El Fondo Común Diocesano

Mons. Francesc Pardo i Artigas

El Fondo Común DiocesanoMons. Francesc Pardo i Artigas     Este domingo, día de la Iglesia diocesana, la colecta en todas las Iglesias y celebraciones se destina al Fondo Común Diocesano.

Con frecuencia, en mis visitas a las parroquias, los responsables de la economía se quejan por tener que aportar al obispado parte de sus ingresos. También otras personas me han preguntado en que consiste el Fondo Común Diocesano.

Podemos formularnos tres preguntas: ¿Qué es el Fondo Común? ¿Por qué necesitamos un fondo común? ¿Cuál es su finalidad?

El fondo común es un fondo de dinero comunitario de todo el obispado. Lo constituye la parte que nos corresponde de todos aquellos que marcan la X a favor de la Iglesia  en la Declaración de la Renta (significa el 0,7% de la cantidad que debe pagarse a Hacienda). Es oportuno señalar que el Estado no aporta ninguna cantidad en este sentido, se limita a transferir el resultado del 0,7% en cada ejercicio económico. Otra cosa son las aportaciones para una finalidad concreta, especialmente para la restauración de patrimonio, procedentes de les administraciones públicas. También se incorporan al fondo común las aportaciones que realizan las parroquias, que suponen un tanto por ciento de los ingresos del año anterior. Se añaden los importes de los alquileres de algunas casas rectorales y otros edificios propiedad de la Iglesia, donativos, el producto de alguna venta propiedad del obispado y una parte del producto si la venta es propiedad de las parroquias.

La pregunta que podemos formularnos es sobre el destino o finalidades de dicho fondo común diocesano. Recuerdo algunas:

–        Para pagar las retribuciones de los sacerdotes en edad laboral activa y también para complementar las jubilaciones, de quienes estando o no en activo, sirven a la misión pastoral.

–        Para retribuir a los laicos que trabajan con plena dedicación al servicio del obispado.

–        Para subvencionar la participación de los delegados y otros servidores, en congresos, encuentros formativos u otras actividades.

–        Para subvencionar las actividades pastorales de las delegaciones diocesanas.

–        Para colaborar, si es necesario, en la misión de Caritas Diocesana.

–        Para cubrir los déficits de mantenimiento de algunos santuarios de la diócesis.

–       Para colaborar, con un porcentaje importante, en la restauración y mantenimiento de iglesias, ermitas, casas rectorales…

–        Para el mantenimiento del Archivo Diocesano y la Biblioteca.

–        Para ayudar, si es necesario, a los seminaristas, si la colecta del Día del Seminario es insuficiente.

–        Para colaborar en el mantenimiento del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Girona.

–        Para las aportaciones que corresponde realizar a la Conferencia Episcopal Tarraconense y a sus secretariados y servicios.

–        Para retribuir a profesionales externos cuando son necesarios.

–     Para ayudar a cubrir el coste de las residencias sacerdotales (jubilados y de edad avanzada).

Podríamos seguir pero como muestra es suficiente.

Es importante fundamentar la necesidad del fondo común y sus finalidades. El fundamento es la comunión eclesial que debe vivirse en la Iglesia diocesana, y que pasa también por compartir les recursos económicos.

El apóstol Pablo se propuso realizar una colecta, en todas las comunidades que fundó, a favor de los cristianos más pobres y necesitados de Jerusalén. Así escribe a los Corintios fundamentando el sentido de la colecta:

“No os lo digo como un mandato, sino que deseo comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor. Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza. En este asunto os doy un consejo: ya que vosotros comenzasteis no solo a hacer la colecta, sino también a tomar la iniciativa, os conviene que ahora la concluyáis; de este modo a la prontitud en el deseo corresponderá la realización según vuestras posibilidades. Porque, si hay buena voluntad, se le agradece lo que uno tiene, no lo que no tiene. Pues no se trata de aliviar a otros, pasando vosotros estrecheces; se trata de igualar. En este momento, vuestra abundancia remedia su carencia, para que la abundancia de ellos remedie vuestra carencia; así habrá igualdad”. (2Co 8, 8-14)

Hoy sucede lo mismo: es necesario que las comunidades con más recursos económicos, compartan una parte de sus bienes con las más humildes, pequeñas y necesitadas de recursos. La comunión con Jesucristo y entre nosotros requiere que nos convirtamos en vasos comunicantes.

Por ello con frecuencia he remarcado que toda colecta, donativo o ingreso a una parroquia no es exclusivamente para aquella comunidad, sino que pertenece y está al servicio de las necesidades de toda la Iglesia diocesana y de sus comunidades parroquiales, instituciones y obras.

+ Francesc Pardo i Artigas

Obispo de Girona

Fuente:: Mons. Francesc Pardo i Artigas

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