El bautismo de Jesús y el nuestro

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garcia_burilloMons. Jesús García Burillo     Queridos diocesanos:

Durante este tiempo de Navidad hemos contemplado distintas epifanías en las que Dios se ha ido manifestando como el Dios-con-nosotros, en tres acontecimientos: su nacimiento en Belén, los Magos de oriente y su Bautismo en el Jordán. Este domingo celebramos el Bautismo del Señor. Me gustaría reflexionar sobre tres aspectos: el bautismo de Jesús, la relación entre el bautismo y la fe, y el compromiso personal que nuestro bautismo implica.

Primero: el bautismo de Jesús en el Jordán. «En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara» (Mt 3, 13). Este es el momento de la vida de Jesús que se indica como el comienzo de su “vida pública”, después de haber pasado más de 30 años de existencia sencilla y trabajadora en el hogar de Nazaret. «El bautismo de Jesús es, por su parte, la aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente» (CCE, 536); el Señor nos invita a poner nuestra mirada en él: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero» (Is, 42, 1); del mismo modo que lo hace esa voz del cielo: «Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto».

Jesucristo es el amado del Padre, el Ungido con la fuerza del Espíritu Santo (Hch 10, 28) -que baja sobre él en forma de paloma (signo de mansedumbre y de docilidad obediente al Padre)-, en quien hemos de poner nuestra mirada y a quien tenemos que escuchar; aquel que viene a «cumplir así toda justicia» (Mt 3, 15), es decir: a cumplir la voluntad del Padre, a realizar la misión que se le ha encomendado, a hacer posible la redención «haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo» (Hch 10,38).

Segundo: la relación entre el bautismo y la fe. ¿Qué relación tiene el bautismo de Jesús con el nuestro? «Soy yo el que necesita que tú me bautices» le decía Juan a Jesús; y, como Juan, todos tenemos necesidad de acoger al Señor que viene a nuestro encuentro; la fe es la respuesta a su iniciativa. Atravesar la puerta de la fe se «empieza con el bautismo, con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre» (Porta fidei,1).
El bautismo es solo la puerta de entrada a la vida cristiana, por eso, para vivir la fe en una creciente plenitud, hace falta no sólo entrar por ella sino que «supone un emprender un camino que dura toda la vida» (Porta fidei, 1). «Para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística. A lo que hay que añadir la vida fraterna en comunidad» (CCE, 1229.1255); y también el compromiso que se explicita en las promesas bautismales: la renuncia a satanás y sus seducciones, la profesión de fe y una vida nueva al servicio de Dios y de los hermanos.

Tercero: ¿Qué compromiso me exige el bautismo? Papa Francisco nos ha invitado a abrir de par en par la puerta de la Iglesia, porque está «llamada a ser la casa abierta del Padre» (Lumen fidei, 47); una Iglesia abierta al mundo actual implica que todos los bautizados nos sintamos responsables de la evangelización, por eso exclama: «¡Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo!» (Lumen fidei, 49). La toma de conciencia de esta responsabilidad laical nace del Bautismo y de la Confirmación de la fe (cf. Lumen fidei, 102). Nos dice también el Papa: «cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28, 19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador […] La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados» (Porta fidei, 120).

Queridos diocesanos, el bautismo de Jesús es una invitación siempre actual a la toma de conciencia de nuestro compromiso bautismal, a vivir con alegría y sin desanimarnos el camino de la conversión y de una fe en continuo crecimiento. También el Padre Dios nos dice a cada uno: «Tú eres mi hijo, mi elegido», y nos unge con su Espíritu Santo para hacer de nosotros discípulos misioneros.

Con mi bendición y afecto.

+ Jesús García Burillo
Obispo de Ávila

Fuente:: Mons. Jesús García Burillo

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