Haciendo un mundo mejor
Mons. Julián Ruiz Martorell Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
El domingo pasado celebramos la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado. En el año 1914, durante el pontificado de Benedicto XV, se celebró la primera Jornada Mundial de Migraciones.
La Sagrada Escritura concede una gran importancia al emigrante. El Deuteronomio nos recuerda las emotivas palabras del credo histórico de Israel: “mi padre fue un arameo errante” (Dt 26,5). Abraham, el padre de los creyentes, salió de su tierra, se puso en camino prendido y prendado por la promesa, abandonó su pasado, puso en juego su presente y arriesgó su futuro.
Las leyes sociales de la Antigua Alianza establecen: “No maltratarás ni oprimirás al emigrante, pues emigrantes fuisteis vosotros en la tierra de Egipto” (Ex 22,20); “Si un emigrante reside con vosotros en vuestro país, no lo oprimiréis. El emigrante que reside entre vosotros será para vosotros como el indígena: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis en Egipto” (Lev 19,33-34).
Israel fue liberado de la esclavitud de Egipto, entró en la tierra que el Señor le dio y, recordando la amarga experiencia vivida en tierra extranjera y en condiciones de opresión, ejerció la hospitalidad y la acogida de los forasteros.
En el Nuevo Testamento, Jesús establece un criterio definitivo que regula la relación con el hambriento, el sediento, el forastero, el desnudo, el enfermo, el encarcelado: “fui forastero y me hospedasteis” (Mt 25,35). Y añade: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40).
San Pablo formula un principio determinante: “No hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28).
El Papa Francisco visitó la isla de Lampedusa, tristemente asociada a la tragedia de miles de emigrantes que se han encontrado con la muerte cuando intentaban buscar una nueva vida. Y también escribió un impactante “Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2014” en el que nos dice: “Emigrantes y refugiados no son peones sobre el tablero de la humanidad. Se trata de niños, mujeres y hombres que abandonan o son obligados a abandonar sus casas por muchas razones, que comparten el deseo legítimo de conocer, de tener, pero sobre todo de ser “algo más””.
Es deber de la Iglesia la denuncia razonable y razonada de los errores de la sociedad. Por ello, afirma el Papa Francisco: “no podemos dejar de denunciar por desgracia el escándalo de la pobreza en sus diversas dimensiones. Violencia, explotación, discriminación, marginación, planteamientos restrictivos de las libertades fundamentales, tanto de los individuos como de los colectivos, son algunos de los principales elementos de pobreza que se deben superar. Precisamente estos aspectos caracterizan muchas veces los movimientos migratorios, unen migración y pobreza”.
Hagamos nuestro el cálido saludo del Papa en su Mensaje: “Queridos emigrantes y refugiados. No perdáis la esperanza de que también para vosotros está reservado un futuro más seguro, que en vuestras sendas podáis encontrar una mano tendida, que podáis experimentar la solidaridad fraterna y el calor de la amistad”.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+Julián Ruiz Martorell,
Obispo de Jaca y de Huesca
Fuente:: Mons. Julián Ruiz Martorell
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