¡Es una vergüenza!

¡Es una vergüenza!

¡Es una vergüenza! Mons. Antonio Algora     Es la expresión del Papa que no debemos dejar que se apague entre nosotros ¡Es una vergüenza! Le salió del corazón, de un corazón que sufre con los que sufren y por los que sufren. De la Pastoral Obrera, ya hace muchos años, hemos recibido la tradición de que «debemos estar siempre del lado de los perdedores», de los perdedores de la vida.

El papa Francisco, en el vértigo de sus encuentros con todo lo que se mueve, acudió al encuentro organizado por el Consejo Pontificio «Justicia y Paz» en el L aniversario de la «Pacem ín Terris», la carta que el beato Juan XXIII escribió en plena guerra fría entre Estados Unidos y Rusia. Fue en su discurso donde incluyó la expresión ¡Es una vergüenza! En este párrafo: «La Pacem in terris traza una línea que va desde la paz que hay que construir en el corazón de los hombres a un replanteamiento de nuestro modelo de desarrollo y de acción a todos los niveles, para que nuestro mundo sea un mundo de paz. Me pregunto si estamos dispuestos a acoger su invitación. Hablando de paz, hablando de la inhumana crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto por el hombre, no puedo dejar de recordar con gran dolor a las numerosas víctimas del enésimo y trágico naufragio sucedido hoy en el mar de Lampedusa. ¡Me surge la palabra vergüenza! ¡Es una vergüenza! Roguemos juntos a Dios por quien ha perdido la vida: hombres, mujeres, niños, por los familiares y por todos los refugiados. ¡Unamos nuestros esfuerzos para que no se repitan tragedias similares! Sólo una decidida colaboración de todos puede ayudar a prevenirlas».

Casualmente me ha llegado el recuerdo de este texto del sociólogo americano del siglo XVIII Tocqueville, ya hace casi dos siglos. Llama la atención la actualidad de sus palabras. Este autor había identificado en el ansia de lucro la nueva forma, que el despotismo podía asumir en las democracias: «Si intento imaginarme el nuevo aspecto que el despotismo podrá tener en el mundo, veo una muchedumbre innumerable de hombres, atentos sólo a procurarse placeres pequeños y vulgares, con los que satisfacer sus deseos. Cada uno de ellos, manteniéndose aparte, es casi extraño al destino de todos los demás: sus hijos y sus amigos constituyen para él toda la especie humana; en cuanto al resto de sus conciudadanos él está cerca de ellos pero no los ve; los toca pero en modo alguno los siente; vive en sí mismo y para sí mismo y, si le queda todavía una familia se puede decir que ya no tiene patria. Por encima de ellos se alza un poder inmenso y tutelar que solamente se encarga de asegurar sus bienes y de vigilar sobre su suerte».

Necesitamos la gracia de Nuestro Señor Jesucristo para cambiar el norte de nuestras vidas, la orientación que nos ha hecho insensibles al dolor ajeno. ¿Estamos dispuestos a reaccionar ante este estado de cosas que nos lleva a todos a poner nuestra esperanza en que se resuelva la crisis económica para resolver nuestros problemas y volver a lo mismo? La «vergüenza» que el papa Francisco siente nace de un corazón, de una vida que escapa —en su misma expresión— a lo mundano. «…La santidad no consiste ante todo en hacer cosas extraordinarias, sino en dejar actuar a Dios. Es el encuentro de nuestra debilidad con la fuerza de su gracia, es tener confianza en su acción lo que nos permite vivir en la caridad, hacer todo con alegría y humildad, para la gloria de Dios y en el servicio al prójimo. Y a los jóvenes en Asís: “El Evangelio… Este mensaje tiene dos destinos que están unidos —dijo, explicando que es una única misión— el primero, suscitar la fe, y esto es la evangelización; el segundo, transformar el mundo según el plan de Dios, y esto es la animación cristiana de la sociedad». Con retraso ¡Felicidades Santo Padre!

Vuestro obispo,

† Antonio Algora

Obispo de Ciudad Real

Authors: Mons. Antonio Algora

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