Jesucristo, Rey del Universo

Mons. Gerardo Melgar

Mons. Gerardo MelgarMons. Gerardo Melgar    Queridos diocesanos:

En este último Domingo del Año litúrgico celebramos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del universo, y clausuramos el Año de la fe. Siempre que hablamos del Señor como Rey, de su Reino, de su Reinado, etc. la imaginación y el pensamiento nos trasladan a nuestras pobres categorías y pensamos en las diferencias entre grandes y servidores, entre siervos y señores. Sin embargo, al celebrar a Cristo como Rey estamos honrando a un Rey totalmente distinto y hablamos de un Reinado que no tiene nada que ver con los reinados terrenos. El Reino de Cristo lo es de justicia, de verdad y de vida, de amor y de paz.

Cristo ejerce su reinado desde la Cruz, auténtico trono desde el que el Señor se ofrece por amor a los hombres, obtiene la victoria sobre la muerte y el pecado, y nos merece la salvación. Se trata de un Reino fundamentado no en la fuerza sino en la debilidad, reconciliando la tierra con el cielo, a Dios con los hombres por medio de la Sangre de Cristo derramada por la salvación del mundo. Así se constituye Cristo como Rey del Universo: entregando su vida por la salvación de todos los hombres. Como escribió San Pedro: “Hemos sido rescatados no a precio de plata ni de oro sino a precio de la Sangre derramada de Nuestro Señor Jesucristo” (1 Pe 1, 18)

Al contemplar a Cristo Rey en la Cruz tenemos que preguntarnos: ¿queremos que Cristo sea nuestro único soberano? La respuesta debe ser dada desde la responsabilidad de saber qué supone admitir a Cristo como nuestro Rey:

1. Que Cristo sea nuestro Rey quiere decir que estamos dispuestos a darle el puesto de honor, el primer puesto en nuestra vida como a nuestro único Dios y Señor.

2. Que Cristo sea nuestro Rey debe llevarnos a trabajar, con la ayuda de su gracia, para que Él sea nuestro único Señor y evitar que otras personas o cosas reinen en nosotros.

3. Admitir a Cristo como nuestro Rey exige que le dejemos entrar de verdad en nuestra vida, que dejemos que Él nos trasforme y nos convierta en verdaderos seguidores suyos que se toman en serio la fe y tratan de vivir de acuerdo con lo que esa fe exige.

4. Admitir a Cristo como Rey supone comprometernos a luchar por la defensa de la verdad, la justicia, la vida y la paz.

5. Finalmente, admitir a Cristo como Rey supone encarnar en nosotros las mismas actitudes que Él vivió: en el servicio, en el amor a los demás, en la entrega de nuestra vida, en la creación de paz, etc.

Dejemos que Cristo sea nuestro Rey; hagamos de nuestra vida un verdadero homenaje de entrega, de servicio y de encarnación de sus mismas actitudes. Seamos testigos de los valores evangélicos en medio de nuestro mundo y entre las gentes con las que convivimos para que Cristo pueda reinar en todos aquellos que aún no lo reconocen como su Dios y su todo. Ojalá nuestra vida sea una sincera proclamación de Cristo como Rey del Universo y como Rey de cada uno de nuestros corazones.

Vuestro Obispo,

+ Gerardo Melgar

Obispo de Osma-Soria

Fuente:: Mons. Gerardo Melgar

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