Adviento y la alegría del Evangelio

Mons. Juan del Río

Mons. Juan del RíoMons. Juan del Río      El Año de fe se cerraba con la publicación de la primera Exhortación Apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium. No sólo recoge los frutos de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “la nueva evangelización  para la transmisión de la fe”, que tuvo lugar en el Vaticano del 7 al 28 de octubre de 2012, sino que es sobre todo un texto que “tiene un significado programático” de su pontificado.  Consta de una introducción y cinco grandes capítulos. Con un estilo muy personal, lejos de la sistematización teológica europea. Posee un lenguaje cercano y cálido, con frases que no solamente son titulares, sino que quedan grabadas en el alma del lector. Su contenido rezuma el Vaticano II, el Magisterio de sus antecesores, y no se aparta ni un ápice de las fuentes clásicas de cualquier documento papal. Aborda los grandes temas de una “Iglesia en misión” y situada preferentemente entre los pobres,  que  son “los predilectos del Reino de los cielos” (cf Mt 5, 1-11).

El Obispo de Roma, invita a “recuperar la frescura original del Evangelio”, encontrando  “nuevos caminos” y “métodos creativos”,  a no encerrar a Jesús en nuestros “esquemas aburridos”. Para ello es necesaria “una conversión pastoral y misionera”, una “reforma de las estructuras eclesiales” con el fin de que la Buena Noticia llegue a toda “las periferias” (nnº 11-43).

¿Qué debemos hacer? Lo primero de todo, es tener “las puertas abiertas de nuestros templos”. Empezando por  las materiales,  para que  en esta sociedad secularizada los fieles puedan rezar y encontrar “oasis de paz”. Las sacramentales, de tal manera que la acción de la gracia cure “las heridas de los más débiles”. También, la de nuestros proyectos y realizaciones pastorales que han de estar marcados  por la “ternura y amabilidad”  hacia aquellos que se acercan a nosotros (nnº 47-49).

Para eso, hay que iniciar una renovación que surja “de dentro hacia fuera”, venciendo las tentaciones  tales como: el individualismo, la crisis de identidad, la pérdida de fervor y celo apostólico, el pesimismo estéril, el excesivo clericalismo, la mundanidad espiritual, los celos y envidias en el seno de nuestras comunidades (nnº 78-102).

La superación de estos retos dará a luz  a “un nuevo rostro de Iglesia”, donde el papel de la mujer se haga más presente, los laicos asuman su protagonismo en transmisión de la fe,  “los jóvenes sean callejeros de la fe” (nnº 103-106), la “diversidad cultural” sea respetada, y donde la predicación de los buenos ministros haga “arder los corazones”, ya que el anuncio del Evangelio debe tener características positivas: “cercanía, apertura al diálogo, paciencia, acogida  cordial que no condena”  (nnº 107-165).

Sin embargo, la proclamación de la Buena Nueva tiene sus repercusiones comunitarias y sociales. El Pontífice denuncia el sistema económico actual porque es “injusto en su raíz”, la falta de libertad religiosa, la persecución a los cristianos, los atentados contra la vida, el olvido de los ancianos y de los más abandonados.  La necesidad de cuidar el bien común y la paz social, como exigencia de nuestra fe. La potenciación de la cultura del diálogo es el camino evangélico para el entendimiento  entre los hombres y las religiones (nnº 177-258).

Se cierra esta Exhortación con un capítulo dedicado a las motivaciones para un renovado impulso misionero donde prevalezca la “acción del Espíritu Santo” y el estilo mariano en toda acción evangelizadora,  porque “cada vez que miramos a Maria volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño” (nnº 262-288).

Ahora,  estamos en pleno tiempo litúrgico de Adviento que tiene como espiritualidad alentar nuestra esperanza en el Señor. La Virgen de Nazaret es el modelo de nuestra confianza en el Dios que nos salva. La predicación del Evangelio, infunde en el corazón humano la auténtica alegría que transforma toda la existencia del hombre. Si queremos vivir intensamente la Natividad de Jesús, nuestro Salvador y Redentor, entremos de lleno en la lectura sosegada de este escrito del Papa Francisco, que “rompe todos los moldes”.

+ Juan del Río Martín

Arzobispo Castrense de España

 

Fuente:: Mons. Juan del Río

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