión de la Iglesia es una humanidad transformada en una glorificación viva de Dios. Éste es el sentido de la catolicidad, que nos ha sido donada, pero hacia la cual, sin embargo, debemos avanzar siempre de nuevo.

Catolicidad no sólo expresa la reunión de muchas personas en la unidad (dimensión horizontal); también entraña una dimensión vertical: únicamente dirigiendo nuestra mirada a Dios, sólo abriéndonos a Él, podemos llegar a ser realmente uno. Cuando san Pablo V luego san Pedro se dirigieron desde Jerusalén a Roma, a la ciudad en donde confluían todos los pueblos, ciertamente que los guiaban las palabras de los profetas, la fe V la oración de Israel. En efecto, la misión hacia todo el mundo también forma parte del anuncio de la antigua alianza, según aquello del Salmo 21, 28, que Cristo recitó en la Cruz: “Volverán al Señor de todos los confines del orbe; en su presencia se postrarán las familias de los pueblos”. Cuando los dos Apóstoles llegaron a Roma, el Señor, que había iniciado ese salmo en la cruz, había resucitado; ahora se debía anunciar a todos los pueblos esa victoria de Dios.

Catolicidad significa universalidad, multiplicidad que se transforma en unidad; unidad que, a pesar de todo, sigue siendo multiplicidad. De esta manera tan hermosa explica san Ireneo en el siglo II este vínculo entre catolicidad V unidad: “La Iglesia recibió esta predicación vesta fe, V,

extendida por toda la tierra, con esmero la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma V un solo corazón, V la predica, enseña V transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son distintas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la tradición es una V la misma. Las Iglesias de Alemania no creen de manera diferente, ni transmiten otra doctrina distinta de la que predican las de España, las de Francia, o las de Oriente, como las de Egipto V Libia, así como tampoco las Iglesias constituidas en el centro del mundo; sino que, así como el sol, que es una criatura de Dios, es uno V el mismo en todo el mundo, así también la luz de la predicación de la verdad brilla en todas partes e ilumina a todos los seres humanos que quieren venir al conocimiento de la verdad” (Contra los herejes, 1,10,2).

La unidad de los hombres en su multiplicidad ha sido posible porque Dios, el único Dios del cielo V de la tierra, se nos manifestó, sobre todo en su Hijo, Verbo eterno; también porque la verdad esencial sobre nuestra vida, sobre nuestro origen V sobre nuestro destino, se hizo visible cuando Él se nos manifestó V en Jesucristo nos hizo ver su rostro, se nos reveló a sí mismo. Esta verdad sobre la esencia de nuestro ser, sobre nuestra vida V nuestra muerte, la verdad que Dios hizo visible, nos une V nos convierte en hermanos. De modo que Catolicidad V unidad van juntas. Y la unidad tienen un contenido: la fe que los Apóstoles nos transmitieron de parte de Cristo.

X Braulio Rodríguez Plaza

Arzobispo de Toledo

Primado de España

 

Fuente:: Mons. Braulio Rodríguez

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